“Proteged orientales, con empeño, y ayudad en su empresa al sin segundo, Rematador mejor del Nuevo Mundo; y veréis un milagro en sus afanes. Ah, ¡de las piedras toscas hará panes!”
Juan Manuel Bonifaz (1805-1886) Poeta y maestro.
Punta Lara, una extensión de la Pampa Húmeda que se vuelca al Plata, es un rincón del partido de Ensenada por donde el poniente ilumina el gran estuario está vinculado y tan cercano al extremo oriental, a solo 42 km se aleja de su otra mitad, Colonia, que en línea recta completa el puzzle en el mapa rioplatense. Estas tierras están plagadas de hombres y mujeres que dejaron su sello fundador en un nomenclador de ciudades y parajes, con sus apellidos, por sus actos fundacionales.
El español Luis Castells y Sivilla (1858-1897) fue un empresario, comerciante y banquero que se estableció en Buenos Aires siendo muy joven. Contrajo matrimonio con Elisa Uriburu, hija del personaje político Francisco Uriburu, quien aprobara el trazado para la construcción del pueblo de Villa Elisa, en honor a su amada hija. Del matrimonio nacen dos herederos que, como se acostumbraba en ese tiempo, llevan los mismos nombres que sus progenitores.
Luis Castells y Sivilla estuvo vinculado con los inicios del Banco Transatlántico, que fracasó en 1890 como consecuencia de la crisis económica que afectó al país. Se dedicó al negocio de estancias en la Argentina, actividad que lo posicionaría por su participación en entidades mercantiles y financieras.
En el año 1880 Luis Castells compra la Estancia Punta Lara, dicen con casi cinco mil hectáreas que se extenderían desde el Parque Pereyra hasta los márgenes del río. La zona estaba destinada a la explotación ganadera y a la cría de caballos.
Allí proyecta un gran palacio frente al espejo de agua del Rio de la Plata, bordeado de las arenas blancas de entonces. Sus planes se desvanecen a causa de la gran crisis económica de 1890 y el fallecimiento de su hija Elisa Castells Uriburu quien habría muerto muy pequeña.
Dicen por ahí, fueron los sucesos que lo llevaría al suicidio. Sus restos se encuentran en el panteón familiar del cementerio de la Recoleta. La localidad de Villa Castells, ubicada en las cercanías de la ciudad de La Plata, conmemora su nombre. Castells murió sin no ver su sueño hecho realidad. Afortunadamente, ese soñado palacio lo construiría su hijo Luis Castells Uriburu (1889-1936) entre 1907 y 1910 coincidiendo su inauguración con el Centenario de la Revolución de Mayo.
La mansión rioplatense se levantó sobre el Camino Costanero Almirante Brown, entre las calles 26 y 40 de Punta Lara, un área verde que fuera diseñada en 1912 por el famoso arquitecto y paisajista Carlos Thays quien en aquellos años era nada más y nada menos que el director de Parques y Paseos Públicos.
El palacio fue centro de lujosas fiestas de la clase aristocrática argentina de principios del siglo XX.
La historia del palacio de los Castells Uriburu da un giro de timón hacia el vecino país, Uruguay. De las tierras de la comarca oriental llega el uruguayo Fernando Juan Santiago Francisco María Piria de Grossi (1847-1933) hijo de inmigrantes genoveses. Francisco Piria fue un hábil hombre de negocios. Pionero de las playas de Uruguay, donde compró las tierras que dieran inicio al balneario que lleva su nombre, Piriápolis. En 1905 construyó el primer Gran Hotel, llamado Hotel Piriápolis, único en su tiempo.
Llega a nuestro país luego de su exitosa tarea como rematador en Uruguay, dicen que remataba las tierras con la facilidad del pago en cuotas, lo que lo llevó a una cuantiosa fortuna “rematador mejor del nuevo mundo” según el poema de Bonifaz.
Con la intención de transformar la zona de Punta Lara en un atractivo balneario se dispone a la compra de la mansión de los Castells Uriburu en el año 1925, así como lo hiciere en su vecino país. Pionero y visionario quiso desarrollar aquí un balneario como Piriápolis, ofreciendo un prometedor desarrollo en la zona.
Como dueño de la mansión que ahora llevaba su nombre, Piria realizó varias transformaciones en el interior del palacio, mejorando la decoración de esta bellísima residencia palaciega de estilo italianizante. Tal vez, sus viajes a Europa inspiraron el modo de reproducir la arquitectura del viejo mundo, muy conocido por él después de haber viajado casi en treinta oportunidades a lo largo de su vida.
Comenzaron las obras con artesanos de la madera tallada en los revestimientos de las habitaciones del primer piso, magníficos espejos biselados, herrajes de bronce, ornamentación y adornos en las salas. Las fachadas fueron revestidas en símil piedra. El palacio, de 1500 metros cuadrados y de estilo renacentista, tiene tres plantas.
En el exterior, la mansión tiene una doble escalinata de mármol de Carrara que lleva a una recepción central en forma de semicírculo, sostenida por varias columnas palaciegas. Las que se disponen en las galerías laterales son de orden corintio, de gran belleza. En total, en el perímetro de toda la construcción hay 40 columnas corintias y, desde la escalinata es posible ver el río y sus destellos de plata.
Piria prometía desarrollar un balneario y para eso propuso a las autoridades provinciales la construcción de un camino que uniera la ciudad de La Plata con Punta Lara, mejorar los accesos haría al crecimiento indiscutido de la zona y el progreso de un nuevo balneario. Piria ofrecía ocuparse del acondicionamiento de las playas, gestionando remates para lotear los terrenos y atraer a otros para que construyeran sus casas de verano. Dicen que la causa de su fracaso se habría llamado “burocracia”. Parece que los papeles con el prometedor proyecto fueron pasando de mano en mano y el tiempo infértil habría cansado a Piria, quien regresó a Uruguay junto a su familia.
Para 1947 el Palacio y las 141 hectáreas que lo contiene pasaron a manos del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires por donación de los Piria, para uso residencial de los gobernadores. No se concretó.
Ya en manos de la gobernación la mansión Piria se utilizó como colonia de vacaciones para niños en situación de vulnerabilidad y años más tarde fue cedido a la Municipalidad de Ensenada. Una ley lo declaró Monumento Histórico y fue incorporado al Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires.
Entre 1995 y 2002, el edificio sufrió una serie de vandalismos e intromisiones que habrían terminado por deteriorarlo. Parece estar bajo el manto de las idas y vueltas de la burocracia o vaya a saber que mal lo aqueja, como una mansión maldita los proyectos de volverlo vivo nuca prosperaron. Tal es el caso del proyecto de la “Casa Española de Mujeres” que en 2011 se ofreció para restaurar el Palacio Piria y logró juntar los fondos requeridos. Sin embargo, el proyecto quedó encajonado y al pasar los años el CEM decidió retirarse.
Frente a tamaña obra, veo una construcción que hoy se encuentra en avanzado estado de deterioro, se desdibujan las ideas de progreso y se borran todas las esperanzas de pensar “real” cualquier promesa de reconstrucción.
Adentro, todo colapsó, quedando solo las paredes exteriores y columnas en pie en muy frágil estado y al borde del derrumbe. A simple vista, hay muros total o parcialmente destruidos, las fisuras y filtraciones produjeron el derrumbe total del corazón de la construcción. Carece de cielorrasos, puede observarse la falta total de cerramientos y carpinterías. Se han saqueado hasta los balaustres, el ornamento y está actualmente invadido por la vegetación que se apropió del lugar, en gran parte a cielo abierto.
Los cercos que prohíben el acceso están destruidos, los curiosos han entrado infinidad de veces a pesar del peligro inminente que, con solo verlo, valida el riesgo de ingreso.
Hubo un tiempo en que las ideas leudaron un próspero progreso. Pero, los tiempos de los hombres y, a pesar de estar el proyecto siempre “en agenda”, mezquinaron el patrimonio histórico que Punta Lara disponía para los propios y ajenos.
El palacio Piria no parece latir, parece haber sido desterrado del patrimonio cultural. Y si son reprochables mis dichos, “veamos un milagro en sus afanes. Ah, ¡de las piedras toscas hagan panes!”.