La ciudad de Buenos Aires tiene un amplio abanico de bares notables que vale la pena conocer. Hay algunos con acento inglés, otros con pasado de almacén y alma de museo, y varios que fueron escenario de películas icónicas.
En esta línea, la periodista Mariela Blanco nos presenta tres opciones con espíritu bohemio: Celta Bar, La Poesía y Café Margot. Pasen y vean.
1. Celta Bar
El Celta Bar tiene aires de bodegón porteño pero por su uso cultural puede clasificarse como “café concert”.
Sirvió como escenario para presentaciones de poesía, teatro y conciertos en vivo con músicos como Javier Malosetti, Luis Salinas y Miguel Botafogo.
Sobresalen en sus paredes los retratos de músicos notables, paquetes de antiguos jabones y yerbas, chapas de publicidades de los años 50’, cajones de reparto y frascos con conservas son parte de las misceláneas que hacen a la identidad del bar.
Un chopp de sidra tirada en una de las mesas de madera junto a la ventana guillotina amerita una selfie y buena compañía.
Está ubicado en la esquina de Sarmiento y Rodríguez Peña.
2. La Poesía
Este café es un oasis que invita al tsunami de ideas, lo cual lo vuelve el lugar indicado para escritores, productores y artistas.
En sus mesas, además, se inició una gran historia de amor ya que allí se conocieron el poeta y letrista de tango Horacio Ferrer y la artista plástica Lucía Michelle.
Y luego, tiene alma de museo. Entre los objetos mas pintorescos se destacan los muebles de madera, una chopera de bronce, un piano de 1915, una colección de latas, sifones y una fotogalería con imágenes de mas de cien referentes de nuestras letras.
La Poesía es sinónimo de inspiración a cualquier hora del día. Está ubicado en Chile al 500.
3. Café Margot
Tuvo pasado de bombonería, restaurante, fábrica de pastas y confitería. Cuando se vistió de Café, los intelectuales del Grupo de Boedo fueron parte del elenco estable de este lugar de película.
El Mono Gatica y Alfredo Palacios fueron otros habitués del Margot.
El despliegue escenográfico es amigable y calmo. Sillas y mesas de madera, vitrinas repletas de botellas y espejos escritos que promocionan el sándwich de pavita que pasó a la historia a partir de que Juan Domingo Perón lo probara en la década del 50.
Sin lugar a dudas, un café con ilustres concurrentes como Alfredo Palacios y Raúl González Tuñón, que conserva cierto espíritu de barrio. Queda en Boedo 857.
Texto: Mariela Blanco.
Fotos: del Libro Leyendas de Ladrillos y Adoquines.
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