Hace más de seis décadas atrás, Enrique Shaw se vio frente a una encrucijada que no es ajena al empresariado argentino: una crisis (como tantas otras) sacudía al país. Él estaba al frente de Cristalerías Rigolleau en 1959 cuando las ventas cayeron estrepitosamente y los accionistas le exigieron el despido de 1.200 trabajadores. Él se resistía a dejar en la calle a tanto obreros, muchos de ellos padres de familia y entonces diseñó un plan de contingencia que elevó al directorio.
Viajó a Estados Unidos a defenderlo y se lo aprobaron. Fijó un monto que la empresa estaba dispuesta a perder en el intento y un plazo de unos meses para lograrlo. Lo primero que hizo fue escribir una carta dirigida a los trabajadores para explicarles la gravedad de la situación e instarlos a hacer un último intento para salir adelante.
Mirá el documental sobre su vida:
Con su plan, Shaw logró superar la crisis en su empresa: mejoró la eficiencia en la producción, se recuperaron las ventas, y se optimizaron las cobranzas. Además, como las pérdidas económicas autorizadas por el directorio fueron menores, repartió la diferencia entre los trabajadores a modo de premio.
Enrique Shaw es conocido como el empresario santo porque fue un ejemplo de vida en familia y por su desempeño en el mundo de los negocios basado en valores éticos y morales. Además se le atribuyen milagros. Por eso, este año que se cumplieron 100 años de su nacimiento el pasado 26 de febrero se están organizando actividades para apoyar su causa de beatificación.
El primer milagro que se le atribuye es el de haber sanado a un niño que había sido golpeado por un caballo. Se le había diagnosticado pocos días de vida, y sus padres, que eran empleados de Enrique Shaw, le pidieron a él por su salud. A los pocos días, el chico se recuperó y no le quedaron secuelas. Pero hay otros milagros que la Iglesia está investigando y considerando para su beatificación.
La carta con la que Enrique Shaw salvó a su empresa del despido masivo
En esa carta que Shaw escribió para los obreros habló de los despidos: “Es un mal moral y no solo un mero hecho económico, como sostienen ciertas teorías que no dudarían en sugerir que en determinados casos puede ser una solución útil e incluso conveniente para facilitar la recuperación económica". Y detalló las consecuencias que les provocaría a los trabajadores y familias, los despidos: "Deben ser consideradas cuidadosamente antes de que se realicen despidos y suspensiones".
Definió al desempleo como "en primer lugar un mal moral porque afecta con todos sus sufrimientos a los seres humanos físicamente y en su corazón. La pérdida de empleo y la pérdida total de ingresos provocan en las familias afectaciones de tristeza y restricción, incluso en las necesidades esenciales de la vida (...) da lugar a la incertidumbre, el miedo al futuro y, con frecuencia, la miseria".
Y siempre poniendo por delante la fe, expresó: "Ningún cristiano, ninguna buena persona puede permanecer indiferente ante la posibilidad de tal sufrimiento".
Y los instó a "mantener la calma y control en las discusiones y controversias, evitando la violencia y la mala voluntad que siempre son malos consejeros y por lo tanto dan malos resultados".
Luego explicó cómo sería el plan: "Los supervisores y capataces harán un esfuerzo especial para asignar tareas al personal excedente de una manera realmente útil (...) la única defensa real de los intereses de todos es producir a costos que nos permitan competir y vender nuestros productos, manteniendo así la fuente de trabajo".
Aclaró que esto "se aplica a las personas que realmente desean trabajar. No hacer nada para evitar que haya personas que roban o ponen obstáculos a todo es disminuir la posibilidad de retener a personas que realmente necesitan trabajar y perseguir el progreso".
Desde el lado de la empresa, se comprometió a hacer "un esfuerzo consciente y permanente para conservar a la mayor cantidad de trabajadores".
Vida ejemplar
Hijo de los argentinos Sara Tornquist Altgelt, de ascendencia alemana y de Alejandro Shaw, de ascendencia escocesa, nació el 26 de febrero de 1921. Su mamá murió cuando Enrique tenía 4 años, y su padre le cumplió el deseo póstumo a Sara: que tuviera una formación religiosa de manos de un sacerdote de la congregación de los sacramentinos. Estudió en el Colegio La Salle Buenos Aires, donde fue un alumno sobresaliente. Era miembro de la Congregación Mariana.
A los 18 años, por casualidad un libro sobre la Doctrina Social de la Iglesia y se entusiasmó, sin imaginar el futuro que le esperaba como empresario en tiempos de crisis .
En 1936 entró en la Escuela Militar Naval, donde pidió la baja y se retiro con el grado de Teniente de Fragata. Ingreso como ejecutivo de las Cristalería Rigolleau. En poco tiempo llegó a ser Director General y a conformar distintos directorios, especialmente de otras empresas familiares. Se sumó a la Acción Católica y al Movimiento Familiar Cristiano.
Cuando él estaba en la Marina, conoce a Cecilia Bunge y se ponen de novios. Se veían durante los períodos de licencia y mantenían la relación con las cartas de amor que se mandaban mientras él estaba en altamar. Ella era hija única de Jorge Bunge, el arquitecto e iniciador del balneario Pinamar y de Cecilia Fourvel-Rigolleau. Estudiaba en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova y además era catequista.
Se casaron en 1943. Juntos tuvieron 9 hijos. "Teníamos historias similares, ambos éramos huérfanos de madre y ambos éramos productos de una sociedad extremadamente liberal. En mi casa, mi padre ateo y el de él, agnóstico. El mío quedó viudo a los 28 años y el de él a los 31. Ambos adorábamos a nuestros padres y sufríamos por su vida eterna. Nosotros éramos un fenómeno extraño por nuestra vida activamente religiosa", contó Cecilia en una entrevista.
Elsa, una de sus hijas, lo recuerda así: "Cuando salíamos a caminar, todos queríamos tomar su mano. Es que él jugaba con nosotros, se sacrificaba (de eso me di cuenta ya grande), para hacernos pasar ratos agradables. Él, cuando estaba en casa, quería que estuviéramos contentos".
En 1946, se dirigió al Episcopado para ofrecerse como voluntario. Le pidieron que organizara a empresarios para el envío de alimentos a la Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial.
Cuando ya no hubo necesidad de seguir enviando ayuda a Europa, el grupo que había llevado a cabo esa intensa tarea logró consolidarse y decidieron seguir trabajando juntos y organizar una asociación. Así se inició la etapa fundacional de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa. En 1952 se consolidó ACDE y es nombrado primer presidente y miembro fundador. Este fue un hecho muy relevante en su vida, esta organización nació con el objetivo de conectar la Doctrina Social de la Iglesia con los empresarios. Emprendió una intensa acción evangelizadora dirigida a la clase empresaria del país como de América Latina.
En 1957, le diagnosticaron un cáncer incurable. A partir de entonces, inició una lucha contra la enfermedad y siguió manteniéndose activo dictando conferencias y escribiendo. En 1958 ayudó a crear la Universidad Católica Argentina y llegó a ser presidente de los Hombres de Acción Católica.
Mientras tanto, el cariño que despertaba en sus trabajadores se hizo sentir cuando 250 obreros le donaron sangre cuando él lo necesitó para seguir luchando contra el cáncer. Viajó a Lourdes y murió el 27 de agosto de 1962.
En 2001 se inició en Buenos Aires su causa de canonización y actualmente está muy avanzada en El Vaticano. Hoy, a sesenta años de su muerte, Enrique Shaw es el mejor ejemplo en estos tiempos de crisis.
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