«No sé si tiene sentido, pero me digo cada vez: contá la historia de la gente como si cantaras en medio de un camino, despójate de toda pretensión y cantá, simplemente cantá con todo tu corazón: que nadie recuerde tu nombre sino toda esa vieja y sencilla historia» - Haroldo Conti.
La presencia del yaguareté marcó la identidad de estas tierras, al confundirlo con un "tigre". Y tomarían su nombre para bautizar el distrito años más tarde.
Bajo los arroyos Sarandí, Guazú-Nambí y La Bellaca, la naturaleza escondía tesoros arqueológicos de antepasados.
Mientras tanto, en la superficie ganaba territorio el gusto por el remo, la recreación y el lugar de encuentro de una sociedad consagrada por el fruto del trabajo incipiente que lucía los inicios de una modernidad que, para estas latitudes despertaba las pasiones de la Belle Époque.
La primera regata en el río Luján se llevó a cabo en 1876 y el remo sería desde entonces una actividad que marcaría su historia.
Comienza el desarrollo de Tigre como destino para familias y amigos que eligen esta zona para disfrutar largos veranos en bellas residencias, grandes casas y quintas que construyen para ese fin, siendo hoy muchas de ellas, aún en pie, patrimonio de la ciudad.
En 1880, la instalación de los Talleres Nacionales de Marina anticipa el crecimiento de la actividad industrial en la zona. Expandiéndose sobre la ribera aparecen los primeros astilleros y talleres de embarcaciones privadas y comerciales.
Con el aumento de la inmigración y el crecimiento demográfico, se desarrollaron la explotación forestal, la fruticultura, la floricultura y distintas manufacturas y artesanías, sobre todo con la materia prima local: el junco. Todo ello dio un nuevo perfil productivo al partido, que se expresó en la actividad comercial del famoso Puerto de Frutos.
La infraestructura hotelera también comenzó a crecer ofreciendo al visitante un destino que, con la llegada del tren, se hacía más cercano desde Buenos Aires.
En este marco, se funda una sociedad designando a Félix Armesto como presidente de la comisión para la creación de un club que albergue la práctica de deportes náuticos y un casino a la europea.
Entre ese grupo fundador estaba Ernesto Tornquist, Luis García y Emilio Mitre, hermano del expresidente Bartolomé Mitre.
Para 1910, época del Centenario, se aprueba el estatuto para dar inicio al proyecto del edificio de estilo ítalo-francés proyectado por Paul Pater y su socio Louis Dubois.
Muchos lo distinguen como el “pequeño Versalles del Delta”.
El edificio del Tigre Club se inauguró en 1912 en el Paseo Victorica junto al entonces edificio del Tigre Hotel. Un tren trasladó a los invitados desde Retiro hasta Tigre y una orquesta los esperaba para la gran inauguración.
La imponente terraza que asomaba como pasarela hacia el rio Lujan, inaugurada un año después, daba un aspecto de paseo señorial alumbrada por bellas farolas decorativas que se proyecta hacia la orilla misma del rio, seguramente como explanada para caminatas nocturnas de verano.
Desde 1927 funcionaba el casino, que contaba con veinticinco mesas de ruleta y punto y banca abierto entre los meses de diciembre y marzo. Las mesas de ruletas funcionaban en la planta baja y sumado a esto, los programas que ofrecían eran variados, como la proyección de cinematógrafo y grandes bailes, además de la práctica del tenis, golf, regatas y juegos.
El edificio resulta un claro ejemplo del eclecticismo historicista de fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Consta de dos plantas y abundan columnas dóricas simples, semi columnas, pilastras, arquerías, y motivos ornamentales de palmetas, guirnaldas de flores, hojas de laurel como emblema de la gloria y de encina como emblema de la fuerza. Al exterior la doble altura gana un gran angular, adornado por elementos del lenguaje clásico como balaustres, rematado por una mansarda de tejas de zinc, con dos torres aguja en su frente.
Las esquinas del edificio se completan por dos torres salientes desde el primer piso, semiredondas, que rematan en una cúpula semibulbosa con un coronamiento de hierro y una aguja final, que se repite en el mirador hexagonal.
El edificio está compuesto por dos grandes salas centrales y otras más pequeñas a cada uno de los lados.
La sala del primer piso, originalmente salón de baile, cuenta con distinguidas obras de arte y son ejemplo de ello el marouflage (técnica de pintura que alcanza gran tamaño). Se trata de una pintura sobre seda natural del pintor español Julio Vila y Prades (1873-1930) en el techo del salón oval del primer piso, en el que un grupo de ocho de ninfas (seres mitológicos) interpretan melodías con diferentes instrumentos. El marouflage fue restaurado por el equipo de trabajo del arquitecto Marcelo Magadán y Teresa Gowland de acuerdo con la técnica protocolar.
La escultura de bronce burilado de la Fundición Fonderies Du Val Dósne de París o las imponentes arañas de bronce y caireles de cristal de roca, con una figura femenina que sostiene una lámpara, son obras de arte destinadas a la funcionalidad de objetos de uso diario.
El Tigre Club se ubicaba junto al Tigre Hotel, edificio que se demolió en la década de 1930, es cuando el casino deja de funcionar y su actividad como club social comenzó a declinar, trayendo consigo el deterioro edilicio.
En 1933 el Tigre Club cierra sus puertas por un tiempo, sin dudas producto de los vaivenes económicos.
El Tigre Club tuvo su esplendor en la década del 50, donde se hacían los mejores bailes de la Argentina. Artistas como Juan D'arienzo, Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, la Jazz Casino, Feliciano Brunelli, Oscar Alemán entre tantos otros exponentes del arte.
En el año 1974, la Municipalidad de Tigre logra expropiar el edificio, que sería declarado Monumento Histórico Nacional en 1979. Y en 1983 se convierte en sede del Consejo Deliberante local, donde funcionó por momentos también un Centro Cultural, hasta 1997.
En el año 1990 comienzan el planeamiento para la recuperación del edificio con el fin de albergar un museo de arte, siendo el MAT el resultado final.
En 1998 comienzan las obras de restauración del edificio, que estaba muy deteriorado. A causa de su ubicación, la vera del rio causó un deterioro importante, la humedad del suelo lo tiñó de sombra esos años de abandono.
Afortunadamente y luego de una tarea dantesca, se reinaugura en octubre de 2006 como Museo de Arte de Tigre (MAT).
La casa museo alberga una colección de arte argentino de los siglos XIX y XX, en la que se destacan artistas como Antonio Berni, Benito Quinquela Martín, Fernando Fader, Eduardo Sívori y Miguel Carlos Victorica, entre otros.
En pie, luciendo la restaurada pasarela hacia el rio espera al visitante cargado del recuerdo de una época de galas que supo ser toda elegancia, todo esplendor.
Texto: Silvina Gerard @silvina_en_casapines.
Fotos: gentileza @museodeartetigre.
Museo de Arte de Tigre.
Paseo Victorica 972, Buenos Aires, Argentina.