Francisco celebró la misa del Domingo de Ramos ante pocos invitados
La tradicional procesión de los fieles portando ramos de olivo fue cancelada para cumplir con las normas sanitarias en el marco de la pandemia de coronavirus y Francisco los bendijo a distancia desde el altar.
La tradicional procesión de los fieles llevando ramos de olivo fue cancelada debido al protocolo por la pandemia.
"Hemos entrado en la Semana Santa. Por segunda vez vivimos en el contexto de la pandemia. El año pasado estábamos más conmocionados, este año estamos más afectados. Y la crisis económica se ha agravado", dijo el pontífice.
En este día “pidamos la gracia del estupor”. Fue la exhortación del Papa Francisco en su homilía en la Misa de la Conmemoración del ingreso del Señor Jesús a Jerusalén, en el Domingo de Ramos. La liturgia de hoy, comenzó diciendo el Papa, “suscita cada año en nosotros un sentimiento de asombro”, pues “pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en Jerusalén, al dolor de verlo condenado a muerte”. Se trata de un sentimiento “que nos acompañará toda la Semana Santa”.
Francisco planteó un interrogante: “¿Qué le sucedió a aquella gente, que en pocos días pasó de aclamar con hosannas a Jesús a gritar ‘crucifícalo’?” Y explicó:
"En realidad, aquellas personas seguían más una imagen del Mesías, que al Mesías real. Admiraban a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse sorprender por Él. El asombro es distinto de la simple admiración. La admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad".
El Papa señaló que también hoy hay muchos que admiran a Jesús, pero que, sin embargo "sus vidas no cambian". Esto porque "admirar a Jesús no es suficiente", sino que es necesario "seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro". Lo que más sorprende del Señor y de su Pascua, afirma el Sumo Pontífice, es "el hecho de que Él llegue a la gloria por el camino de la humillación."
"El amor de Jesús se acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas".
La vida cristiana, aseguró el Papa, "sin asombro, es monótona", pues, si la fe "pierde su capacidad de sorprenderse se queda sorda": no siente la maravilla de la gracia, ni experimenta el gusto del Pan de vida y de la Palabra, y no percibe la belleza de los hermanos y el don de la creación, y no tiene otra vía que refugiarse en legalismos, clericalismos y todas esas cosas que Jesús condena en el capítulo 23 de Mateo. De ahí la invitación del Santo Padre a que, en esta Semana Santa, "levantemos nuestra mirada hacia la cruz para recibir la gracia del estupor".
Dejarse sorprender por Jesús "para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados... La grandeza de la vida está precisamente en la belleza del amor".