El emblemático Cabildo es un símbolo de nuestra historia. Empezó siendo de adobe y paja. Estuvo en obras durante 200 años y se construyó sobre un terreno alquilado. En 1624 casi se cayó. Luego fue demolido por su mal estado y se levantó de nuevo. En 1747 se pidió un préstamo a un contrabandista para ampliarlo. Y así llegamos a 1810 ¡sin que esté terminado!
Al final, prácticamente, lo hicieron de nuevo porque se había pasado de moda. Hacia 1940, el arquitecto Mario Buschiazzo realizó la última gran reforma del edificio que rescató en parte el diseño original. Así que lo que hoy está en pie es una suerte de “representación” de lo que supo ser nuestro espacio de administración y discusión política.
Claro que no estuvo exento de corruptela. En aquellos tiempos, los cargos públicos se subastaban al mejor postor y eran a perpetuidad. Algunos hombres podían, fácilmente, convertirse en Alferez real o Alguacil mayor.
El Cabildo era la única autoridad elegida por la sociedad local. Los virreyes, gobernadores y otros funcionarios eran nombrados de España. En cambio, los miembros del Cabildo representaban a los habitantes de Buenos Aires.
Sólo los llamados vecinos (varones, blancos y con prestigio social) podían integrarlo y se reunían allí para discutir asuntos importantes para la comunidad.
Entre otras cosas, el Cabildo se ocupaba de regular la higiene, brindar asistencia social, atender el alumbrado, administrar la cárcel, organizar las milicias, recaudar fondos, regular la actividad comercial, administrar la justicia e imponer castigos.
No puedo precisar cuánto tiempo pasó allí alojado Vicente Lorenzo, acusado de cortarle la mano a un esclavo en 1801, o Nicolás Toledo, juzgado por robar ganado en 1759.
También fue condenado Don Vicente Marín en 1792 por vago y mal entretenido y Don Antonio Atienza por tener un hijo y no querer casarse.
Lo cierto es que los presos enfermaban y morían muchas veces por las condiciones deplorables de los calabozos.
El Cabildo tuvo un papel político fundamental en los años posteriores a la Revolución de 1810 pero en 1821 fue disuelto. Desde entonces, la organización de la ciudad quedó en manos de la Legislatura de Buenos Aires, creada un año antes.
Aquí, donde empezó la Revolución de Mayo de 1810, hoy se realizan actividades culturales para pensar la historia.
El patrimonio del Museo está conformado por el propio edificio y por las colecciones integradas por documentos, pinturas y objetos de los siglos XVII al XX.
El Cabildo, historia y presente
En la sala dedicada al Cabildo como institución se refleja la actividad que se realizaba en los tiempos de la colonia española y se pueden ver, entre otros objetos, el Estandarte Real y el Arca de Caudales, donde se guardaban las monedas recaudadas por el Cabildo a través del cobro de impuestos.
También, el Reglamento de Milicias de 1801, un documento que describe cómo debían conformar los ciudadanos estos cuerpos armados para entrar en combate ante la necesidad de defender la ciudad.
La visita al museo es gratuita. Si todavía no fuiste, anotá: queda en Bolívar 65, Monserrat.
Fuente: Mariela Blanco, Periodista.
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