“La arquitectura debe hablar de su tiempo y su lugar, y a la vez, anhelar la eternidad”.
Frank Gehry.
Es bien sabido que, en nombre de la civilización y extensión territorial, numerosas tolderías indígenas, entre ellas Guarandíes, Pehuelches, Chechehets, Tehuelches y Boronganos, conocidas como grupos Pampas, han perdido territorio de manera salvaje. El actual partido de Pringles, cercano al arroyo Pillahuincó, fue escenario de malones y correrías que desafiaron el destino de quienes, a fuerza de engaño debieron ceder su lugar de origen. Para entonces, serían Adolfo Alsina y el General Julio Argentino Roca quienes vencieron la resistencia indígena entre los años 1877 y 1879, tachando objetivos sobre la inmensa llanura.
Hacia 1883 el estado argentino dispuso la creación de doce pueblos sobre el territorio conquistado. Uno de ellos fue Coronel Pringles, 518 km distante de Buenos Aires.
Un hacendado proveniente de Ranchos, Don Juan Pablo Cabrera fue el fundador del pueblo, siendo designado Juez de Paz y, junto a él, Don Felipe Medina, intendente. Ya es parte del recuerdo popular la primera reunión para tal fin en la pulpería “La Alfalfa”, de Don Palmiro Milani. Las sucesivas Comisiones Municipales, con base en la pulpería oficiando como Juzgado de Paz, determinaron la fundación del pueblo, la configuración el trazado urbano y la futura construcción de edificios públicos, escribiendo las primeras páginas de historia que lo declararían ciudad años más tarde, en julio de 1934.
La inmigración europea contribuyó a este crecimiento. Nacieron así, la Sociedad Cosmopolita (1885), Sociedad Italiana (1887), Asociación Española (1890), Sociedad Francesa (1903), Sociedad Israelita (1914), dando una idea de la composición poblacional incorporada a la base criolla y aborigen de entonces.
Pero la historia tendría aun más para Pringles, porque se levantarían allí construcciones dantescas de la mano del enigmático arquitecto Francisco Salamone (1897-1959). Nacido en la localidad siciliana de Leonforte, fue uno de los cinco hijos del matrimonio del arquitecto Salvatore Salamone y Antonia D'Anna. Francisco llegó a nuestro país de niño junto a su familia para los primeros años del naciente 1900. Aquí estudió, egresando como Maestro Mayor de Obras en el colegio Otto Krause con 18 años. Más tarde partió a Córdoba, donde obtuvo el título de arquitecto e ingeniero en 1919, plasmando en esa provincia su opera prima.
El arquitecto echó raíces en esta tierra casándose con Adolfina Vlieghe de Croft, hija de un cónsul, con quien tuvo cuatro hijos, Ricardo, Roberto, Ana María y Stella Maris.
Corrían los años 30 en Argentina, una década que abarcaría un período de identidad conservadora, autoritaria, católica y nacionalista. La literatura estuvo signada por la muerte de Alfonsina Storni, Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones. La tensión democracia-autoritarismo se reflejó en las novelas de Roberto Arlt o las tensiones entre revistas como Sur y Contra. Una década que se recordaría por la construcción de los edificios más emblemáticos, el Llao Llao en Bariloche y el Casino, Rambla y Hotel Provincial sobre la Bahía Bristol de Mar del Plata.
Manuel Antonio Fresco (1888-1971), un médico que había trabajado en el Hospital Fiorito de Avellaneda asumió el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Como parte del plan de gobierno, promovió cuantiosas obras públicas, viales, agrarias, con políticas de salud, trabajo y educación, representando el ideario de estado fuerte y presente. Para cumplir su propósito se contrató al arquitecto Francisco Salamone quien realizaría más de setenta obras públicas en menos de cuatro años. Veinte recónditos pueblos y pequeñas ciudades, principalmente al sudoeste de la provincia de Buenos Aires, entre ellos, Guaminí, Azul, Carhué, Laprida, Balcarce, Saldungaray, Tornquist, Rauch y aquí, en Coronel Pringles, inaugurarían obras encargadas por el Estado entre 1936 y 1940, en el marco de un gobierno nacionalista.
La arquitectura de Salamone está asociada a la imagen de administración eficiente del estado, adquiriendo una fuerte simbología con un rol paternalista. Edificios de características robustas, bajo el lema propagandista del gobernador Fresco que rezaba “Dios, Patria y Hogar”.
Las condiciones eran óptimas ya que además de la contratación de mano de obra local desocupada; se aprovechó el bajo costo del hormigón en el mercado, como resultante de la crisis.
Salamone, un arquitecto full time, dominaba las alturas de la mano del concreto, lo llamaban “el arquitecto de la piedra líquida”. Tan minucioso fue que hasta la luminaria llevaba su sello, diseñaba las lámparas interiores y exteriores. Un mix de estilos lo hacían único, visibilizando el monumentalismo que combinaba con elementos del art déco y el expresionismo europeo.
Dato Cementero:
El Palacio Municipal de Coronel Pringles está ubicado en el centro de la Plaza Juan Pascual Pringles e incluye un largo boulevard que sólo se corta ante el edificio. Esta plaza ocupa dos manzanas, con un amplio óvalo en el medio. Los módulos estilísticos de su masa colosal se repiten en los faroles, bancos, pérgolas y fuentes, así como en el embaldosado de sus veredas. La plantación también fue dirigida por el artista, y se utilizaron rarísimas especies hiperbóreas que según la leyenda del pueblo se extinguieron o degeneraron en sus lugares de origen y quedaron como especímenes únicos en Pringles. La excepción a este exotismo fueron los elegantes tilos que en doble fila flanquean las veredas perimetrales.
Frente a la plaza central, el Palacio Municipal de Coronel Pringles fue construido en 1938 sobre lo que era un monte de eucaliptos. Compuesto de dos cuerpos distintivos, uno horizontal y otro vertical, está coronado por la icónica torre del reloj. Su imponente altura supera a la iglesia local, otorgando la idea de supremacía del Estado y su control sobre el tiempo y el lugar.
La torre se eleva a una altitud de 38 metros, mientras que la superficie cubierta abarca aproximadamente 1200 metros cuadrados. Una particularidad única es la presencia de plazas en los laterales del edificio, abrazándolo. Los pisos, con baldosas blancas, negras y grises dan la sensación de ser irregulares, generando sensación de movimiento que resulta hipnótica.
El Palacio Municipal abarca dos manzanas y mantiene una simetría que se extiende a lo largo de la Avenida 25 de Mayo, que también alberga otra obra diseñada por el mismo Salamone.
Despliegan indiscutiblemente el estilo Art-Decó, que surgió en 1925 en la Exposición Internacional de Artes Decorativas. Su principal característica es el uso de líneas definidas, contornos nítidos y formas simétricas y elegantes. Es uno de los movimientos que surgen como manifestación del racionalismo del siglo XX y de la inminente industrialización del mundo con el avance de la técnica. Este “futurismo italiano” culmina en la pampa con el célebre Francisco Salamone.
Mientras tanto, por esos esos años en la city admiraban el Kavanagh, frente a Plaza San Martín, el Comega y el Safico, con su singular remate escalonado como los rascacielos neoyorquinos, derroche de modernidad porteña. Sólidos volúmenes cúbicos, de morfología elemental claramente articulados, de mínimas formas decorativas.
Lo cierto es que esta arquitectura moderna y blanca de los años ’30, le ha dejado a Buenos Aires una impronta contradictoria y única, reconocida en los ámbitos académicos arquitectónicos más importantes del mundo.
Salamone, el misterioso autor de los gigantes de hormigón y las siluetas exageradas, esas que recortaron el horizonte pampeano quedando en olvido, tal vez por el frio contraste de sus formas sobre la ondulada llanura. Firmes volúmenes, anhelando la promesa de cobijo del estado protector, que no pudo evitar convertir a Salamone en leyenda, enigmático e incógnito, sin dudas eterno.
Fuente: municipalidad de Coronel Pringles.
Fotos: Victoria Alfano @ma.victoriaalfano.
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