El vaivén de las lanchas en la estación fluvial agitaba mi ansiedad. Buscaba este encuentro hacía tiempo. Zarpamos y a pocos minutos la embarcación se acerca al muelle y nos recibe ella, María. Tan inquieta como la marea alta que se avecina. La casa que la enamoró se apodera del relato y su voz corre. Debemos detenerla y ordenarlo todo cronológicamente.
María López, también llamada Michi, es dueña, custodia y guardiana de esta historia sobre el río Luján que la atrapó con vaya a saber qué encantamiento.
Pero, no es de ella solamente… La historia comenzó cuando los Masllorens llegaron a la Argentina a comienzos del siglo XX desde Olot, Catalunya. Allí se los conocía por su tarea textil desde principios de 1700.
Pablo Masllorens y Pallerols es el hijo menor de una familia catalana numerosa. En 1905 instala una fábrica que se llamó "La Gloria" en Avellaneda, Buenos Aires. La industria textil en nuestras tierras prosperó y los Masllorens se convirtieron en una familia acomodada de principio de 1900.
Atraído por las islas del Delta, Pablo ordenó la construcción de una gran casona para fines de semana y reunión familiar.
Encargó la obra al artista catalán Josep Llimona y Brugera (1864-1934), uno de los principales escultores del modernismo catalán. "La Paquita" se construyó en 1922, en honor a Francisca Llopis, la esposa de Pablo, en una isla de seis hectáreas en Tigre.
Llimona incorporó los nuevos materiales que surgieron de la revolución industrial, hierro y cristal con una estética naturalista, con formas curvas y ondulantes. Una casa que rompió con el estilo academicista. El escultor Llimona, quien visitó nuestro país realizó también "La fuente de la doncella", ubicada en el Parque Rivadavia, Caballito.
Cada día María prende una vela y reverencia la foto del matrimonio, entablando con "Paquita" una cómplice comunión porque tienen un denominador común, la casa que habitan.
Entramos por un camino atravesando el cañaveral hasta la capilla, réplica de una iglesia catalana. Las grandes residencias solían tener sus propios altares para las celebraciones cristianas. En la capilla, realizaban misas, bautismos, comuniones y casamientos. El altar del siglo XVIII dedicado a Sant Andreu de Socarrats, de madera tallada, traído de Catalunya, actualmente se encuentra en el Museo del Pasado Cuyano en Mendoza, a salvo.
Al lado de la capilla, una mesa de azulejos pintados a mano relata el Quijote. Cada azulejo representa un episodio de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra y acunan un valor histórico inigualable.
Hundimos la pisada en el sedimento hasta el monumento, mal llamado Panteón Chopitea, con esculturas en mármol de Carrara. Allí, una laguna artificial, bancos en mayólica y ya no importaba hundirse en terrenos blandos, ver la obra es todo lo importante. Coronando una alta peana, el medio busto del matrimonio de Manuel Masllorens y Josefa Pallerols (padres de Pablo) y la figura de una mujer amorosa con una niña dibujan las nuevas generaciones bajo el matrimonio.
Si algo le sobra a la isla es misterio y, para justificarlo, varias son las historias que advierten que la modelo sería el rostro de la esposa del escultor, Mercè Benet i Salas, con quien se casa en 1890. Tras su prematura muerte (1901) se convierte en su musa inspiradora.
Pablo Masllorens murió en 1942 y más tarde su esposa "Paquita". Con su muerte, los herederos deciden vender la isla por la imposibilidad de costear el mantenimiento de la propiedad. Una acomodada familia porteña la compra para luego caer penosamente en manos de un sindicato que la convierte en recreo. Años que dicen, serían testigos de vandalismo y desidia.
Una tarde fría de agosto, María navegó sus penas de amor frente al ventanal gaudiniano y quedó hechizada. Como sumida al trance de esa escena vuelve ya siendo noche. Un casero abre el paraíso y entra decidida a instalarse. Como la corriente rápida del río, al mes compra la isla malvendiendo todo lo que tenía y se muda con su pequeño hijo Antú. Pero las manos sucias que firmaron los papeles de venta hacen que pierda la propiedad y el trabajo que sola hizo para desmalezar la isla.
El destino quiso que, años mas tarde y gracias a la herencia de su padre -quien había encomendado en su testamento que su parte fuese para recomprar la isla- sea posible que navegara aguas mansas y retomara la épica tarea del machete. La casa estaba más arrumbada aún pero ahora no importaba, volvería a ser suya.
Allí estaba María, con un nuevo proyecto gastronómico "El Paraíso de María" que permitía solventar los costosos gastos y las reparaciones. Esta historia ya no podría guardarse.
La Casa de los Masllorens, hoy "el Paraíso de María" se ordenó construir para la celebración, pues aquí se sigue celebrando la vida.
Silvina Gerard (@silvina_en_casapines) agradece a: @michiparaiso / @guiasdetigreydelta / @entre_muelles.