“Por la blanda arena que lame el mar, su pequeña huella no vuelve más, un sendero solo de pena y silencio llegó hasta el agua profunda. Un sendero solo de penas mudas llegó, hasta la espuma.” Ariel Ramírez y Félix Luna.
De la mano del pujante crecimiento nacional, allá por fines del siglo XIX, muchos se ocuparon frente a la imparable modernización de gestar la idea de vacacionar como se veía hacerlo en los balnearios de las costas francesas. Biarritz o Trouville mostraban al mundo, a través de sus veraneantes, una nueva manera de lucir las almas al fuego del verano.
Mar del Plata, fundada en 1874 por Patricio Peralta Ramos, no tardó en imponerse como un balneario de élite. Luego del primer Grand Hotel de Pedro Luro de 1881 se construyó el Bristol Hotel y algunas residencias familiares donde antes solo había vizcacheras.
Para 1883, la heroica hazaña de diez horas comenzaba en tren desde Buenos Aires hasta la estación de Maipú. Luego seguían en galeras o hasta a caballo. El entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dardo Rocha (1838-1931) en su visita a la ciudad balnearia, prometió extender las vías desde Maipú hasta Mar del Plata, impactado por la belleza del centro turístico.
Todo cuanto pudiese hacerse se haría, augurando la llegada en escalado ascenso de distinguidos visitantes. Los de la llamada generación del 80 llegaban cargados de equipaje para su estancia de largos meses en los que dejaban las residencias de Buenos Aires y quintas para disfrutar del aire de mar. A partir de 1886 la llegada del tren “Ferrocarril del Sud” a las costas de Mar del Plata sería el link de acceso directo a las playas de una ciudad que estaba naciendo, imparable.
Tip Cementero
El Chalet de Tur se enmarca en el estilo de Art Nouveau. El acceso se realiza a través de un porche curvo con altas columnas que en la planta alta se transforman en un balcón continuando la misma forma de la entrada, con barandas y columnas de maderas. Las fachadas presentan aberturas de diferentes formas y tamaños denotando las lineas de la naturaleza, una de las destacas características de dicho estilo.
Los muros son de piedra con aparejo irregular y junta expuesta hasta la mitad del segundo nivel, cuando se cambia a revoque rustico. Se remarcan con ladrillo a la vista los arcos contramarcos y dinteles de las aberturas.
Según las notas de Caras y Caretas, no fue hasta 1910 cuando los bañistas imponen la moda de “meterse al mar.” Mucho ha cambiado desde entonces, cuando los paseos por la rambla eran un desfile de trajes y sombreros, encajes y suntuosos vestidos, muchos europeos.
Los bailes de smoking con habano en mano generalmente se daban en los hoteles mientras que las fiestas en residencias familiares, dotadas de personal doméstico, se convertían en el escenario donde se presentaban en sociedad a “las señoritas por casar”. Casualmente años después, Mar del Plata se convertiría en el lugar elegido para pasar la luna de miel de muchas generaciones de recién casados.
Las familias patricias, políticos y hasta personalidades del arte construían sus residencias a la vera del mar, preferentemente sobre las lomas, las cuales están rematadas por las iglesias Santa Cecilia (primera de la ciudad 1873), la del Divino Rostro y la de Stella Maris.
Desafortunadamente muchas de las primeras casas particulares de Mar del Plata desaparecieron, otras son aún testigo del paso del tiempo y la historia.
Una de esas construcciones se destaca por el estilo Art Nouveau rural. Tanto es así que es considerada el único ejemplo pintoresquista con elementos del Art Nouveau de la ciudad. Se trata del Chalet de Tur, conocido como Villa Tur, en la loma de Stella Maris.
Próxima al mar, la residencia se ubica en la calle Güemes 2342 y fue construida en 1908 por las manos de su dueño, el constructor José Guillermo Tur bajo el proyecto del arquitecto francés Luis Laverdet de la escuela secesionista vienesa.
El Art Nouveau es un movimiento que se desarrolló fundamentalmente en sectores inmigrantes de clase alta buscando “pertenecer”. Un estilo arquitectónico con elementos de la naturaleza, destacado por los patrones florales y del reino vegetal, trabajado por frentistas y albañiles especializados.
Perteneciente al período de la Belle Epoque y del pintoresquismo, época de pujanza económica y satisfacción social gracias al éxito económico que en nuestro país garantizaban los saladeros, la explotación agropecuaria y las industrias prósperas.
Villa Tur es una obra arquitectónica que se desarrolla en dos plantas y entretechos.
El acceso se realiza a través de una escalinata cuyos escalones la eleva hacia un porche curvo con cuatro altas columnas que en la planta superior se transforman en un balcón, continuando la misma forma de la entrada, con barandas, columnas de madera, arabescos en las aberturas y techo de teja francesa. Una lampara colgante de hierro forjado y vidrio sigue los lineamientos del estilo, acentuando la entrada principal que ilumina el acceso.
Las fachadas presentan aberturas de diferentes formas y tamaños denotando las líneas de la naturaleza, propios del estilo Art Nouveau. Los muros de piedra presentan aparejo irregular y las juntas expuestas están presentes solo hasta la mitad del segundo nivel, cambiando la trama a revoque rústico. Aparece el ladrillo a la vista en los arcos, contramarcos y dinteles de las aberturas con hermosos vitrales que continúan el patrón floral.
Se encuentra ornamentada en el exterior por varias piezas de cerámica con motivos florales que pueden verse desde la vereda y cabezas de leones o flores expuestos debajo de los aleros y ménsulas.
Su arquitectura está ligada con lo paisajístico, formando parte del conjunto de residencias veraniegas como la Villa Ortiz Basualdo, Alzaga Unzué, Magnasco, entre otras con peor suerte que ya se han desaparecido.
Salvado de una posible demolición, el Chalet de Tur fue vendido al médico pediatra mendocino Eliseo Ortiz. En 1922 la propiedad se vende a Manuel Alberto Iriarte y María Luisa Zoila Aldasoro de Iriarte, quienes lo conservaron por más de 70 años. También funcionó como Cámara de Criadores de Chinchillas y luego perteneció a la Asociación de Dirigentes de Ventas.
A partir de 1930, la ciudad se ve movilizada por la practica del turismo social y colonias de verano. El tejido urbano había sido trazado y se reconocería su identidad de estilos que confluyen en técnicas y materiales locales, entre los que se destacan la piedra Mar del Plata, las maderas, las tejas y cerámicas, muestra clara de una nueva identidad arquitectónica: el “chalet” marplatense.
La arquitectura del chalet se caracteriza por la asimetría, la unidad disimulada, el carácter aditivo en sus volúmenes y ornamentos de diversa índole.
La arquitectura de elite sería imitada, aunque en lotes más pequeños y composiciones más sencillas, dando lugar a una arquitectura popular o doméstica. Este estilo es llamado "Pintoresquismo Marplatense" y posteriormente el conocido "estilo Mar del Plata".
Las obras de construcción en Mar del Plata se multiplican mostrando el pico más alto de crecimiento en los años ´60 y ´70 de la mano del turismo masivo. Pronto, lo saludable de la vida frente al mar se hace accesible a las masas que encuentran en la ciudad feliz un destino para las vacaciones anuales que recomponen el cuerpo del arduo trabajo obrero. Es cuando muchos de los primeros turistas viran a otras costas como Punta del Este, abandonando grandes residencias y palacios marplatenses, algunos ya demolidos. Años de procesos sociales y nuevos balnearios que crecieron a la par. Las modas cambian, los destinos también.
Vastas paginas de libros nombran a Pedro Luro como el inmigrante vasco que forjó trabajo en esas tierras, construyendo las bases de lo que hoy conocemos. Mucho ha pasado desde entonces, Mar del Plata y su arquitectura sufre un irreparable e irrespetuoso proceso de demolición por el que la ciudadanía toda debe abogar, la protección edilicia.
Los destinos de la ciudad balnearia y su patrimonio cultural estarían marcados por la falta de recursos para mantener las residencias que, como si fuera poco son azotadas por los vientos del sur, el fuerte sol del verano y el salitre que corroe y sella el paso de los años.
Villa Tur fue declarada Bien Patrimonial (ordenanza 15728) promulgada en diciembre de 2003 por su valor histórico, social, artístico, arquitectónico y ambiental. Dicen que actualmente pertenece a un abogado quien se empeña en mantenerla, supongo que, con denodada pasión.
Villa Tur, tus cimientos están a salvo, testigo del paso de los años. Gloriosos años de una ciudad feliz que tuvo futuro, hoy nuestro presente.
Fuente: Patrimonio Arquitectónico Marplatense.
Fotos: gentileza Oscar Martín Casemayor y Turismo Mar del Plata (@turismomardelplata).
