La corriente del riacho mece sus juncos y a cada paso crujen las hojas escarlatas de cipreses viejos, develando que es el otoño quien está oxidando las islas.
La desembocadura del riachuelo de "Las Conchas", llamado así por las conchillas y caracolas en su lecho, crean un Delta vivo y aquí, las puestas de sol tienen doble gozo, al horizonte y al reflejo ondeado del arroyo que peregrinamos.
El Delta tiene un enorme potencial productivo, como lo relata Sarmiento en los artículos que escribió entre 1855 y 1883 reunidos en su libro "El Carapachay". Los pavos del monte fueron testigo de su promesa heroica. Desarrollar la zona así, como una Venecia. En vías de cumplirlo, Sarmiento hace traer varas de mimbre de Chile dando origen a esta actividad en las islas.
Durante muchos años el Delta abasteció de frutas y verduras a la ciudad de Buenos Aires y se comercializaban maderas, juncos y mimbres. La zona contaba con árboles frutales como naranjos, limoneros, nogales, ciruelos, mandarinos y plantas que regaba el río, helechos, hortensias, azaleas, camelias…
La mercadería se transportaba en grandes canastos de mimbre que los isleños tejían en sus quintas y se vendían y distribuían desde el Puerto de Frutos, tradicional feria de Tigre que desde 1933 luce su faena.
Acompañando la próspera actividad económica en la zona, la Orden de los Franciscanos, que estaban en Buenos Aires desde su fundación, se instalan en 1895 en una isla sobre el arroyo "Gallo fiambre".
Allí se embarcan en varias tareas que girarán en torno al convento que mandan construir, el Convento San Francisco.
Los monjes de la orden generan acciones que permitieran socializar y evangelizar. Como misioneros, hacían una fuerte tarea comunitaria con los isleños de la zona.
Funcionaba en el convento, una escuela primaria mixta con talleres de oficios de avanzada para la época.
Las historias sobre el canal abundan, bañan de misterio hasta el nombre del arroyo, "Gallo Fiambre". Se dice que remite a la carne de pollo viejo hecho fiambre por los monjes.
Pero lo cierto es que frente al convento funcionaba la famosa fábrica de sidra Real, por el mismo sendero, la casa Octagón era el restaurante de los empleados.
La producción de manzanas era abundante en el Delta y, como circuito productivo natural, las manzanas arrojadas de las embarcaciones corrían por el arroyo hasta la fábrica para la producción de sidra. Las manzanas de las islas eran pequeñas, característica que reconocería su procedencia.
El Convento fue construido por los Franciscanos entre 1908 y 1910 y diseñado por el Arquitecto italiano Virgilio Cestari nacido en Ferrara, Italia en el año 1861. Entre sus importantes obras se encuentra el pórtico de acceso al Tattersall del Hipódromo de Palermo (1908) y el pabellón de los elefantes del Jardín Zoológico de Buenos Aires (1903-1904).
El edificio está construido sobre un basamento de material con una estructura palafítica que permite el paso del agua cuando crecen las mareas por el viento sudeste.
En el primer piso, ante una gran galería con ánforas de mármol, se encuentra la Capilla, un retablo en madrea finamente tallado y para mi asombro, no posee un Cristo en cruz.
La imagen de la Virgen corona el retablo mayor y al frente, una sola línea de típicos bancos de iglesia. Varias piezas de arte sacro completan el espacio donde parece reinar solo el silencio.
En el mismo piso hacia el ala de la residencia, dos grandes salones, una cocina, un office y varias habitaciones que hoy son espacios privados.
En su segundo piso se reparten más habitaciones y un pasillo característico nos recuerda la planta de convento.
Arriba, dos terrazas conectadas entre sí por un altillo guardan el mejor de los secretos, la vista a los humedales, ríos, riachos y canales que rodean la obra se abren al paisaje.
La histórica crecida del año 1946 y las siguientes de 1958 y 1959 trajo exilio al Delta. Dada la singular geomorfología del río Paraná, vastas áreas productivas quedan expuestas a frecuentes inundaciones.
Debido a esta crisis y el costo del transporte fluvial, la fábrica de sidra Real cierra sus puertas y se muda al Alto Valle del Rio Negro. Esta situación produce que la población de la zona disminuya drásticamente. Todo parecía borrar el libreto que Sarmiento diseñó, solo porque no asumió el mezquino celo de la naturaleza.
La actividad en el Convento San Francisco comenzó a apagarse. Los pobladores, desmotivados, abandonan la zona y La Orden continúa en lucha hasta que llega la triste decisión de vender el convento.
Es así como en el año 2003 pasa a manos privadas y los nuevos dueños tuvieron como objetivo mantener y sostener la historia y significado del edificio en Ia isla.
Fue una tarea titánica poner en valor el convento, maltratado por las mareas que lo han arrumbando poco a poco.
Aun así, el reciclado y mantenimiento estructural del edificio conserva su esencia, buscando mantener las líneas originales de construcción y cuidando especialmente su Capilla original.
La tarea aún no se ha terminado. Se ha ido haciendo por etapas y con muchísimo esfuerzo. Su propietario tiene como objetivo que la gente pueda conocer, apreciar la recreación de la historia y lo que significó esta obra franciscana para los isleños.
Hoy, el edificio está abierto a eventos privados, visitas guiadas y hay habitaciones que funcionan como hotel, luciendo la más austera pero exquisita deco, manteniendo el espíritu franciscano.
Gracias Enrique por abrirnos tus puertas y compartir anécdotas. Gracias (@senador.dupont).
Texto: Silvina Gerard (@silvina_en_casapines).