Historias de Cemento: Palacio López Merino, la residencia que guarda un misterio – Revista Para Ti
 

Historias de Cemento: Palacio López Merino, la residencia que guarda un misterio

En esta nueva edición los invito a conocer la historia del palacio pintoresquista, donde nació el poeta amigo de Borges y exponente de la literatura platense. Con ustedes, el Palacio López Merino.
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“Cuando yo muera, amigo, habrá quedado en esta calle lo mejor que tengo: El rosal escondido de mis penas y la música vaga de mis sueños”.

Francisco López Merino (1904 - 1928)

El poeta Francisco López Merino describe a La Plata como “La ciudad de silencio uniforme, de veredas soleadas, de cielos claros”

Aquel día, la niebla de la autopista era atemorizante, sin horizonte. Ya entre diagonales, recorriendo sus calles me crucé con eufóricos estudiantes con el sueño cumplido, llegando hasta la catedral sonaban los bocinazos y una mezcla de gratitud, harina y aplausos se volvían festejo. Pero a pocas cuadras, encuentro esas veredas soleadas que describe el poeta, será que estaba cerca.

Reconozco el magnífico edificio, ingreso por las escaleras de mármol gastado y me aquieto.

Allí se respiraba poesía, la casa del poeta tiene el frágil encanto de las letras suspendidas en el aire.

El ilustre escribano Francisco Toribio López encargó al arquitecto Francisco Villar este petit hotel, de líneas románticas, pintoresquista, claramente influenciado por el Art Nouveau de entonces.

El palacio conserva sus ornamentos, no así el terreno contiguo que llegaba hasta la calle 12 que fue loteado quedando tan solo el edificio actual entre las construcciones modernas que lo precedieron.

El proyecto inició su construcción en 1905, inaugurándose en 1910 como vivienda unifamiliar con un total de 33 ambientes. Allí vivió la familia López Merino.

El escribano Francisco Toribio López y su esposa América Merino eran uruguayos. Del matrimonio nacieron seis hijos, cinco mujeres y un varón, "PANCHITO" López Merino.

Una familia de clase acomodada, probablemente acunando el arte, Francisco “Panchito” como le decían, tocaba el violoncelo, le gustaba leer en francés y tenía gustos refinados.

Comentan que la muerte de su padre ocurrida cuando era niño y luego la de una hermana con sólo 22 años marcaron su poesía con tintes melancólicos, de una oscura tristeza que lo llevaría al prematuro desenlace de su vida.

El edificio cuenta con la opulencia de los palacetes de 1900, una sutil ornamentación romántica y la generosidad de tan nobles materiales hicieron trascender la majestuosa construcción para legar a La Plata el arte de sus formas.

Luisa Ramírez, la coordinadora de la Biblioteca me llevó a recorrer sus rincones, plagados de libros, historia y recuerdos que bien supo contar. Asfixiada por la oxidante lignina, el polvo reina y el moho habita.

Los techos altos, grandes ventanas, escalera principal y de servicio hacia el sótano y bohardilla, balcones y un patio trasero con un árbol de magnolias gigante completan el recorrido. Las bibliotecas acunan más de 65.000 volúmenes entre propios y donados. Son tantos que aún continúa la tarea de clasificación.

Es urgente el rescate edilicio. Los techos filtran agua, de las paredes brota humedad, los pisos crujen quejas. El mobiliario es escaso, pero sobresalen joyas del pasado cercano, cristaleros con recuerdos, aparadores de vidrio con restos de mampostería expuestos como piezas de arte.

Para 1962 la Municipalidad de La Plata adquirió el palacio y a lo largo de los años funcionaron varias oficinas municipales.

En la actualidad, el Palacio López Merino alberga al Complejo Bibliotecario Municipal, con cuatro bibliotecas y una hemeroteca. Claramente, la literatura forma parte del patrimonio de la ciudad de las diagonales y esta residencia comulga con el legado cultural.

Actualmente se realizan ciclos de conferencias, cursos y talleres, presentación de libros y certámenes internacionales de Poesía, un gran trabajo de coordinación a cargo de Luisa, que quiere esta casa con un amor que trasciende su trabajo.

La residencia estuvo habitada por varias familias desde sus primeros dueños y se han realizado varias intervenciones moviendo la funcionalidad de sus ambientes que claman un mantra de rescate.

Insisto, es preciso y es urgente su puesta en valor y mantenimiento para ganarle a la destrucción que genera el paso del tiempo.

El único niño de la familia López Marino fue poeta. Ya muy joven Francisco, apasionado por las letras, publicó su primer folleto de poemas "Horas de amor" a sus dieciséis años y, tras varias obras aparece su primer libro en 1923 “Tono menor”.

López Merino solía difundir sus versos en diarios y revistas como El Argentino, El Día o Crónica Social. Para 1925, se conoció su último libro "Las tardes".

Amigo de Borges, quien lo describe como un “poeta dandy”, pertenecían a la generación de escritores de gomina y corbata, de largas charlas y encuentros literarios. Sobre un escritorio de la casa hay una foto con Jorge Luis Borges que los encuentra sentados en un banco del Jardín Zoológico de Buenos Aires, jóvenes, alegres e idealistas.

Francisco López Merino integró el Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes junto a Raúl González Tuñón, Leopoldo Marechal, Borges y otros.

Dicen que este último llegaba en tren a La Plata y se encontraban en la ya desaparecida confitería “El Rayo” frente a la estación con otras personalidades como Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón o Nicolas Olivari.

López Merino escribió artículos en la revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata y su ópera prima, “Las tardes” sería la obra que lo lleva al reconocimiento de los diarios más importantes de entonces.

Era otoño, el 22 de mayo de 1928, Francisco López Merino, de 23 años, estaba con su amigo Juan Nicolás Rozos en la confitería del Jockey Club de La Plata. El Jockey Club era un elegante espacio con espíritu burgués, engalanado por personalidades como el pintor holandés Stephen Koekkoek, el intendente Luís María Berro, el escribano Juan Nicolás Rozos, el filólogo alemán Robert Lehman-Nitsche.

En medio de la charla, Francisco López Merino se dirige al baño. Desde la sala, dicen escuchar el disparo que acaba con su vida. Allí decidió, frente al espejo del baño del antiguo Jockey Club de La Plata encarnar la muerte, como un final poético de una obra literaria.

«El alma se me llena de estrellas, cuando pienso que moriré. Imagino espirales de incienso, decorando la caja mortuoria, luego el canto triste de las campanas…». Será que presagió su final y nadie notó sus dichos.

Hubo una mano para crear, la misma que apagó su corta vida. ¿Cómo esa voraz y trágica decisión puede habernos arrebatado su poesía? Será que fue un espejo, el del Jockey Club que guarda el misterio. Ese mismo espejo que hoy se expone en la casa. Allí permanece para que, al vernos, nos encontremos con su reflejo para siempre. El espejo fue su último testigo y afuera, afuera suenan las campanas.

Gracias Luisa Ramírez. @palaciofranciscolopezmerino

Fuente: Biblioteca López Merino.

Fotos: Silvina Gerard @silvina_en_casapines

Más información en parati.com.ar

 

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