“Abrigamos la confianza de conservar la independencia suficiente, a más de la que nos es característica, para poder ser intérpretes genuinos de la opinión pública.”
José C. Paz (1842-1912)
A veces, solemos identificar un edificio por su impronta, así como la cúpula del Congreso de verde hierro, las agujas de Luján o, en este caso, la diosa de la sabiduría Palas Atenea que corona la cúpula del edificio del diario “La Prensa” sobre la Avenida de Mayo. Una avenida que para entonces era epicentro de los sucesos nacionales, como así lo harían otros medios escritos, el diario Critica o La Razón, ubicados también sobre la misma avenida.
El Diario La Prensa, desde el 18 de octubre de 1896 fue arte y parte, dando a luz los hechos que nos precedieron. El edificio del diario se construyó en solo dos años, inaugurándose en 1898 sobre la Avenida de Mayo 575 entre las calles Bolívar y Perú.
José C. Paz (1842-1912) era un personaje destacado de la generación del ochenta, periodista, político, fue diplomático en Europa y estanciero. Activo en la guerra de la Tripe Alianza creó la Sociedad Protectora de los Inválidos en 1865. Dicen, siempre priorizó el bienestar general y sus acciones así lo demuestran.
En 1894 compró un terreno para la nueva sede de su diario que funcionaba en la actual calle Moreno al 500 de la ciudad de Buenos Aires. A raíz del veloz crecimiento, siendo el diario de mayor tirada del país, decidieron levantar un edificio que identificara su poder y desarrollo.
Así es que encarga el diseño de un moderno sistema estructural a la firma Moisant, Laurent, Savey et Cie. de París, quienes se especializaban en construcciones metálicas.
La soldadura de mosaicos fue realizada por H. Boulanger, la herrería por Val d'Osne. Cinco ascensores eléctricos y seis montacargas instalados por la firma de Estados Unidos Spargne dan cuenta del avance tecnológico puesto en escena. La zinguería fue realizada por T. MIchelet y la pizarra y el icónico reloj de la fachada fue encargado a Paul Garnier. Una nueva era quedaba plasmada en sus cimientos.
Para completar el proyecto en nuestro país se encargó la obra a los ingenieros Carlos Agote y Alberto Gainza, ambos argentinos y egresados de la Escuela de Bellas Artes de París.
Ingresando por Avenida de Mayo, los carruajes entraban para descender el pasaje en un vestíbulo bajo un techo vidriado. Luego tomaban una segunda salida de circulación para retirarse del edificio que estaba agrupado en dos cuerpos, hacia la Av. de Mayo de cuatro pisos, hacia Rivadavia de seis.
Cada rincón está intervenido artísticamente, enriquecido con ornamentos, mampostería, esculturas, relieves y símbolos masónicos, logia a la que José C. Paz pertenecía. Los detalles son exquisitos, los pisos de mosaico veneciano, la luminaria francesa, los bronces, las maderas nobles talladas, los vidrios grabados en tonalidades de opacidad en puertas de acceso e interior a perpetuidad.
Las fachadas están revestidas en símil piedra, en la actualidad oculto bajo múltiples capas de pintura. La antorcha, el águila y el reloj, la escultura con farola serán sus elementos más representativos, dotando del uso superlativo del refinamiento, que habrán dejado ásperas las manos de los artesanos de la construcción de entonces.
Desde su génesis, se trató de un edificio multifunción ya que no solo funcionaba como industria periodística, sino que también fue pensado con múltiples propósitos.
La planta está estructurada en torno a un patio central, con dos subsuelos, planta baja, locales destinados a sistemas de impresión y distribución del periódico, atención al público y comercialización, despachos y salas de recepción, salón de conferencias, departamentos para huéspedes de importancia, oficinas técnicas y administrativas, salones de esparcimiento para el personal.
La biblioteca de miles de volúmenes fue cerrada cuando se expropió el edificio en 1951 y así permaneció cinco años, penosamente varios ejemplares se perdieron.
Para quienes no contaban con una dirección fija podían recibir correos, utilizando la casilla postal del lugar. Un gran buzón de bronce que tiene grabadas las palabras “correos y telégrafo” da cuenta del uso popular del edificio desde sus comienzos.
Se destinaban oficinas para el servicio gratuito de salud y de asesoramiento jurídico. El tercer piso se destinaba a apartamentos para empleados con sus familias que, por razones de servicio debían estar todo el día en la casa a la espera de las nuevas buenas, o malas.
El sótano, imagino olía a tinta y estaba destinado al depósito de máquinas, separado de la administración que se encontraba en otro piso, un espacioso salón provisto de grandes ventanas vidriera.
Con iluminación eléctrica, el segundo subsuelo sería el núcleo tecnológico que proveía luz mediante instalaciones modernas. No me quiero olvidar del departamento de tipógrafos, el arte de la selección y disposición de letras y palabras sobre la imprenta. Corrían las noticias dentro de tubos neumáticos demostrando una vez más el uso de la tecnología en cada detalle.
El Salón Dorado, con palco y orquesta, surgió como “salón de conferencias populares” una suerte de templo consagrado a la “igualdad del hombre”.
Atenea se hace presente en las pinturas del cielorraso junto a siete musas. Tres gobelinos relatan la vida de Esther, simbolizando la paz y dentro del recinto. Sobre otra pared se exhibe un bajorrelieve de ángeles apocalípticos anunciando una revelación a través de la letra “P” de Palabra, Prensa y Periodismo.
Arriba la torre con faro de 50 metros sobre el nivel de la calle era un observatorio y contaba con mecanismos para dar noticias por señales. Por entonces, la información importante se anunciaba con bombas de estruendo y los transeúntes se agrupaban para hacerse eco de lo sucedido.
El 29 de julio de 1900 se inauguró una sirena para dar el anuncio del asesinato del rey Humberto I de Italia. Se anunció la llegada del hombre a la Luna en 1969, el título del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978, el desembarco en Malvinas en 1982, el regreso de la democracia en 1983 y últimamente en 2013, la asunción del Papa Francisco.
De cara al cielo, la icónica farola, una figura femenina que da identidad a la unidad es una escultura de bronce dorado de 5,50 metros de altura y 4.100 kilos, emplazada en 1898.
La estatua es una obra del escultor Maurice Bouval de la casa de Thibaut Frères de París. Desde lo alto, su brazo derecho sostiene una antorcha que ilumina el camino del periodismo, mientras que en su mano izquierda porta un periódico representativo de los acontecimientos, escribiendo paso a paso la historia de nuestro país, abogando por la libertad de prensa.
A causa de la caída del consumo del periódico, el edificio se vendió en 1988. Hoy es sede del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, fue declarado Museo Histórico Nacional por su valor histórico y arquitectónico.
En la actualidad, exposiciones, conferencias, congresos, conciertos, espectáculos y visitas guiadas son el gran motor cultural que debe permanecer a puertas abiertas, latiendo el recuerdo de los sucesos vividos a viva voz de la verdad.