Cada vez son más las parejas que prefieren no poner un título a su relación, que se plantean cuestiones como la fidelidad y la apertura en la intimidad, que deciden no convivir nunca e incluso priorizan hacer cosas solos o con amigos antes que su noviazgo. ¿Estamos acaso frente a una nueva forma de vivir el amor y lo que conocemos como relaciones?
Cuando pensamos en un vínculo de pareja solemos ubicar al compromiso como la fórmula perfecta para que una relación pueda funcionar y sostenerse en el tiempo. Seguro muchos coincidirían en que el compromiso es algo que se construye en el día a día, compartiendo planes y proyectos, construyendo valores como la fidelidad o monogamia, participando en la toma de decisiones y poniendo al otro en primer lugar de importancia como causante de nuestra felicidad.
Sin embargo, esta no es la única forma de vivir una relación y el compromiso, más allá de las acciones que lo conforman, tiene que ver ante todo con respetar los acuerdos que se plantean y con impulsar el bienestar de ambos miembros de una pareja.
El conflicto de los sábados por la noche
En una oportunidad una paciente que convivía con su novio hace dos años, haciendo referencia al vinculo me expresó que a él ya no lo veía comprometido y con molestia verbalizó: “Últimamente los sábados a la noche suele hacer planes con sus amigos”. Le consulté cuál era el conflicto en ello y en su respuesta dio por hecho: “¡Es que los sábados es el día para estar con tu pareja!”.
En este ejemplo podemos ubicar sencillamente cómo el compromiso puede malentenderse, porque luego de trabajarlo en terapia y abrir el diálogo con su novio, la paciente tomó conciencia de que el compromiso era algo que sí estaba presente en la relación. Ya que ambos valoraban mucho levantarse juntos cada mañana, compartir cada comida y armar planes diurnos que realmente disfrutaban. Y que finalmente, si él salía con sus amigos el sábado a la noche (eran asados y juegos de cartas) era un excelente momento para hacer algo por ellos mismos y esa distancia, les daba un respiro para poder seguir estables el resto de los días.
La falta de diálogo: un conflicto
El conflicto en este caso, como en tantos otros, recae en la falta de diálogo, ya que pocas veces las personas comunican con claridad lo que esperan de una relación, cómo desean vivirla, qué necesitan y cuales son los valores que conformarán a la misma.
Se piensa a veces que el amor y la fidelidad es lo único necesario, sin embargo, hay muchos valores más que deben conformar una relación y cada pareja cultivará los que consideran necesarios para ellos. Por ejemplo, puede que una pareja considere como un valor muy importante la honestidad y frente al hecho de una infidelidad, puedan seguir adelante porque dialogaron abiertamente acerca de ello.
Es que una pareja puede entonces estar muy comprometida aunque no cumpla los estándares sociales que se entienden habitualmente como tal, puede haber compromiso sin un título, un papel, una convivencia o un hijo; porque el grado de compromiso nunca estará en cumplir normativas sino en respetar lo que se acuerda de manera mutua y eso es único en cada vínculo.
Tomar en cuenta las propias necesidades
Pero claro está que muchas veces ese acuerdo conjunto no existe y ni siquiera se comunica lo que uno prefiere, disfruta y espera de una relación. Entonces al cabo de un tiempo frases como “estás cambiada/o” o “parecería que no te querés atar a nada”, se pone en tela de juicio una idea colectiva de que “ya nadie quiere compromenterse”.
Cuando en realidad lo que está detrás sería que las personas no son claras en expresar lo que desean, sienten y sobre todo, no actúan muchas en concordancia a lo que necesitan y están dispuestos a hacer por una relación.
Si las necesidades propias no son tomadas en cuenta, será difícil que surja el compromiso con otro, porque ante todo no se estaría comprometido con uno mismo, ya que el problema no radica nunca en apegarse a la pareja, sino es conectarse con uno mismo.
Si uno sabe que lo han lastimado, que no desea vincularse más allá de cierto punto, que suele sentirse ahogado, que necesita espacio, que desea aún probar cosas nuevas, debería entonces ponerse a reflexionar sobre ello para tener en claro cómo a partir de allí dará lugar a otro en su vida sin crear falsas expectativas y en todo caso asumir la responsabilidad de trabajarlo si esto le genera un conflicto.
El compromiso es algo que se construye
Muchas personas ponen un freno porque piensan que “comprometerse va a complicar las cosas”, pensando que cuando uno se compromete con otro se vuelve completamente vulnerable y eso hará que pueda entonces usarnos, rompernos y hacernos perder nuestra singularidad y libertades.
Muchos desean compartir la vida con alguien, pero tienen miedo de poner en riesgo su autenticidad y perder libertades, cometiendo el error de dar mensajes ambiguos y hacer pensar que se busca cierto estilo de relación cuando simplemente se quiere disfrutar el momento. Dejemos en claro que, si ese fuera el caso, no tiene nada de malo, lo malo o disruptivo sería no actuar en concordancia a lo que uno desea y dar lugar a malentendidos.
Así que, en definitiva, no estaríamos frente a una era de no compromiso, sino más bien frente a una dificultad de ser claro en lo que se desea. Todo esto inmerso en un nuevo paradigma de disfrutar la vida, de no perderse a uno mismo, de aprovechar cada momento.
Quizás se piensa que el estar en pareja o compartir la vida con otro, nos coarta de ese derecho. Cuando en realidad el compromiso es algo subjetivo que se construye. Y si se tiene en claro quién es uno, lo que se quiere y lo que no se quiere, será más fácil amar a otro sin dejar el amor propio de lado, construyendo relaciones donde podamos ser auténticos y nos acompañen en nuestras propias libertades potenciando nuestro vuelo.
La Lic. Mirabet es directora de SEPSIAT http://sepsiat.com.ar/
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