La duquesa de Sussex se puso más firme que nunca. En cuarentena voluntaria en su casa en Canadá, Meghan Markle dispuso una serie de normas para mantener a su familia sana. Distanciamiento social y el mínimo personal (lo indispensable) para acercarse a su hijo Archie.
Porque más vale prevenir.... Apenas volvió a la isla de Vancouver en Canadá se supo la duquesa de Sussex se confesó sentirse aliviada de dejar Europa ante el peligro por la pandemia del Covid-19 (en Canadá la crisis todavía no se había desatado) .
Y es que, en su visita a Gran Bretaña -su última aparición oficial, la que le debía a la Familia Real-, Meghan se había enterado del avance de la enfermedad y del contagio del coronavirus incluso de una de sus conocidas.
Así fue como, apenas pudo (y con el apoyo de Harry) reunió a su equipo en Canadá y puso algunas normas.
Ante las recomendaciones que iba recibiendo de la Organización Mundial de la Salud (los duques de Sussex planean mantenerse activos, apoyando distintas asociaciones que tienen que ver con la salud mental), la llegada de la pandemia los puso en alerta.
Ellos, tan amables y sociables siempre, se pusieron serios.
Meghan instruyó a su equipo: niñeras, secretarios, cocineros, ¡guardaespaldas! Todo ese el team reconstruido tras la levantada obligada de sus oficinas en Londres.
Según el Mail Online, la duquesa exigió "que cada persona de su equipo, en especial aquellos que hacen las compras en tiendas o supermercados, lleven siempre puestos guantes de látex y sigan un protocolo de higiene muy estricto".
De acuerdo a sus normas, para evitar el contagio de coronavirus parece ser que "solo un puñado muy pequeño de personas puede contactarla, a ella, a Harry y Archie. Meghan admitió haber reducido las interacciones al nivel mínimo ", detalló el medio.
Entre las medidas que se acatan en la mansión en Vancouver, se incluyen: distanciamiento social entre sus empleados, la prohibición de saludar dándose las manos y el lavado frecuente con agua y jabón.
Lejos de casa
Y eso que todo esto ocurrió antes de que hoy se supiera que su suegro, el príncipe Carlos se había contagiado.
Lo cierto es que, a su partida de Londres, la gran preocupación que los duques se llevaban era por la salud de la reina. Su avanzada edad (93 años ella y 98 el duque de Edimburgo, abuelo de Harry) la ponía en el grupo de mayor riesgo.
También en ese grupo está en príncipe Carlos que, aún con sus 71 años, parecía imbatible. El ya cayó (hoy se dio a conocer que dio positivo en coronavirus). El heredero al trono británico preocupó especialmente a Harry, y eso que la relación entre padre e hijo no está nada bien.
La duquesa sabe a la reina está cuidada, en el castillo de Windsor (con el príncipe Andrés y los duques de Wessex viviendo bien cerca, por su necesita algo).
También sabe que su suegro seguirá su recuperación en el castillo escocés de Balmoral... Así es que Meghan decidió entonces hacer de su mansión en Vancouver su propio castillo fortificado y con sus propias reglas.