Entre Puerto Madero y el Río de la Plata se encuentra la Reserva Ecológica Costanera Sur, el primer Área Natural Protegida de la Ciudad de Buenos Aires.
Entre 1918 y 1959, albergó al Balneario Municipal que sirvió de "paseo ribereño" en un momento en el que veranear en Mar del Plata era para pocos. O, como solía decirse, para los que no se podían dar el lujo de ir a “la mar en coche”.
Se hizo “a todo trapo”, con amplios jardines, importante farolas y maceteros de bronce importados de Francia. Más de 15 mil personas por semana lo disfrutaban de forma totalmente gratuita.
Estaba recién llegada la Fuente Monumental Las Nereidas de Lola Mora. No como una decisión política de jerarquizar el lugar, sino como castigo a la escultora tucumana y sus impúdicas figuras de mármol semidesnudas. Eso también hay que decirlo.
El balneario contaba con duchas y 380 casillas individuales para poder cambiarse. No era tarea sencilla colocarse el traje de baño que pesaba casi tres kilos después del chapuzón.
El decoro era un atributo moral por lo que había que cuidar la pose y, seguramente, muchas jovencitas confeccionaban sus propias prendas porque estaba bien visto dominar las labores de la aguja. Que sepa coser, que sepa bordar…
Aunque cueste creerlo, en el siglo XIX y los albores del XX, la gente se bañaba vestida. Las mujeres llegaban provistas de mantillas y sombrillas. Así y todo, los hombres aprovechaban esta época del año admirar los “tobillos” de la mujer y airear sus locas fantasías.
En el primer tercio del siglo pasado se empezaron a ver discretos trajes de baños de dos piezas, dejando atrás los vestidos marineros de zarga azul con cuellos y ribetes blancos. Dios nos libre y nos guarde, ¿no, chicas?
Recién en 1946 surge el bikini moderno y hubo que esperar hasta la década del ‘60 para que apareciera la lycra. ¡Si volvieran a nacer aquellos muchachos que suspiraban al ver una pantorrilla, es probable que se infartaran al ver una cola-less o un topless a la europea!
Volviendo al Balneario Sur, es interesante decir que por unos pocos pesos, hasta les alquilaban toallones a los visitantes para que pudieran zambullirse.
Para desgracia de la muchachada, justo cuando las mallas dejaban al descubierto más fragmentos de piel femenina, a la Costanera "la tapó el agua de la decadencia".
Eso fue en la década del ‘50 y se afianzó en los ‘70 a partir de la Ordenanza Municipal N° 32.716 que decretó, por motivos de contaminación, la prohibición del ingreso al río.
La Reserva Ecológica Costanera Sur
A partir de 1978, comenzaron a volcarse escombros en la zona de la costa rioplatense, lo que provocó un gran deterioro ambiental. El gobierno local de aquel entonces quería ganarle terreno al río para luego construir allí el Centro Administrativo de la Ciudad. Este proyecto fue abandonado en 1984, dejando una gran cantidad de escombros donde antes los bañistas disfrutaban las tardes.
Fue en ese momento en el que la naturaleza comenzó a avanzar. Entre aguas contaminadas y restos de cemento y ladrillos, la vegetación silvestre supo abrirse paso hasta llegar a cubrir el relleno.
Las inundaciones y el arribo de camalotales ayudaron a que la naturaleza conformase distintos ambientes. Éstos supieron ser aprovechados por distintas organizaciones ambientalistas que, a partir de 1985, desarrollaron allí distintas actividades con fines educativos.
Estas organizaciones tendrían un rol fundamental en la conformación de la Reserva. Fueron las fundaciones Vida Silvestre Argentina, Aves Argentinas y Amigos de la Tierra las que, en 1986, propusieron a la Municipalidad de Buenos Aires la creación de la Reserva Ecológica.
El 5 de junio de ese mismo año, a través de la ordenanza 41.247/88, las autoridades declararon esta zona Parque Natural y Zona de Reserva Ecológica. Tres años más tarde, la declararon Área de Reserva Ecológica Costanera Sur.
Hoy en día, desde la Reserva Ecológica Costanera Sur se trabaja para la conservación y la preservación de este espacio que es el hogar de aves, mamíferos, insectos y plantas y que es también el lugar que tienen los porteños para hacer ejercicio, disfrutar de un paseo en bici o, simplemente, unos mates frente al río.
Las viejas postales de la “Bristol porteña" aún chapotean en el río de los recuerdos.
Texto y fotos de los Museos: Mariela Blanco, periodista.
Instagram: @marielablancoperiodista
Twitter: @marielablanco26
Correo: [email protected]
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