“La tierra se había puesto a despedir perfumes intensamente. El pasto y los cardos esperaban con pasión. El campo entero escuchaba."
Ricardo Güiraldes (1926)
Lejos de la inconfortable “aldea” de Buenos Aires del siglo pasado, el Castillo Naveira presumía un aire de intriga y opulencia. Muy distante en años de aquella imagen primera, la residencia fue construida alimentada de misterio. Como todo lo prohibido, tienta la nariz a develar la historia que, para mi desdicha solo es presa de dichos y diretes.
Entre la bruma neogótica o desde el cielo en globo, la colosal obra cercana a la Basílica de Luján guarda sus parecidos con el templo porque, en ambas construcciones, surge la misma línea del arquitecto belga Ernesto Moreau, quien también participó en la construcción de la obra religiosa de la capital de las peregrinaciones.
Tras el hedor del campo aparecen las puntas de sus torres. Un portón lo dice todo adentro y lo calla afuera. Me quedo mirando con glotonería apretando la necesidad de gritar ¡Abran! Pero no se asoman ni príncipes ni reinas, solo los árboles que el paisajista Augusto Flamant supo sembrar en tierras de Luján.
#DatoCementero
Para 1841 el viudo Enrique Beschtedt se instala en una primera construcción que llamó “San Enrique” y distaba mucho de la actual residencia neogótica. Dicen que Don Enrique se mudó allí con su única hija, Irene.
La joven se casaría luego con el Dr. Domingo Fernández (1862 – 1953) quien fuera comisionado municipal en 1917. Trabajó en la recuperación del edificio del viejo Cabildo de Luján, destinándolo al actual Museo Histórico.
Entre muchas de sus acciones se destacan la organización del primer mercado popular de esa ciudad peregrina. Fue colonizador de la Patagonia, fundando allí la primera cabaña de lanares. Ya en Bahía Blanca había instalado la primera Escuela Práctica de Mecánica Agrícola y en Luján la primera Comuna Agrícola.
Fue administrador General de los Ferrocarriles del Estado, proyectó e inició la construcción de la Línea Salta – Antofagasta en 1922, la misma que genera la salida al Pacífico de una enorme región de nuestro país. También llevó el ferrocarril a Bariloche y se destacó por fundar la Cooperativa del personal ferroviario. Gran impulsor de la naturaleza como leitmotiv, hizo plantar cientos de árboles autóctonos en sus campos.
Irene y Domingo tendrían primero a Elina Lucía en 1897 y luego a José Salvador, Alberto Manuel, Adolfo María, Manuel José María Flavio, Enrique, Alfonso Rodrigo, Enriqueta Matilde y María Inés. Allí nacieron los primeros Fernández Beschtedt.
Al frente y sobre un muro del castillo, el nombre del arquitecto y constructor Ernesto Moreau junto a la fecha marcan que fue en 1897 la construcción que hoy vemos entre el bosque cercano al rio Luján.
Para 1913 los Fernández Beschtedt venden “San Enrique”. El castillo pasa entonces a manos de Doña Matilde Golpe Brañas, nacida en 1855 y viuda del escribano y cónsul de la Argentina Manuel Naveira (1841-1905) quien falleció en Buenos Aires a los 64 años y luego de solo 15 años de matrimonio.
Doña Matilde decide cambiar el nombre del castillo a “San José”, patrono de su hijo José Roque.
Doña Matilde viviría allí junto a su hijo José Roque Naveira Golpe. José Naveira, único hijo de la pareja fue el encargado de ampliar el castillo al contratar al mismo arquitecto de sus inicios. Dicen que se volvió un experto del arte gótico.
Con el tiempo, el castillo se pobló de piezas y detalles artísticos que parecían dominarlo todo. Con armaduras, escenas del Vía Crucis en relieve, vitrales con escenas bíblicas, hachas con iconografía de cabezas de dragón, grandes y pesadas gárgolas sobre el tejado que desagotaban el agua de las lluvias que regaban los campos.
En 1922, José Naveira se casa en la iglesia San Miguel Arcángel con Elina Lucia Fernández Beschtedt, hija de Enrique y quien había nacido en el mismo castillo 25 años antes como primer hija mujer del matrimonio.
Sus hijos llevarían entonces los dos apellidos, los mismos que habían sido parte de la historia de la propiedad: Naveira Fernández Beschtedt. La suerte de la casa acuna la génesis de la familia que recrea su historia a través de lazos de sangre.
De la unión de Elina Lucia y José Roque nacieron Matilde Naveira Fernández Beschtedt, Elina Lucía Naveira Fernández Beschtedt y Alfonso Rodrigo Naveira Fernández Beschtedt.
El Castillo de Naveira es una de las mansiones más curiosas y glamorosas de la provincia de Buenos Aires y dicen, sólo estuvo en manos de dos familias que, con el paso del tiempo, se unieron mediante matrimonio.
Es por lo que la residencia ha visto crecer a varias generaciones a través de los años, presenciando bautismos, casamientos y acontecimientos de los miembros de la familia a la que sigue perteneciendo, atesorando su legado.
La familia Naveira Golpe mantuvo toda su vida una gran vinculación con Galicia, donde crearon una fundación para la atención benéfico-cultural de la población de Betanzos en la Coruña.
Sus actuales propietarios, conservan ese linaje primero, como el romance medieval de un cuento.
También conservan su vida en privado, acosados por quienes queremos hurgar en la historia, sus leyendas, mitos o realidades. Probablemente porque detrás de esa niebla del campo que lo cubre como el humo de un incienso hay más historias por contar que hasta ahora, solo el campo escuchó.
Un castillo sin murallas y fosas, castillo será porque así se quiso.