La Casa Museo Fernández Blanco exhibe juguetes, indumentaria, platería, mobiliario, pinturas y fotografías de los siglos XIX y XX. Es sin dudas, un lugar de visita obligada para los amantes de la cultura y valorado por arquitectos ya que funciona en una mansión con características de palacete neorrenacentista.
El coleccionista Isaac Fernández Blanco encargó en 1901 al arquitecto noruego Alejandro Christophersen la ampliación y remodelación de la casa familiar, donde fundó el primer museo privado en la Argentina.
Cuentan quienes conocieron a Isaac que su pasión por coleccionar era tal, que fue llenando de objetos su casa hasta que su familia decidió mudarse y dejarlo en su propio museo. Luego, Fernández Blanco donó su casa y colecciones a la ciudad de Buenos Aires.
Vale destacar la reciente restauración del Salón Dorado que incluyó la restauración de la pintura artística en las paredes con su dorado a la hoja y la reposición del parquet faltante con el diseño original del motivo elegido para el logo de la Casa.
El Salón Dorado era la habitación destinada a la práctica musical y a la exhibición de su valiosa colección de instrumentos de cuerdas.
En el Salón de Entrada se exhiben la colección de platería, arte argentino y porcelanas. Luego, en lo que fuera el Cuarto de las Damas, se pueden apreciar variados ejemplos de abanicos de distintos materiales, formatos y procedencias.
El Comedor es un tesoro pues fue montado tal cual se utilizaba en el siglo pasado: la mesa tendida con manteles de hilo, la vajilla de porcelana y la cristalería de Baccarat. El ambiente fue revestido completamente en madera con paneles decorativos en relieve y el frente de estufa con un espejo “trumeau” y se destaca un reloj de Atlas, sosteniendo el globo terráqueo
Se dice que María Reyna, la esposa de Isaac, bordó el mantel y las servilletas que vistieron la mesa con las iniciales del matrimonio.
También hay una colección de muñecas, que conforma la colección más importante de su género en la Argentina. Hay unas 400 muñecas antiguas fabricadas entre 1870 y 1940. Esta fue una las primeras salas inauguradas gracias a la donación de las hermanas Mabel y María Castellano Fotheringham.
Sorprende la variedad de juegos de porcelana en miniatura y las casas de muñecas que, según cuenta la leyenda, eran construidas a imagen y semejanza de la residencia de su dueño.
El impulsor de esta moda fue el Duque Alberto de Baviera, quien encargó una copia en miniatura de una de sus residencias reales. Luego le siguieron otras familias adineradas exhibiendo copias de sus casas como forma de expresar prestigio y reputación.
En el primer piso, se puede hacer un recorrido por la evolución de la moda a través de la muestra de indumentaria y accesorios. Hubo uno que cambió completamente la silueta femenina: el polisón.
Era un armazón interior que permitía que los vestidos abultaran en la parte trasera, mientras caían rectos por delante. En 1870 reemplazó al miriñaque y se convirtió en una pieza esencial del vestuario femenino.
Otra curiosidad es la colección de prendas íntimas femeninas de fines del siglo XIX y principios del XX, todavía dobladas y almidonadas con sus alfileres originales y guardados entre flores secas llegaron al museo gracias a la donación de Carlos Benjamín Fernández y Fernández.
¿Y esos vestidos negros? Eran los que usaban la mayoría de las novias para su ceremonia de bodas ya que los vestidos de color blanco comenzaron a utilizarse dentro de las clases más adineradas a partir de 1840, cuando el casamiento de la reina Victoria, referente del buen vestir, marcó una nueva tendencia.
Casi todo lo que se puede ver corresponde a donaciones de varias familias tradicionales. Es la historia, contada a partir de los objetos de más de un siglo.
Fotos: Mariela Blanco y gentileza @casafernandezblanco.
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