El carnaval porteño celebra su 157ª edición, y para este 2025 mantiene la tradición de los desfiles de murgas, caracterizados por sus trajes coloridos, banderas y estandartes, así como por la música de los bombos con platillo y las canciones que resuenan en cada barrio.
Hasta los días 1, 2, 3 y 4 de marzo, la Ciudad se vestirá de fiesta con desfiles, música y espectáculos gratuitos en plazas, parques, calles, polideportivos y anfiteatros. ¿Pero cómo eran los festejos en el pasado?

Carnavales porteños: un repaso por su historia
Esta fiesta cristiana de origen pagano tuvo sus contrariedades en Buenos Aires. Veamos este ejemplo: El mismísimo Juan Manuel de Rosas, que participaba de las celebraciones con su familia en la década del 30, terminó por censurarlas en 1844 debido a los excesos cometidos.
Ciertamente, eran verdaderas luchas campales de todos contra todos con huevos rellenos de agua, baldazos y hasta piedras que terminaban con personas hospitalizadas.
Pero en 1869, Domingo Faustino Sarmiento vuelve de un viaje a Europa fascinado por los elegantes festejos del Viejo Continente y promueve el primer corso oficial de la Ciudad.

Luego, las luces del Centenario posibilitaron gran despliegue de figuras y arcos iluminados de forma eléctrica sobre la Avenida de Mayo y un cambio en el comportamiento de los porteños que se volcaron masivamente a utilizar serpentina, papel picado y chorros lanzaperfumes.
Eran días ideales para las declaraciones de amor entre los jóvenes. Las grandes tiendas vendían trajes para carnaval.

Ya en los dorados años veinte, el festejo se extendía entre funcionarios públicos. No se salvaban ni autoridades policiales ni sacerdotes de ser mojados con los pomos de agua.
Dicho sea de paso, fue el farmacéutico Guilermo A. Cronwell quien instaló en Paseo Colón y Humberto Primo la primera fábrica de pomos en 1870. El éxito fue tal, que en 1881 tuvo un pico de producción de 6.000.000 de unidades.

El ensanche de Avenida Corrientes hizo que los festejos se trasladaran hasta allí en 1937. Y luego, los clubes deportivos fueron epicentro de los carnavales.

En los años setenta, Sandro, Leonardo Favio, Los Wawancó, Katunga y Palito Ortega le ponían música a los bailes de carnaval en los grandes estadios y clubes de fútbol.
Las caravanas de autos hacia la Costanera eran interminables y los grandes corsos se lucían en el Parque Tres de Febrero.

La dictadura militar puso fin a la fiesta por decreto y, luego, la llegada de la democracia no pudo restituir rápidamente el brillo de antaño.

Sin embargo, en 1997 las murgas fueron declaradas como Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires.
En los últimos años los carnavales porteños viven una época de fuerte revitalización y es, en esencia, un lugar de contención artística en los barrios. Si te decimos que habrá fiesta en la ciudad, vos "apretá el pomo".

Texto y fotos actuales: Mariela Blanco, periodista.
Fotos archivo: ARQA y Fundación Sur.
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Correo: prensa.marielab@gmail.com
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