El traje de saco y pantalón bien puede ser considerado como el impulsor del género fluido. Hoy es un código compartido y personalizado con estilos variados.
Más allá del género. Por Alejandro García
En la década del 30 del siglo pasado Katharine Hepburn sedujo y fue en contra del glamour del momento e hizo de sus tailleurs la comodidad absoluta para los sets de filmación. Una mirada diferente para una nueva estética respecto de compañeras, las rubias platinadas envueltas en satén de celuloide. La sastrería del famoso “made in Italy” marcó una época y lanzó a la industria italiana. Llevar traje significó ser moderno. En los años 80 los hombros fueron exagerados y significaron poder y marcharon a la par del estilo deportivo de Jane Fonda. La diseñadora Norma Kamali supo aprovechar el combo. La androginia de los 90 usó este dúo como estandarte del que algunos se animaron a llamar tercer sexo. Hoy esas dos piezas reciclan moldería, materiales y usos, inclusive horarios. Lo que en la actualidad se conoce como la democratización de la moda no reconoce estilos ni formas. No hay reglas fijas. El tailleur pantalón acepta tacos de altura, encajes y zapatillas y buzos de algodón como salidos de la última clase de zumba. Formalidad e informalidad a la par. Eso sí, priman el criterio y la personalidad. La subjetividad al poder. Lo que supo ser un escándalo hoy es moneda corriente. Hombres y mujeres comparten el código y se abrazan en la versatilidad del traje.
producción: ALEJANDRO GARCÍA. fotos: RAÚL DE CHAPEAUROUGE. Maquilló: Joaquín Vega para Kabuki Makeup School. Peinó: Marco Bustamante para Supernova Peluqueros.