Una vez más la realidad supera a la ficción. Si sos adicta/o a Netflix quizás hayas visto Bajo Sospecha, la miniserie española en la que una chica de 10 años, Alicia Vega, desaparece en el medio del festejo de su Primera Comunión. Rodeada de sus familiares y amigos la historia se desencadena con final fatal en una casa rural de ensueño, muy cerca de bosques y poblados tranquilos. Sólo ficción.
Hasta la madrugada del domingo 27 de agosto de 2017. El día en que desapareció Maëlys. La realidad de la ficción. La música suena fuerte en la sala. Los invitados al casamiento de la prima de Jennifer de Araujo van y vienen. Comen. Bailan. Trago en mano, entran y salen. La noche veraniega europea lo permite. La campiña de Pont de Beauvoisin, al sudeste de Francia, es un lugar idílico y donde pocas veces la vida tiene un sobresalto. Hasta esta noche.
En la sala de fiestas del pueblo son las 3 de la mañana. Maëlys juega con otros chicos en un espacio destinado especialmente a los menores que asisten a la celebración. Su madre, Jennifer y su padre, Joachim de Araujo, están relajados. Acaban de verla en la mesa. Es un rato después cuando se sorprenden porque no la ven por ningún lado. ¿Estará jugando a las escondidas? ¿Corriendo por el jardín? Primero la buscan con paciencia y tranquilidad. Pasado el primer rato la angustia empieza a estrujarles el corazón. ¿Y si le pasó algo? Ese miedo, común denominador entre los padres, lo detiene todo. Es ese vacío que se siente al perder de vista por un rato a un hijo en la playa o en un súper, mientras el resto dice debe estar allá, seguro que está por ahí. Se acercan al DJ de la fiesta y le piden que la llame por micrófono y les diga a los invitados si pueden ayudar a encontrarla.
Una hora después llaman a la policía. Ya el miedo les impide pensar con claridad. Por fuera son bosques, lagos y caminos. Zonas tranquilas y solitarias. Llegan patrulleros. Con el correr de las horas se suman un centenar de policías, seis perros, buzos y un helicóptero. Nada. Maëlys desapareció ante las narices de todos. Maëlys, que mide 1.20 m y pesa 28 kilos. Maëlys vestida de fiesta, con ballerinas claras y una flor blanca trenzada en el pelo.
Y empiezan los interrogatorios de los 180 invitados. Y de otras 70 personas que circulan por fiestas cercanas. Los perros siguen su rastro hasta el parking del salón de fiestas. De ahí en más se desvanece.
Maëlys empieza a ser un recuerdo.
EL SOSPECHOSO TIENE 34 AÑOS. A la angustia de los primeros días le sigue más angustia. Maëlys sigue sin aparecer. Tal como le pasó a los padres de Maddie McCann, que desapareció a los 3 años de su habitación de hotel, en Portugal, en 2007, y nunca más se supo de ella. Eso seguro les ronda la cabeza a Jennifer y a Joachim. La vida ya no discurre de la manera en que lo hacía, no hay momento en que no estén pensando qué más hacer. Qué más.
El lunes 3 de septiembre la fiscalía de Grenoble arresta a un invitado a la boda. Un invitado de último momento y para la hora de los postres, un conocido del novio.
Se llama Nordahl Lelandais, tiene 34 años, es un exsoldado fanático de los caballos y perros que vive con sus padres en Domessin, a pocos kilómetros de Pont de Beauvoisin. Allí, hace un tiempo había montado una escuela canina a domicilio, pero ahora está de baja por una hernia discal. Ya había sido interrogado y sus contradicciones llamaron la atención. Ni Jennifer ni su marido Joachim de Araujo lo conocen.
Según trascendió, él dice que llegó tarde, que vendió droga a algunos de sus amigos y que durante la madrugada se ausentó de la fiesta porque se había manchado con vino el pantalón corto y volvió a su casa a cambiarse.
NADA CIERRA. Los policías sospechan. No es sólo su curiosa ausencia durante la fiesta. Resulta que también, pocas horas después del casamiento y la desaparición, lavó su auto concienzudamente con un poderoso detergente. “Quería venderlo”, se defiende. Pero lo cierto es que los perros de la policía se volvieron locos al entrar al Audi A3. Olían a Maëlys.
Maëlys estuvo en el parking y en el auto, lo demostraron los perros. Y un rápido ADN lo confirmó. Él niega haberla secuestrado o haberle hecho algo. Asegura que el auto estaba estacionado y con las ventanillas bajas, que él estaba fumando un cigarrillo y que los chicos (Maëlys y un amiguito, según dice) se acercaron a ver a sus perros. Demasiadas coincidencias para la fiscalía y la policía. Christiane, su madre, lo defiende y dice “entiendo el estrés que están atravesando los padres de Maëlys. Yo también querría saber qué le ocurrió. Mi hijo no es un monstruo”.
BUSCADA POR TODOS. El 28 de septiembre los padres de Maëlys dieron una conferencia de prensa en Villeurbanne. Se los ve agotados y desesperados. Ni las batidas ciudadanas (así llaman al movimiento espontáneo de la gente para buscar a Maëlys); ni Fernando Nogueira, el médium portugués que Joachim hizo viajar desde el país de su familia; ni sus ruegos por televisión; ni la policía han podido dar hasta ahora con más pistas de lo que pudo haber sucedido con su hija.
El nuevo caso Maddie conmueve a Francia. Un país donde desaparecen 50 mil menores al año. La mayoría son fugas de hogar, pero unos 400 suelen ser casos preocupantes como éste. Una cifra apabullante que otra vez demuestra que la ficción nunca supera a la realidad.
texto CAROLINA BALBIANI fotos AFP Y REDES