"… La belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa.”
Immanuel Kant
El crecimiento urbano, como resultante de la inmigración que entraba mayoritariamente por el puerto de Buenos Aires, generó el hacinamiento en conventillos y viviendas precarias de alquiler. Por otra parte, con la apertura de la Avenida de Mayo, los barrios de Monserrat y La Piedad se habían transformado en la zona más moderna y con mayor concentración cultural y comercial de la Ciudad de Buenos Aires.
Por esas épocas, las imágenes solo se podían materializar a través de fotografías de estudio, como las del conocido fotógrafo británico Alejandro S. Witcomb (1838-1905). Desde 1880 hasta la primera década del siglo XX, probablemente la mayoría de las imágenes de familia, retratos, bodas o aniversarios fueran tomas por Witcomb, un estudio fundado en 1878 y bajo la dirección de diferentes dueños continúo abierto en la calle Florida hasta 1970.
Isaac Fernández Blanco (1862-1928), ingeniero de vocación, era descendiente del último gobernador español en Corrientes, dotado de una sensible personalidad, viajero frecuente y amante de la música se instaló en Buenos Aires. Los viajes a Europa forjaron su sensibilidad hacia el mundo del arte, apropiándose de un exquisito gusto por el refinamiento, las arts and craft y la música.
Residiendo en el antiguo mundo se inició en la adquisición de instrumentos musicales antiguos que sin dudas favorecieron su vocación musical y el amor por el violín. Cuentan que la colección de Isaac Fernández Blanco comenzó cuando tuvo acceso a la herencia de su padre en la década de 1880, logrando una importante colección de instrumentos de cuerda como violines y violas Guarneri, Landolfi, Guadanini y Mantegazza. Por otro lado, se sumaron objetos de la cultura hispanoamericana tales como platería, iconos religiosos, pinturas, muebles, libros y documentos que lo convirtieron en un destacado coleccionista.
Luego de sus nupcias con Doña María Reyna de Fernández Blanco, decide comprar la casa contigua a la de sus padres, en la calle Victoria 1418, hoy Hipólito Yrigoyen. Aún en 1882, fecha de la primera remodelación, este solar mantenía el desarrollo de una sola planta en torno a tres patios, de techos de ladrillo y vigas de quebracho, con una clara línea colonial.
Para 1901, tras regresar de una larga estadía en París, Isaac Fernández Blanco contrataría al arquitecto noruego Alejandro Christophersen (1866-1946) para realizar importantes reformas en su casa familiar. La residencia original tenía una entrada centralizada que permitía que un carruaje ingresara al primer patio, pasara por el segundo patio de servicio y llegara al tercero donde se ubicaban las caballerizas.
Pero el tejido urbano del barrio había cambiado. Ahora los teatros cercanos, las grandes tiendas y hoteles de lujo, cafés y restaurantes lo motivaron probablemente a dejar en manos de Christophersen, arquitecto de moda en la ciudad, la “modernización” de la baja casona para convertirlo en un palacio neorrenacentista.
#DatoCementero
En el museo quedan pocos objetos originales de la familia Fernández Blanco. Cuando la municipalidad adquirió la propiedad, solo permanecieron allí las colecciones. Entre los contados objetos que pertenecieron a la familia y se encuentran en exhibición hoy en día, se destaca el servicio de mesa. El mismo llegó al museo algunos años atrás como una donación de Alicia Jurado, descendiente de Isaac Fernández Blanco.
Ya desde la década de 1910, la mansión de los Fernández Blanco se abría a los visitantes interesados en su colección. Paralelamente por esos años comenzó la afluencia de donaciones espontáneas, familias criollas daban valor a sus herencias, resguardándolos simbólicamente en un ámbito prestigioso y encontraban en Fernández Blanco el espacio que atesorara su pasado.
Cuentan que su hija menor, Nahir Fernández Blanco (1890-1961) era la encargada de las visitas guiadas por la residencia de su padre, que contaba con la distinción de erudito y conocedor del pasado americano.
En el año 1921 Fernández Blanco dona toda su colección a la Municipalidad de Buenos Aires, que compraría la propiedad, en una cifra simbólica, para albergar la colección donada. Fernández Blanco se convierte en precursor de una casa museo de colección privada, abierta al público en general, permaneciendo como director ad honorem hasta 1926, dos años antes de morir. Lo precede su yerno y sucesor en el cargo, el Dr. Alberto Gowland quien era considerado gran admirador y coleccionista de arte virreinal.
A partir de la fusión de la colección de arte colonial del Fernández Blanco con la colección personal de Martín Noel, se crea en 1947 el “Museo de Arte Hispano Americano Isaac Fernández Blanco”, con sede en la residencia de Suipacha 1422 del barrio de Retiro como destino final para ambas colecciones. Mientras que la Casa Fernández Blanco del actual barrio de Congreso representa el arte y el diseño del siglo XIX y principios del XX.
“Casa Fernández Blanco” actualmente exhibe las colecciones de artes aplicadas, juguetes, indumentaria, platería, muebles, pintura y fotografía de la Nación Argentina de entre 1850 y principios del siglo XX con un destacado montaje museológico.
La puesta en valor que hoy puede verse en el museo corresponde al comedor original, el cuarto de las damas, un salón de entrada donde se exhiben la colección de platería, arte argentino, porcelanas y un espacio en el primer piso con una excelente muestra de moda y accesorios del vestir de épocas pasadas.
Al ingresar, el Gran Salón comedor luce un marcado estilo neorrenacentista italiano siendo parte de las remodelaciones realizadas a finales de la década de 1880 por el arquitecto Alejandro Christophersen. Cubierto por boiserie realizada por los Hermanos Briganti en 1882, presenta una destacada lámpara de araña con apliques de bronce de Casa Perazzo y Cía.
Tiene una cúpula y ventanales de vitraux y cuatro tapices de la firma francesa Braquenie et Cie. con motivos bucólicos. Las iniciales entrelazadas del matrimonio fueron bordadas en el mantel y servilletas que cubren la mesa. La vajilla se encargó a la firma francesa Royal Limoges. La cristalería también procedía de Francia, producida por la Société de Baccarat.
La colección de muñecas y juguetes antiguos de Mabel y María Castellano Fotheringham han conformado la colección más antigua e importante del país. Este conjunto describe el mejor momento de la industria juguetera europea entre 1850 y 1940.
Sombreros, peinetones (peinetas antiguas de asta) y abanicos se suman a la escena. El museo concentra una colección de cuatrocientas piezas de abanicos y peinetas de asta utilizados por las mujeres en la época del Virreinato del Río de la Plata y la posterior Confederación Argentina (en la primera mitad del siglo XIX). Realizados en seda, marfil, madera, carey o perla, orientales o europeos. Los vestidos de fines del siglo XIX y principios del XX, ajuares, trajes de novia, de baño, sombreros, guantes y zapatos pueden verse restaurados y debidamente conservados.
El Salón Dorado oficiaba como Salón de Música. Hoy se exhibe la colección de instrumentos de cuerdas notables. Allí se reunieron los mejores ejemplares de la luthería clásica italiana, producidos entre el siglo XVII y XVIII. La sala luce trabajos de yesería artísticas en paredes, dorado a la hoja sobre apliques de yeso, pintura artística y marquetería de pisos.
En la “Casa Fernández Blanco” se concentran las colecciones más importantes, con objetos de numismática, una biblioteca y hemeroteca, documentación y mobiliario que dan cuenta de los avatares políticos, sociales y culturales de momentos históricos. Sin dudas, la recopilación patrimonial que nos conecta con el origen de los usos y costumbres de nuestra Nación, como la bella representación de nuestro país.
Fuente: Casa Museo Fernández Blanco
Fotografías:
Gentileza de Rodolfo Seide
@rodolfoseide