Ilustra, luego existen, sobreviven, resisten, se recuerdan. Lo que Natalia Anush Kerbabian dibuja -frentes de casas, edificios residenciales, cines, bares y esquinas barriales- se registra, como una obra de arte, se comunica -se cuenta- como un proyecto de documentación (ilustrada y catalogada) y se archiva, en la memoria y en el corazón. Y ya no se olvida.
Los códigos de urbanismo y de edificación vigentes y por venir (separado y sin porvenir) tienen en jaque, ponen en riesgo y matan la arquitectura patrimonial -en Buenos Aires y en otras ciudades de nuestro país y el mundo-, y la palabra es demolición, en cantidades desmedidas y en tiempo récord.
Pero hay otras palabras y otro tiempo, como “topofilia”, que significa “amor al territorio”, y un momento para ver y reflexionar sobre lo que significa cada casa dibujada: identidad, pertenencia, historia. Y son más las palabras para romper el silencio y decir algo -reclamar- contra la destrucción. Arte es una de ellas.
Había una vez una casa: el corazón grande de "Ilustro para no olvidar"
“Hay una manifestación artística, pero al contar lo que hacés, también hay una forma de educación”, reflexiona Natalia Kerbabian en conversación con para ti DECO, en una casa antigua tipo chorizo de un tradicional barrio porteño que podría ser cualquiera de las que comparte en su cuenta en Instagram @ilustroparanoolvidar, la base de operaciones de su misión.
“Soy arquitecta, pero también estoy siendo artista, estoy educando y sobre todo estoy aprendiendo, conociendo más, y todo eso se retroalimenta”, dice Natalia que empezó a dejar de lado sus proyectos de grandes obras y refacciones para ilustrar más tiempo y más casas, con más energía y compromiso con lo que estaba empezando a construir.
“No digo que se me fue de las manos, pero creció de una manera que quizás no estaba en los planes y desde un lugar muy sensible, que es la parte que más enciende la conciencia”, dice y cuenta: van 160 dibujos, y tiene más de 600 ya registrados y pendientes por dibujar para no olvidar ni angustiarse.
“Yo primero me indigno, después me angustio, y después digo: Tengo que hacer algo con esto”. Así funcionó el proceso creativo fundacional del proyecto de Natalia Kerbabian, en 2021, cuando su yo arquitecta profesional fue conmovida por su otro yo, una vecina sensible que un día cruzó frente a una vivienda antigua pero íntegra, cubierta por una tapia y el cartel PRÓXIMAMENTE, y que al otro día, solo encontró sus escombros.
“Ese día quedé en shock, y empecé a dibujarla, con todo el cuerpo. Primero porque no soportaba no verla… Lo que hice fue como manifestar todo lo que me estaba pasando emocionalmente. Era como una forma de decir. ¡te vuelvo a la vida! y no me quiero olvidar de cómo eras. Cuando llegué a casa, grabé un vídeo avisando lo que iba a hacer, lo que ya estaba haciendo: dibujar las demoliciones. Fue todo como una explosión”.
El árbol de la vida y la memoria de Natalia Kerbabian
Hoy, además de la cuenta en Instagram con 30K, el universo de ilustración y registro de Natalia incluye una página/galería -pública y gratuita- con todas las ilustraciones, absolutamente autogestionada, y un mapa interactivo y de registro llamado “No demuelan Buenos Aires”.
Suena a una canción, pero es una declaración, un reclamo solista y concientizador que se transformó en una causa grupal, algo que empezó a vivirse en comunidad. Y ya no hubo más angustia. “Yo pulse un botón, pero en realidad es un proyecto que le pertenece a un montón de gente”.
“Por ahí viene alguien y me dice: ¿sos consciente de la potencia que tiene Ilustro… y de la huella que va a dejar en la historia? Pero yo no quiero perder esa inocencia con la que empezó todo ni perder el foco en esta espontaneidad del hacer”, confiesa Natalia Kerbabian, con permiso autoconcedido para sonreír en las fotos. Porque la lucha se celebra.
“Es más sano hacerlo no desde la victimización ni la tragedia sino como una transmutación de una energía que no está buena en algo que propone, una semilla: una ilustración interpela en un montón de aspectos a mucha gente”.
Ilustro es como un árbol que se ramifica y abraza, y propone un poco de sensibilidad y alma al progreso y al porvenir (todo junto). “No es bajar línea. Lo que estoy mostrando es algo que ´nos tiene que hacer ruido´, y lo que más me interesa es que construyamos un ámbito de intercambio de preguntas y cuestionar el desvalor histórico que tenemos hacia lo nuestro constantemente”.
Natalia sigue construyendo su idea, como una casa: “Es un aspecto importante para trabajar desde la niñez: educar sobre ´la casa grande´, porque cuando vos salís de tu casa, de tu departamento, estás en tu casa grande, y constantemente estamos generando acciones que afectan positiva o negativamente sobre ella, tipo efecto mariposa. Entonces, acercar a la niñez la historia de la ciudad, empezar a generar estima y vínculos afectivos con ella, es importante”.
Casas dibujadas y el fenómeno de los “urban sketchers”
Para muestra, basta mirar la casa alrededor en la que conversamos con ella, una casona “como las de antes”, casi imposible de tener y mantener ahora. “¿Por qué tenemos que pensar en destruir para construir? En una casona como esta, los desarrollos inmobiliarios entre comillas podrían pensar en tres casas diferentes. Hagamos algo para que en este lugar vivan muchas personas en lugar de una sola. Pero la solución no debería ser siempre una sola y de la misma manera”.
Topofilia. Catálogo ilustrado. Ahora, hay más palabras para definir y contar lo que Natalia Kerbabian es y hace, y la más nueva y que se impuso en el idioma inglés y global de las redes sociales es “urban sketchers”, como se llaman los dibujantes que realizan dibujos in situ, en la calle o en interiores.
Ella es uno de ellos, pero de eso no hablamos. En cambio, nos quedamos en silencio mirando sus ilustraciones, y preguntándole como las hace. “Dibujo siempre a mano porque necesito dibujar como si la línea me estuviera saliendo del cuerpo”, describe.
“De esta manera me involucro emocionalmente un montón con esa casa que voy estudiando. Te juro que no vas a conocer nunca tanto una casa como cuando la dibujás porque es como revisar todos sus aspectos, sus rasgos, sus espacios, sus ritmos”.
Natalia mide cada cuánto hay una moldura, cada cuánto hay una ventana, y dibuja. Luego, revive la casa dibujada. “Este trazo que sale de la mano tiene un movimiento que siento que le da una vida”. Otra vida. Que no se olvida.
Fotos: Diego García.