“No se ama lo que no se conoce”.
Chalo Agnelli. (1946 – 2022)
La ciudad esconde raíces urbanas que pasan desapercibidas, adosadas a lo cotidiano con orígenes lejanos que dejaron una estela de historias. Hubo un tiempo en que la ciudad de Quilmes se pobló para asegurar el territorio, supo ser tierra prometida de la mano de la segunda fundación de Buenos Aires allá por 1580. Por entonces, unos pocos caían en bonanza, como los dueños de las estancias que ocupaban estas tierras, Pedro de Xeres, Pedro de Quirós y Pedro de Izarra. Las costas fueron conocidas por el contrabando y para 1664 abrazaron a un gran número de aborígenes, conocidos como los indios Kilmes, cuando llegaron arrastrando su pena por la expulsión de los Valles Calchaquíes junto a su cacique Martín Iquin.
Pasaron los años y el pueblo bañado por los vientos del Rio de la Plata presumía quintas y pequeñas chacras como las de Bagley, Walker, Simpson, Bate, Casares, Bernal, Bilbao y otras. Una de esas tantas era la propiedad del boliviano Luis Dorado, un rico comerciante que tenía minas de plata en Tarija. La familia Dorado se había establecido en Buenos Aires y había hecho construir la casona como residencia de verano.
Carlos Hillner y Decoud nació el 14 de diciembre de 1880 en la Ciudad de Buenos Aires. Era hijo del suizo Heraclio Hillner casado con Justa Petrona Egusquiza Decoud, de raíces paraguayas. Como muchas familias de élite, Carlos fue enviado a París a los 15 años y tiempo después a Inglaterra, graduándose en 1899 en el Real Colegio de Agricultura de Epswick de la ciudad de Suffolk.
De regreso a nuestro país se hace cargo de la administración de estancias familiares, dedicándose a la cría de caballos pura sangre de carrera y de la raza Hackney, una elegante raza de caballos de carruaje que es popular por mostrarse en eventos de arneses. En 1920 había comprado su primer carruaje y durante años incrementó su colección de caballos de raza y coches de tiro adquiridos en remates y colecciones particulares en Argentina, Uruguay y Europa.
#DatoCementero:
La obra que transformaría la Estancia El Dorado tomó diez años. Se construyeron habitaciones de huéspedes, de recreación, dependencias para los peones, un polígono de tiro y hasta un invernadero. Como parte de su gran afición por los caballos, Carlos Hillner también destinó un espacio circular de unos 80 metros de diámetro, ubicado frente a las caballerizas, para que sus ejemplares “jubilados” pudieran pasar su vida tranquilos y descansados.
Carlos Hillner y Decoud entabló relaciones laborales con los hermanos Otto y Federico Bemberg, fundadores de la Cervecería y Maltería Quilmes, con quienes se involucró en el negocio inmobiliario fundando la “Inmobiliaria Quilmes”. También idearon la Estancia “El Retiro”, dedicada a la cría caballar, reafirmando que, sin dudas, los caballos han tenido un lugar muy importante en su vida. Cuentan que tenía dos caballos preferidos llamados "Jupy" y "Dandy" cuyos nombres aún están grabados en los boxes que habitaron.
Enterado de la venta de los campos de Luis Dorado, se presenta en la estancia con la intención de adquirir la propiedad sobre las actuales avenidas La Plata y calle Laprida de la localidad de Quilmes, al oeste. Se trataba de cuarenta hectáreas con una casona que oficiaba de casco de estancia, caballerizas, dependencias para los peones y algunas habitaciones para huéspedes. Un solar cargado de pinos, cedros, casuarinas, robles, eucaliptos y paraísos que lo rondaban con una sombra infinita.
Al ingreso, los pilares de entrada estaban adornados con unas mayólicas que indicaban el año de fundación, “1880”. La coincidencia con su año de nacimiento parece haber sido la causa de la decisión de comprarlo. Adquiere 12 manzanas de terreno y en 1927 lo bautizó como chacra “El Dorado”. Con ese nombre, quizá también quiso aludir a la mítica leyenda de "El Dorado", esa tierra de maravilla que buscaban los descubridores y conquistadores españoles a llegar a América, donde suponían un río donde fluía aguas que daban la vida eterna, un lugar de paz y abundancia perenne. También era dueño del Haras Argentino en Luján donde tuvo origen su colección de carruajes. Años más tarde, en 1931 compraría el resto de la quinta original que limitaba con el vivero frutícola “El Excelsior”, propiedad de Roberto Clark quien se convertiría en vecino y amigo.
El mismo año que puso nombre a la importante propiedad campestre, don Carlos comenzó construir las caballerizas y las cocheras donde reunió una significativa colección de carruajes de tracción a sangre. Instaló un polígono de tiro, un invernáculo donde progresaban almácigos que adquiría de distintas partes del mundo, afición que compartía con Federico Otto Bemberg.
Don Carlos mandó construir una residencia de mayor confort que la vieja casona de la familia Dorado. La construcción de estilo chalet inglés fue obra del arquitecto Roberto Soto Acebal, quien también levantó las nuevas caballerizas, cercanas al casco de la estancia. Las mismas contaban con boxes de roble macizo, sala de monturas y dependencias para los peones. Un pórtico de madera en relieve con temática ecuestre lleva el nombre de “Don Carlos” debajo de la fecha, 1927. Los altos relieves que muestran dos torsos de caballos adornaban la entrada de un chateau francés demolido. Muchos de los materiales de construcción fueron adquiridos en demoliciones de grandes caballerizas de Europa que quedaron en abandono luego de que se instalara el automóvil como nuevo medio de transporte.
La obra llevó a don Carlos diez años. Había habitaciones de huéspedes, de recreación y dependencias para los peones. "Tenía frente a las caballerizas, un poterito circular de unos 80 m. de diámetro, cerrado con postes de madera dura, trabajados al torno, y rematados por relucientes esferas de bronce pulido, de unos 25 centímetros de ancho. En él pasaban su vida tranquilos y descansados sus caballitos 'jubilados'".
La edificación de las caballerizas ideadas por don Carlos son una réplica anglonormanda, evocando rincones campestres de la Inglaterra victoriana y la Bretaña francesa con paredes de ladrillo a la vista y techos de teja colorada. Allí actualmente alberga la colección original con 17 carruajes construidos entre 1860 y 1900.
Entre la caballeriza y la sala de monturas se encuentra el pórtico que conserva la fecha en que se construyeron las instalaciones y el nombre de su inspirador. Los altos relieves que muestran dos torsos de caballos, adornaron la entrada de un chateau francés demolido.
Uno de los vehículos es conocido internacionalmente por ser una de las pocas piezas que se preservan mundialmente, el “Tamdem”, construido en Francia, con 4 asientos de pana y llantas de gomas, un coche deportivo único en el país. Allí descansan los arneses y el carruaje que la Infanta Isabel utilizó durante su estadía en Buenos Aires y que pertenecían a la Presidencia de la Nación. El conjunto se completa con una exhibición de arneses y monturas adquiridos en Europa y en viejas estancias bonaerenses de conocidas familias como los Ayerza, Anchorena y Cullen. Spider, Dog-Cart (transportaba debajo de los asientos los perros de caza), Tirbary, Duc de Dames, Breack de Dressague, Mail-Phaethon (para correo privado entre estancias) entre otros modelos que definieron una época del transporte de tracción a sangre.
El pabellón original fue ampliado hacia 1940 y se agregó la torre del reloj, un reloj que pareciera haber apagado su tiempo. Enfermo, Don Carlos comunica a su familia cuál sería su voluntad final, ya que era soltero y no tenía hijos para legar sus bienes. Donaría la residencia de Buenos Aires a la República del Paraguay, al servicio de los jefes de la Misión Diplomática de ese país. El establecimiento "El Dorado" se destinaría a la Provincia de Buenos Aires para funcionar como colegio agropecuario. Las caballerizas estaban soñadas como museo, con la colección de carruajes expuesta a la comunidad toda, una colección considerada de las más valiosas de América Latina.
Al sur de las cuadras y boxes de roble macizo mandó levantar un suntuoso chalet en el mismo estilo con elementos de mayor confort que la vieja casona de la familia Dorado, sobre la avenida La Plata y la calle Laprida, destinada a vivienda del mayordomo y los peones (hoy Escuela Agropecuaria Nº 1 de Quilmes), y que la otra casona de su propiedad, también contemporánea a la de los Dorado, pero de menores dimensiones hecha construir por doña Lía Harilaos de Elía sobre la actual avenida Calchaquí (luego restaurante y salón de fiestas)
La estupenda edificación es ideada por don Carlos es una replica anglo-normanda que remeda rincones campestres de la Inglaterra victoriana y la Bretaña francesa. La mayoría de los materiales de construcción fueron traídos de Europa. Él mismo los adquirió en demoliciones de grandes caballerizas que dejaban paso al inevitable progreso marcado por el automóvil.
Don Carlos fallece en su residencia de Buenos Aires el 21 de junio 1961 y sus restos se encuentran en el Cementerio de Quilmes, como fuera su voluntad final, con el deseo de permanecer cerca de sus caballos. El sarcófago labrado en granito fue encargado en vida y se encuentra debajo de dos grandes ombúes en una parcela que se había ocupado de adquirir años antes de su muerte. Pareciera que nada había quedado librado al azar.
Sin duda, la preservación patrimonial tiene por objeto establecer las acciones de preservar y proteger aquellos bienes muebles o inmuebles, públicos o privados, considerados parte del patrimonio cultural, arquitectónico, urbanístico, paisajístico y ambiental de un recorte histórico que los contiene. Así, nuestro compromiso de velar por ello será un pacto con el pasado, promoviendo la difusión de la vida de algunos que, como Don Carlos Hillner y Decoud, lo ofreció todo.
Fuente: Museo del Transporte.
Fotos: Silvina Gerard
@silvina_en_casapines
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