Como psicóloga social, puericultora y doula, Julieta Saulo acompaña a mujeres en etapa de gestación, puerperio y crianza. Esta vez cuenta su experiencia y habla de la Ley de Parto Respetado.
Que me midan la panza, me pesen, ver ecografías inentendibles apretando los dientes implorando internamente para que todo "esté bien" y recibir el reto mensual de parte del obstetra que me habían recomendado por haber subido de peso más de lo esperado. Recuerdo que era un hombre serio y adusto con el semblante de los bustos de personajes históricos que se ubican en el medio de las plazas. Eso para mí, hace 12 años, era transitar un embarazo "normal".
Con respecto al parto la lógica era la misma. Cero cuestionamiento, entrega absoluta al médico, al sistema, al universo y al cauce lógico de los nueve meses de embarazo que finalizarían con un título rimbombante: Madre. Mamá. Mami. Mamita.
Recuerdo haber tenido sólo una certeza: Iba a parir. Y esa certeza estaba anclada en el discurso de mí madre. Siendo la mayor de cinco hermanos mi madre me transmitió de manera orgánica y natural que "parir se pare", sin más ni menos.
Cuando ingresé a la clínica de Barrio Norte con mis 26 años recién cumplidos, mi bolso de Mini Mimo lleno de ropa blanca diminuta y un montón de ilusiones me di cuenta que el escenario era un poco más complejo. Parir se pare, claro, el tema es que te permitan hacerlo.
Parimos dentro de un sistema médico dominante que poco sabe de fisiología y en muchísimos casos patologiza, interviene, estandariza y violenta un momento único: el nacimiento de nuestros hijos e hijas.
Tactos, pinchazos, vía, silencios. Yo ante la duda sonreía para que me trataran bien. Estaba atemorizada y tenía sólo una certeza: Quería salir pronto de ahí. Y así fue. Mi hija nació, la parí entre luces blancas, agujas, ruidos extraños, risas y charlas mundanas. "Tuviste un partazo", sentenció el obstetra cara "busto de plaza" mientras me cosía la episiotomía y le decía al papá de mi hija que me iba a dejar como de 15. Muchos años después entendí a qué se refería.
Meses después con mi hija tomando la teta a la madrugada empecé a informarme. En esas noches de desvelo conocí a Casilda Rodrigañez Bustos, la figura de las doulas, las parteras y el término violencia obstétrica. Me enteré que en nuestro país existe una ley de parto respetado que es pionera a nivel mundial y que estipula infinidad de derechos, como por ejemplo que:
- Podemos estar acompañadas durante todo el proceso.
- Tenemos libertad de movimiento y podemos elegir la posición en la que queremos parir.
- Tenemos derecho estarr informadas durante todo el proceso.
- Contacto inmediato entre la madre y el o la bebé.
Durante esas noches de desvelo, teta y porteo me prometí a mí misma que iba a trabajar de manera incansable para correr la voz, como dice Casilda.
El parto es tuyo. Y que sea respetado no es una opción, es un derecho.
Fuente: Julieta Saulo es Psicóloga Social, Puericultora y doula. Acompaña mujeres en etapa de gestación, puerperio y crianza. Creadora de la comunidad @puerperioatr