“La arquitectura moderna no significa el uso de nuevos materiales, sino utilizar los materiales existenciales en una forma más humana”
Álvaro Aalto (1898-1976).
Desireé de Ridder responde mi llamada. Suena apasionada, custodia sus lazos familiares, abraza sus tradiciones y las vuelve arte. Como si renacieran los suyos con el espíritu del fuego, el barro y sus manos gestan piezas únicas, como su relato.
El gentil ejercicio de su memoria me lleva a tiempos pasados, cuando los pioneros en busca de un nuevo destino, en épocas en que la palabra sacrificio se hacía verbo, conjugaban un proyecto y la esperanza de un futuro mejor, a fuerza de trabajo, claro.
Edmundo Banbury Perkins (1846-1926) nació en Warwick, Inglaterra. Para 1863 arribó a Buenos Aires, probablemente movido por el boom de la inmigración británica que se había asentado en nuestro país con capitales extranjeros, dejando un rosario de apellidos de origen inglés, escocés e irlandés. Cuentan que trajeron maquinaria para la faena y la valentía para habitar al límite de la frontera indígena que, para entonces, era un peligro latente. Años en que se araba, se disqueaba y después se sembraba.
Aquí, Perkins compraría tierras y ganado para el desarrollo de la actividad rural. Acres que incluían alfalfares, potreros cercados con ganado, varios puestos con ovinos y la cría de caballos. Tierras famosas por su extensión y factoría, motor del modelo agroexportador por entonces. Campos que desarrollaron su potencial y producción agraria de la mano del paso del ferrocarril con una estación que lleva su apellido. La estación Perkins, ubicada en la localidad del mismo nombre, partido de Leandro N. Alem fue inaugurada en 1886 por el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, en el ramal Junín-Alberdi.
En ese contexto, el matrimonio compuesto por Edmundo Perkins y Margarita Diharce, legan una vasta extensión de campo a sus seis hijos.
Las nuevas generaciones continúan con tenacidad en la pampa argentina. Carlos Edmundo Perkins (1888-1952), el hijo mayor y abuelo de Desireé, se casa con Carmen Peers y se instalan en la estancia “El 29” de Vedia en 1928, campos heredados por sus padres y landmark de esta historia.
Juntos forman una familia con siete niñas, Rosemary, Mercedes, Margarita, María Adela, May, Inés y Cynthia Perkins Peers.
Tras pasar los años, los campos del partido de Alem se dividen entre los suyos hasta llegar a Desireé. Es Mercedes Perkins, su tía, quien contrata al célebre arquitecto Alejandro Bustillo (1889-1982) para el diseño de la casa. Alejandro manda a su hijo Jorge con los planos de su autoría. “…raza, clima y momento histórico son los factores determinantes del estilo.” Alejandro Bustillo.
En la década del 60 se construye el casco de “La Suerte” con el proyecto de Bustillo (padre). Jorge se encarga de la realización de las seis estancias que se heredaron de la rama familiar. A “La Providencia” se suman “El Carmen”, “El Fortín”, “El Indio” del famoso corredor automovilístico Gastón Perkins (1928-2006), “La Suerte” y estancia “Don Carlos”, que incluye los galpones, casa de peones y capilla.
#DatoCementero:
Alejandro bustillo en esta etapa de su vida despliega en forma notoria los atributos del minimalismo pampeano (lo despojado, lo austero, lo esencial, lo pragmático, lo lineal, lo plano y lo estereométrico simple), fuertemente expresado en la arquitectura habitacional a través de su estrecha relación con el suelo donde está plantada, con su entorno inmediato y con la vastedad del paisaje. A ello debemos agregar la ausencia de ornamento que parece indicar una introversión, una actitud reservada hacia lo expresivo originada quizás en lo desamparado y despojado de ese medio ambiente.
A.Bustillo, sensible a estas condiciones, encara el diseño de estas casas con una suerte de humildad de estilo.
Mientras que May Helena Perkins Peers (1933-2008) y Luis Enrique de Ridder (1928-2004) padres de Desireé, son quienes residen en “La Providencia” criando a sus hijos en un ambiente natural. May se dedicaba a la cría de caballos árabes y su padre estudió en Salt Lake City, cerca de Harvard donde se recibió de Ingeniero Electromecánico y fue un destacado esquiador olímpico.
“La Providencia”, ubicada en el paraje de Edmundo B. Perkins es el mix de una villa italiana con los rasgos de una casa norteña, ocupando una parcela de la originaria “El 29”, llamada así por recordar un día 29 cuando un malón mató a los constructores italianos que construían el casco.
He aquí, un rancho de campo argentino, de ladrillo cosido con junta de barro que se recuesta sobre la llanura. La casa criolla es de techos de chapa y se desarrolla en dos alas con un patio central donde florecen los arboles frutales y una fuente corona el espacio. En un ángulo del fortín se despliega una escalera que conduce a una terraza. A su paso, una tupida enredadera se empeña en alcanzarla. Sobresale el terreno un molino de viento y los pinos del patio que imagino hamacan los vientos pampeanos.
Las puertas son bajas respetando la proporción aurea que se vuelve “la poesía matemática de la belleza”. Arcos de medio punto, galerías y las columnas cuadradas con molduras que forman conos y dan identidad a “La Providencia”.
La pintura a la cal dejó su patina como huella del tiempo transcurrido. Las glorietas sostienen el perfume del pasado que se vuelve un añorado recuerdo en el presente.
La herrería contigua a los pilares fue desarrollada especialmente por herreros artesanos. Se trata de rejas de hierro forjado con detalle de punta de flecha. Las rejas se repiten también en los pequeños balcones.
“La Providencia” cuenta con varias habitaciones y baños luciendo las obras de su propietaria en cada rincón, dispuestas cuidadosamente.
Desirée De Ridder es artista plástica, ceramista y me atrevo a insinuar, una tenaz defensora de la naturaleza a ultranza. Su trabajo habita la casa, donde aparecen piezas únicas que conviven con la flora y fauna autóctona que pasea libremente sobre el paisaje campestre. La huerta, el gallinero, el fogón y el horno a leña para cerámica se encuentran en la cercanía del casco y son los actores de las practicas sustentables que sostienen el ejercicio agroecológico de cada día.
Ubicado en un lateral de la casa, el Gran Galpón fue transformado bajo técnicas de Bioconstrucción. El recinto funciona como un taller de trabajo, donde una enorme chimenea recrea el fuego, elemento constante que Desireé bien conoce. El espacio cuenta con un living que oficia como sala de exposiciones, sala de proyecciones y eventos.
Los últimos años la encuentran trabajando desde un rol activo, gestando retiros y brindando su casa como residencia para artistas. Mentora de talleres y cursos con profesionales, aquí se desarrollan conferencias y exposiciones a casa abierta.
Desireé se dedica con esmero a conservar intactas sus raíces, esas que aparecen al pie de los arboles que abrazan el casco de “La Providencia”. La belleza de lo autóctono se vuelve la esencia del todo, fracturando la disciplina aprendida.
Anidando los campos de su niñez, Desireé moldea su pasión por la arcilla y camina hacia el retorno de técnicas ancestrales, iluminada por el fuego.
Fotos: www.desireederidder.com.ar www.casalaprovidencia.com.ar
Agradecimientos: @desiree_deridder.
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