Una estructura de aluminio de módulos y paneles se sostiene en el medio de la sala principal del Palacio Errázuriz Alvear. En la suntuosidad del salón de estilo francés del Museo Nacional de Arte Decorativo, con sus tapices y ornamento, la lámpara de escritorio y la tetera cromada dentro de una vitrina desorientan a cualquiera.
“Es increíble porque lo primero que uno ve cuando llega es una muestra moderna en un escenario antiguo. Lo cierto es que esto representa el diálogo de dos realidades contemporáneas: Matías Errázuriz encargó al francés René Sergent este palacio que se inauguró en 1918, mientras que Walter Gropius fundó la Bauhaus en 1919”, explica el arquitecto Martín Marcos, director del MNAD.
Ese dato es tal vez lo más interesante de esta muestra itinerante que el IFA (el Instituto para las Relaciones Culturales Internacionales de Alemania) montó con motivo del centenario de la creación de la Bauhaus, una de las escuelas más importantes en la historia del diseño y arte moderno.
“El mundo entero es una Bauhaus” es el nombre de la exposición con la que Alemania celebra a la escuela que tuvo entre sus integrantes a Mies van der Rohe, Hannes Meyer y Marcel Breuer, entre otros diseñadores emblemáticos.
Fotografías, maquetas, documentos, filmaciones y una selección de objetos dan forma a la muestra que llegó de Hamburgo este mes y partirá para México el 12 de agosto.
UNIDOS POR EL ARTE. En su manifesto de 1919 el arquitecto Walter Gropius llamaba a colegas, pintores y escultores a unirse en una nueva arquitectura que no distinguiera lo estructural de lo decorativo: una nueva estética en la que la función fuera la forma.
“¡Arquitectos, escultores, pintores, todos debemos volver a la artesanía! Pues no existe un arte como profesión. No existe ninguna diferencia esencial entre el artista y el artesano”, decía el fundador de la Bauhaus en su famoso manifiesto y así llamaba a profesionales y estudiantes de todo el mundo a unirse en una nueva concepción de la arquitectura.
Edificios, mobiliario, textiles, diseño gráfico e incluso educación, danza y artes dramáticos fueron salpicados por el planteo con que la Bauhaus sentaba las bases del diseño moderno en el período de entreguerras.
La Obra de arte total; Arte, artesanía y técnica, Pedagogía radical; Comunidad; Cuerpos suspendidos; Encuentros; El hombre nuevo y Experimento son los ocho grandes temas en los que se ordena la exposición.
A partir de esos temas se busca transmitir algunos de los planteos y aportes de esta escuela que nació en Weimar en 1919, se trasladó a Dessau en 1926 y a causa del acoso del movimiento nazi tuvo que volver a trasladarse a Berlín, donde se vio forzada a cerrar sus puertas en 1933.
Lo cierto es que a esos menos de 15 años de existencia le debemos más aportes de los que uno podría llegar a imaginar, de la silla Barcelona a la Wassily, la MR 534 o la B5 a las tipografías sin serif, pasando por la primera universidad de diseño, la importancia de la Bauhaus excede lo evidente y tiene que ver con una mirada del mundo.
“Aquí lo que hay es un mundo que estaba terminando y llegando a su fin, al mismo tiempo que otro que estaba surgiendo y preanunciando la estética de la modernidad”, explica Marcos.
Director del MNAD hace solamente un año, el arquitecto y docente de introducción a la arquitectura contemporánea en la FADU fue uno de los responsables de que la muestra iniciara su recorrido en este museo y esta ciudad.
“Para mí la decisión de montar esta exposición en un lugar de estas características lo hace mucho más interesante porque lo que llegamos a ver son esos dos mundos conviviendo, dialogando y tensionando”, explica.
Desde las barandas talladas de la construcción de René Sergent, un arquitecto referente del estilo Belle Époque (aunque ya con todas las comodidades del siglo XX), los objetos austeros y geométricos en aluminio cromado que proponía la Bauhaus cobran nueva fuerza.
“La síntesis formal del planteo de la modernidad es sacar el ornamento y todo lo que no sea la esencia del objeto”, explica el director mientras señala las cosas.
“Hay una búsqueda de la esencialidad en la modernidad que necesita una estética que represente la honestidad. Ser moderno es ser honesto, si uno es honesto es bello y no necesita mayor ornamento”, sintetiza. De ese planteo, ese pensamiento y esa nueva estética trata El mundo entero es una Bauhaus. Ni más ni menos.
Textos: Lucía Benegas ([email protected]) Fotos: Fabián Mattiazzi