La periodista Mariela Blanco dialogó con los vecinos para conocer más sobre el Pasaje Rivarola, la calle diseñada en 1924 que tiene la particularidad de perforar la manzana con arquitectura en espejo.
Este Pasaje tiene solo 100 metros y edificios gemelos enfrentados. Une las calles Bartolomé Mitre y Juan D. Perón, entre Talcahuano y Uruguay y fue diseñado por los arquitectos Gustavo Adolfo Petersen, Ricardo Otto Thiele y Horacio Cruz.
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Pasaje Rivarola: un poco de historia
El Pasaje Rivarola se llama así en honor a Rodolfo Rivarola, un intelectual de la Generación del 80, aunque en los inicios tuvo otro nombre: Pasaje La Rural. Su edificación comprende ocho edificios de cinco pisos, cúpulas con mirador en sus cuatro esquinas y amplias terrazas.
Entre otras producciones audiovisuales, allí se rodaron los filmes "Roma", de Adolfo Aristarain, "Horizontal/Vertical", de Nicolás Tuozzo, y una recordada escena de Rodrigo de la Serna en la serie "Okupas".

El lugar es como un oasis silencioso en medio del tránsito caótico de las inmediaciones de la zona del Congreso de la Nación y ha congregado en los últimos años a coleccionistas, libreros y un coqueto café que lleva el nombre del pasaje.

Entre los comercios que se recuerdan con nostalgia, figura Casa Raab, conocida como La Chacarita de los Relojes. De ese local -que reparaba relojes antiguos- sólo queda un reloj de agujas y números romanos en la fachada.
Gabriela Wiesztort es una pediatra devenida emprendedora gastronómica. Fundó allí con su pareja Christian el Café Rivarola, un sueño que tuvo desde que tiene uso de razón. “Es un refugio acogedor para aquellos que buscan un momento de tranquilidad en medio del bullicio de la ciudad”, dice.

Así es por dentro una de las viviendas del Pasaje Rivarola
Quien escribe este artículo, tuvo el privilegio de pasar a conocer más de una vivienda y espiar el modo de vida en un pequeño oasis urbano con paredes impregnadas de historia, terrazas repletas de plantas y cúpulas soñadas.
Por ejemplo, del lado par en la numeración de los edificios que conforman el pasaje, vive una coleccionista de arte que organiza tertulias culturales; y del lado impar, reside desde hace 21 años, una incansable “hacedora” de patrimonio porteño.
Esta última, junto a su marido, le encontró el gusto a darle una segunda vida a los objetos que otra gente desecha, preservando así grandes retazos de historia, desde viejas máquinas de coser, fragmentos de ventiladores, salamandras, sillas de estilo, relojes de pared.

Además, no ceja en el empeño de impulsar iniciativas para realzar el esplendor del lugar.
Sueña con la incorporación de macetones y faroles, como los que luce Bolívar, la calle del Casco Histórico que, gracias a las acciones de recuperación y puesta en valor logró reemplazar el asfalto existente con adoquines e incorporar luminarias y bolardos nuevos. Todo esto, le permitió generar un entorno transitable y sumamente atractivo para los turistas que visitan Buenos Aires.

Gabriela y Alfredo son parte de una comunidad que abraza el arte, lo apoya y lo comparte. Que cuida y propone. Así de pintoresca es la vecindad de este pasaje que acaba de cumplir sus primeros 100 pirulos.
Texto: Mariela Blanco, periodista.
Fotos: Mariela Blanco & Pinterest.
Instagram: @marielablancoperiodista.
Twitter: @marielablanco26.
Correo: prensa.marielab@gmail.com.
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