"El requisito más importante para que un objeto sea considerado bello, es que cumpla con el propósito para el que fue concebido".
Antonio Gaudí.
La ciudad de Buenos Aires esconde joyas arquitectónicas que muchas veces pasan desapercibidas: las cúpulas. Hacia el año 1900, estos remates espectaculares convertían a los edificios en símbolo de la suntuosidad de la burguesía que detentaba el poder nacional y le daban fuerza expresiva a las residencias particulares.
Al día de hoy muchas siguen casi intactas, obligándonos a levantar la mirada para apreciar su distinguida belleza. Entre las más destacadas que se mantienen espléndidas ante el paso del tiempo se encuentra la del icónico edifico “No hi ha somnis impossibles”, que le rinde homenaje al gran arquitecto español Antonio Gaudí.
La frase “No hi ha somnis impossibles” quedó inmortalizada en la historia del centro porteño gracias a esta cúpula romántica que corona el edificio ubicado en la esquina de Rivadavia y Ayacucho, a pocos pasos del Congreso de la Nación Argentina.
Construido en el año 1907 por el ingeniero argentino Eduardo Rodriguez Ortega como edificio de rentas, es un claro ejemplo de la influencia del arquitecto español Gaudí y el modernismo Catalán, y fue toda una novedad en las construcciones locales de la época por el material utilizado, el llamado “ferrocemento” (antecedente del hormigón armado).
#DatoCementero
¿Qué es el ferrocemento? Es un material de construcción compuesto por cemento, arena, malla de alambre y agua. Se empezó a utilizar en el siglo XIX y entre sus beneficios se destacan su ligereza, resistencia al fuego y a los terremotos. Además, es más económico que la construcción con cemento armado y no se oxida. Para construir con ferrocemento se parte de un alma de red de alambre que se recubre con el mortero de cemento, arena y agua. El grueso de este mortero suele ser de entre 10 a 30 milímetros. Se necesita aproximadamente un mes para que tome las características físicas de endurecimiento y resistencia requeridas.
En el edificio se pueden observar ornamentos idénticos en los de la casa Batlló y una reproducción a escala de la puerta del Dragón de la Finca Güell de Barcelona.
Por otro lado, el área de la fachada comprendida entre la cornisa inferior (ubicada sobre el basamento) y la superior (ubicada sobre el tercer piso) está modulada por la presencia de importantes pilastras que se apoyan sobre vistosas hojas de acanto y sus capiteles que han sido reemplazados por sugestivos rostros femeninos (propio de Gaudí y del modernismo la utilización de originales formas y motivos tomados de la naturaleza).
Pero el rasgo más modernista es la cúpula, que cuenta con 952 piezas de vidrio espejado. Ubicada en el último piso, se desarrolla en tres niveles:
- La parte baja, de planta poligonal, alberga una gran recepción con 3 ventanas que miran hacia la esquina; y tiene un acceso independiente desde la terraza.
- El nivel intermedio contiene un gran dormitorio circundado por las 8 aberturas vidriadas y ovales.
- El cupulín, que oficia de remate, es un mirador al que se accede por una escalera retráctil. Ofrece un telescopio de grandes dimensiones para mirar las estrellas durante las noches despejadas.
Es en la terraza de 350 m2 que circunda la cúpula es donde se lucen dos estructuras de hierro que representan, en escala, la Puerta del Dragón de la Finca Güell, en Barcelona, España, diseñada por Gaudí.
El resto de los pisos están ocupados por departamentos privados de aproximadamente 219 m2 de superficie total. En la planta baja y el entrepiso hay un gran local destinado a comercio.
Como muchos edificios antiguos de la ciudad, en los años 90 se encontraba en un gran estado de deterioro. El paso del tiempo y el olvido, lo dejaron prácticamente en el abandono con su cúpula prácticamente destruida. Pero en 1999 una empresa privada compró el 4º piso del edificio, que incluía la propiedad de la terraza y la cúpula, y se encargaron de su restauración.
Fue el arquitecto Fernando Lorenzi quien usó las 952 piezas de vidrio espejado para cerrar todas las aberturas y rescató las ornamentaciones, réplicas exactas de la famosa Casa Battló, que hasta incluyen algunas chimeneas que muestran siluetas de guerreros.
Se trataron los frentes con hidrolavado, se repararon las medianeras, se repusieron piezas desprendidas, barandas faltantes, herrería y se restauraron muchos ornamentos florales. Durante las obras, un pequeño ascensor fue agregado; realizado en fina herrería artística, con puertas tijeras y espejos en su interior para mantener el estilo del edificio. También se procedió a quitar toda la cartelería y a iluminarlo de manera tal que de noche, la visión de la cúpula vidriada resulte magnífica.
Al finalizar la restauración, Lorenzi decidió rendirle un pequeño homenaje al gran Gaudí. Y en el sector de la cornisa superior, que corresponde a la base de la cúpula, incorporó la famosa leyenda “No hi ha somnis impossibles“, no hay sueños imposibles, en catalán.
La frase tiene mucho del espíritu de la popular anécdota que cuentan sobre Gaudí, cuando en 1883 presentó su proyecto para la basílica La Sagrada Familia en Barcelona, y le dijeron “Eso le va a llevar muchos años”, a lo que él respondió: “Puede ser, pero mi cliente (Dios) tiene todo el tiempo del mundo”.
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