La Casa Mínima y el mito que se esconde detrás de sus muros
 

La Casa Mínima y el mito que se esconde detrás de sus muros

La Casa Mínima y el mito que se esconde detrás de sus muros
En esta oportunidad, Mariela Blanco nos invita a conocer cómo es por dentro la Casa Mínima y las leyendas que se esconden detrás de sus paredes. La historia de que allí vivió un esclavo liberto ya había sido desacreditada por los historiadores pero, ahora, un nuevo dato viene a reinstalar el mito. Pase nomás, y saque sus propias conclusiones  
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La Casa Mínima está ubicada en el pasaje San Lorenzo 380, en el barrio de San Telmo. Es la casa más angosta de la ciudad, con sólo 3,27 metros de frente y 13 metros de profundidad. Pero lo verdaderamente interesante es que una leyenda urbana dice que perteneció originalmente a un esclavo liberto.

La fábula fue publicada por primera vez en una revista barrial en la década del 70 y desde ese momento, fue repetida en todos los idiomas a los turistas que se acercaran con asombro a conocer la casa más angosta de la ciudad.

La casa no sólo atrae a turistas. Hasta el mismísimo Jorge Luis Borges no se perdió la oportunidad de tomarse una foto en ese frente. La Casa Mínima nunca pasó desapercibida.

Quien le puso ese nombre tan pagadizo fue Baldomero Fernández Moreno, el mismo poeta que ya había posado los ojos en un barrio con 70 balcones y ninguna flor.

La casa del esclavo ¿mito o realidad?

Existen testimonios orales que prueban que en tiempos donde la esclavitud era una realidad, los amos les cedían un espacio de sus viviendas a la servidumbre.

Pero en el caso particular de esta casa, la leyenda fue mas lejos y se le puso bastante IVA. Se dijo que al declararse la libertad de vientres y abolirse la esclavitud, un esclavo de Urquiza (ya que estamos, invoquemos a un amo conocido) recibió esta pequeña casa en 1813.

Así se instaló en el imaginario colectivo la idea de que al ex esclavo le dieron una vivienda por los servicios prestados. Quizás, y esto corre por cuenta de esta humilde periodista, se haya querido edulcorar la horrenda realidad de una ciudad que tenía un tercio de población integrada por negros esclavizados.

Tras años y años de investigación, se llegó a la conclusión de que esta historia harto repetida era tan falsa como pintoresca ya que la Casa Mínima no es otra cosa más que un espacio residual que quedó luego de las sucesivas reformas de edificación que sufrió la manzana.

Casa mínima: la única verdad, es la realidad  

La Casa Mínima fue en realidad la puerta de servicio de una gran residencia de la familia Lezica Peña que sobrevivió a la piqueta (vaya a saber por qué). En ese terreno hubo muchas transformaciones y demoliciones parciales para hacer lo que en ese tiempo se necesitaban: conventillos.

Es decir que del caserón original, los Lezica Peña hicieron un inquilinato mas moderno sin tirar abajo ese fragmento de arquitectura colonial que conocemos como Casa Mínima.

“Quizás era la habitación VIP del conventillo ya que tenía baño propio y cocina propia”, esboza el guía y museólogo Enrique Salmoiragh, y agrega: “Entendemos que fue una subdivisión informal y que la Casa Mínima era la parte donde vivía la servidumbre antes de las epidemias de cólera y fiebre amarilla”. 

La Casa Mínima tiene una fachada exterior lisa, con una pequeña entrada y una puerta pintada de verde atravesada por una cerradura de hierro. Mantiene sus paredes de barro cocido y otros elementos originales. 

En la planta superior, hay un balcón que bien pudo haber sido testigo o protagonista de otro mito, ese que dice que en 1807, el pueblo defendió la Ciudad tirando aceite hirviendo o agua caliente desde techos y balcones. El mito del mito.

El ¿mito? del esclavo

Si bien no está documentado que los amos les dieran a sus esclavos en préstamo una porción de la casa, se sabe que la servidumbre disponía de un sector para el servicio (que no es lo mismo que darles una casa como dice el mito).

Lo cierto es que las verdades que no se pueden probar con documentación, muchas veces se pueden inferir a partir de testimonios.

Y acá aparece una anécdota ocurrida en la década del 90 cuyos protagonistas son un vecino añoso llamado Luis y el actual propietario de la Casa Mínima, Don Jorge Eckstein.

En un breve intercambio casual, Luis le dice a Don Jorge que rebautice a la Casa Mínima como quisiera pero que para él siempre iba a ser “La casa de los Negros” como la llamaba su abuela.

Es decir que por ese comentario fortuito, hoy sabemos que hubo afrodescendientes o descendientes de esclavos en la Casa Mínima.

Así, todo vuelve a foja cero y usted decidirá si volver a creer en la historia del esclavo liberto o congraciarse con los estudiosos que aseguran que es una mentira gigante que sobrevuela a lo largo y a lo ancho de la Casa Mínima.

Se puede visitar todos los días a las 12.00 y los fines de semana y feriados a las 14.00 y a las 15.00 horas. La recorrida incluye narraciones desde las primeras tradiciones de Buenos Aires hasta el nacimiento del tango.  

Texto: Mariela Blanco, periodista.

Fotos: Mariela Blanco & Pinterest.

Instagram: @marielablancoperiodista.

Twitter: @marielablanco26.

Correo: [email protected].

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