Tras vivir una odisea de regreso desde Jordania junto con su novio, Sol Bacigalupo (42) volvió para encerrarse en la habitación de un hotel y contarlo en "Diario de una cautiva", un álbum de fotos que sube a su cuenta de Instagram. Conocé su historia y mirá las imágenes que capta con su celular.
El cierre de fronteras comenzó a pisarnos los talones el 15 de marzo, domingo en que arrancó nuestro periplo en Jordania camino a casa.
Ese día, al fin asomaba el sol y podríamos disfrutar de un día de playa en el Mar Rojo. Camino a la costa, un taxista nos preguntó muy simpático de dónde éramos y nos dejó una frase de advertencia: “después de mañana no más turistas, cierra el aeropuerto”.
Veníamos escuchando tantas cosas que seguimos nuestro camino sin hacerle demasiado caso. Pero después del chapuzón y unos vasos de cerveza al sol, empezó a crecer la preocupación, y ya cuando volvimos al hotel, al conectarnos al wi fi nos dimos cuenta que lo que nos había dicho el taxista era real.
Un largo camino a casa
A partir del 17 de marzo Jordania había decidido cerrar sus fronteras y nadie iba a poder entrar ni salir del país. Teníamos un vuelo a Barcelona ese día al mediodía, pero la falsa calma no duró mucho.
Había que salir de Jordania porque no hay embajada argentina y en caso de quedar allí varados, sería mucho más difícil que alguien nos ayudara a volver a casa.
Barcelona vía Israel, Barcelona vía Dubai… Las alternativas se caían a la par de las noticias del cierre de fronteras en todas partes.
En el medio, un viaje de 4 horas por el desierto, y finalmente la llegada al aeropuerto de Barcelona, convertido en un escenario de ciencia ficción: no había un alma en el aeropuerto de Barcelona.
De ahí, fuimos en tren a Valencia donde nos esperaba mi hermano que vive en España.
Próximo destino: Buenos Aires (y la cuarentena en un hotel)
El 24 de marzo aterrizamos en Buenos Aires, un día antes del cierre definitivo de fronteras.
En Ezeiza nos recibió un mega operativo sanitario. Del avión salieron primero los que iban al interior del país, seguidos por los que iban a provincia y por último los que vivíamos en Capital.
Todos a distancia prudencial, una cámara infrarroja nos tomaba la temperatura corporal, muchos policías con la orden de mantenernos en fila.
Nos separaron según el destino residencial y a los de CABA nos recibió un grupo de empleados del gobierno de la ciudad que nos explicaron que debíamos hacer la cuarentena obligatoria en hoteles para asegurarse de que la cumpliéramos.
Estuvimos de acuerdo con la medida. Nos subieron a unos colectivos y escoltados por la policía llegamos a un hotel ubicado en Recoleta.
Desde entonces pasamos los días encerrados en la habitación sin poder salir más que para asomar la cabeza por la ventana que da a un pulmón de manzana.
Su historia extraordinaria en fotos
Al cuarto día de encierro y ante el hastío que impone el confinamiento, se me ocurrió desempolvar una de mis pasiones que tenía guardada hace un tiempo en un cajón: la fotografía.
Así comienzo a captar con mi teléfono las imágenes de todo lo que está a mi alrededor.
Aprovecho las redes sociales (@solbacigalupo), que también había dejado de usar, para contar esta historia a través de mis fotos.
La emoción más grande del día es levantar la tapa de aluminio del envoltorio donde llega nuestra comida para ver qué nos toca hoy.
No me quejo ni quiero que “mi diario” se vea como un reclamo de chica burguesa. Sé que hay personas pasándola realmente mal. Yo solo intento contar mi experiencia que para mí ya es extraordinaria.
Algo más: el nombre del diario se debe a la marca de galletitas que nos dan para desayunar y merendar.
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