“…Los muertos hablan más, pero al oído, y los vivos son mano tibia y techo, suma de lo ganado y lo perdido. Así un día en la barca de la sombra, de tanta ausencia abrigará mi pecho esta antigua ternura que los nombra.” Julio Cortázar.
Buenos Aires y sus misterios, atrapados en el imaginario colectivo, out of time multiplican los hechos vividos, una sinrazón de historias apiladas.
Villa del Parque, barrio de Cortázar, fue un poblado de quintas y hornos de ladrillos. La génesis de construcciones que desde 1907 vieron la estación y su tren contar mitos en el andén. Tras los remates de parcelas, creció un barrio y con él, una leyenda urbana que como Richard Dorson definía «nunca ha sucedido, fue contada como si fuera cierta».
Es el caso del "Palacio de los Bichos", el emblemático edificio cuya silueta ha quedado retratada hasta en el mismísimo escudo de Villa del Parque.
La mansión, como una torre de versiones, se emplazó en la esquina de Campana y Gutiérrez casi frente a las vías del San Martín. Una residencia de cinco pisos que asombraba por su altura para 1910, año de su construcción.
Cuentan que el caserón fue encargado por un italiano llamado Rafael Giordano, oriundo de Salerno y se decía descendiente del célebre pintor Giordano.
Rafael y su esposa Vittoria D’Olvilli deciden instalarse en Buenos Aires y encargan al ingeniero español Alberto Muñoz González, la construcción de un suntuoso palacio destinado a su hija Lucia.
Los terrenos al oeste del centro porteño resultaban ideales ya que contaban con la reciente inaugurada estación de tren. Lucia iba a casarse y la mansión de cinco pisos sería el regalo de bodas de sus padres.
#DatoCementero
Desde Cementos Avellaneda, cuentan que la edificación estuvo a cargo de del Ingeniero Muñoz González y se terminó de construir a fines del siglo XIX. Originalmente, presentaba cuatro frentes arquitectónicos de bello e imponente estilo, y cinco pisos con un bonito mirador, una terraza y el agregado de dos habitaciones y varias más en cada piso (con el pasar de los años, se efectuaron algunas modificaciones que alteraron su primitivo diseño).
En el curso de los años, los animales góticos (bichos) que decoraban el castillo fueron eliminados.
Hoy, el palacio es un edificio de departamentos con spa propio y otras comodidades.
El proyecto de estilo ecléctico y muy singular para la época contaba con un torreón y una cúpula que remata el cielo, desde donde el tren del sur debía verse como un juego de niños.
Ornamentado con gárgolas que parecían bichos y representando esculturas de cabezas de animales, la mansión siempre disparó innumerables historias tras sus años de abandono. Al verse cerrado, sin movimiento aparente y debido a su peculiar estructura, los citadinos comenzaron a reflotar historias de incierta procedencia.
Se dice que el matrimonio hizo construir la mansión para la boda de su hija Lucia, quién iba a casarse con un músico violinista llamado Ángel Lemos.
La pareja contraería enlace en abril de 1911 tras la finalización de la obra y la fiesta inaugural se realizaría en el edificio, estrenando casa y matrimonio.
Próximo a la estación, la pareja de recién casados se dirigió a tomar el tren, pero en la oscuridad de la noche, la niebla de abril y la euforia de la fiesta, hacen que no perciban la formación que los embiste frente a quienes los despedían desde la casa.
Algunos aseguran que, tras días de lluvia, la calle estaba inundada por lo que el carruaje debió esperarlos del otro lado del andén.
Otra versión da cuenta de que el carruaje que los llevaba hasta la estación se encaja por el barro que dejó la lluvia y empantanado frente a las vías es embestido por el tren que se aproximaba a la estación.
Ambos mueren marcados por un trágico destino final que cerraría las puertas de la casa, al menos para la familia.
Algunas versiones dan cuenta de que los padres de Lucia, la novia, regresaron a su tierra italiana para nunca más volver, desterrando un sueño y un futuro puesto en la vida del reciente matrimonio, ahora desaparecido.
La casa se volvió un palacio ornamentado con bichos grotescos que dieron origen al nombre. A puertas cerradas mantuvo por años viva la leyenda, mito sin realidad que nadie asegura el relato, repetido una y otra vez, convirtiéndolo en una historia de leyenda de Buenos Aires.
Con el tiempo, algunos vecinos comenzaron a notar situaciones extrañas alrededor de la mansión. Las luces se encendían solas, se escuchaban ruidos extraños y no faltó el relato de un testigo que veía sombras fantasmales en las ventanas, alimentadas por las figuras ornamentales de animales que asustaban a los transeúntes.
Para el año 1990 una operación inmobiliaria reabre sus puertas siendo objeto de proyectos tales como un "Museo de Villa del Parque", una biblioteca, un archivo histórico y un centro turístico, pero nada de esas opciones pudo concretarse. Sólo funcionó allí una casa de té y un salón de fiestas para la década del 90.
Años más tarde la mansión fue remodelada y reabrió convertido en un edificio de departamentos, sin ornamentos que recordaran al "Palacio de los Bichos".
Como los mitos y leyendas abundan y las versiones se traspapelan con las palabras al rodar, el periodista José César Rodríguez Nanni asegura que nada de la versión de los novios fue verdad. No hubo un italiano rico, ni hija, ni casamiento.
Se dice que el edificio se construyó como casa de citas, un local non sancto que fue rechazado por el vecindario.
Buenos Aires, "suma de lo ganado y lo perdido", como decía Cortázar, será entonces una historia más. Historias rodomontadas, alimentadas por el correr "de boca en boca" tan nuestro, surgirá en un soplo un hecho nuevo para remontar la carrera por sostener a duelo el relato.
