Escuchar frases como: "el amor todo lo puede", "si me cela es porque me ama", "sin vos no soy nada", "es mi media naranja", nos conducen al callejón sin salida que al final tiene la leyenda: AMORES QUE MATAN
Son ese conjunto de símbolos y nociones en torno al amor que permean todos los espacios sociales e institucionales, e influyen en las conductas de las personas y van estructurando relaciones de género desiguales.
Es parte de la realidad sostener en la vida cotidiana frases que están naturalizadas en cada una de nosotras sin notar que sostienen y perpetúan una estructura de violencias.
Empezamos bancando el mensaje no respondido, el tan escuchado: "me clavó el visto" después de una salida o de una noche de sexo. Y seguimos bancando al escuchar: "Dejame ver quien te escribe"; o un poco más allá: "Dame tu contraseña si total no tenés nada que ocultar". Todas estas conductas que son parte de la una vida en la que se vuelve invisible la privacidad, el espacio propio y hasta la propia autonomía.
Frente a estas situaciones que fueron asimiladas como "normales" en otros momentos, hoy gracias a la Ley nacional 26.485 -Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales-, podemos advertir que son violencias.
La ley dice: "Violencia contra las mujeres es toda conducta, acción u omisión que, de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como privado, basada en una relación desigual de poder, afecta la vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica, o patrimonial, como así también, su seguridad personal".
"¿Sos boluda? ¡Cállate la boca!", esto es parte de la violencia psicológica, la que causa daño emocional y disminución de la autoestima, busca degradar, humillar, manipulando, insultando y hasta ridicularizando.
También la violencia sexual en la que la sexualidad de las mujeres y sus cuerpos están presentes como objetos de deseo ajeno y su placer está expropiado. Dice Joha: "Siento que los hombres me usan…", mientras que Ana expresa: "Yo siento que no puedo decir qué me gusta, porque él se enoja si le pido otra cosa"… "se cree que ando con otro y que por eso aprendí"… "después me pega y no quiero pasar por eso"...
Relatos de sexualidades que confluyen en la posición de sujetas dadoras de placer a los otros, siendo estos los padres de sus hijos, compañeros de vida, amantes, maridos y hasta chongos…
Entre estos tipos de violencias decimos la "violencia sexual", que es la acción de vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital. No hay posibilidad de decidir voluntariamente por parte de la mujer acerca de su vida sexual o reproductiva, porque hay amenazas, uso de la fuerza o intimidación, incluyendo la violación dentro del matrimonio o relaciones de pareja.
Debemos saber que la violencia es estructural, por ejemplo, las situaciones de abuso sexual no son llevadas adelante por "enfermos mentales" o "psicópatas" excepcionales, sino que es la misma masculinidad hegemónica, nutrida por todas las creencias sobre cómo debe ser un hombre, lo que favorece que se generen las violencias y abusos.
Y aquí asoma y alza la voz el sistema patriarcal, el que sostiene la autoridad del pater familia, quien tiene derechos sobre la mujer, los hijos, la tierra y en otras épocas los esclavos. Hoy esta organización social sigue plantando la autoridad del patriarca en una distribución desigual de poder y de derechos entre hombres y mujeres.
Los movimientos sociales como Ni Una Menos, ponen de manifiesto que esa estructura social es la que esta “enferma” y no los hombres individuales.
Y me pregunto: ¿la autonomía de las vidas, de los cuerpos y de los deseos de las mujeres? Considero que el recorrido que hay que transitar empieza por la revisión de nuestros propios modos de concebir el amor y las relaciones amorosas, dando lugar a la educación de las sexualidades sin tabúes ni condicionantes religiosos, abriendo el universo de posibilidades para que las personas nos vinculemos saludablemente en libertad.
Hoy el femicidio no es un asunto privado, es un asunto público. Y por ello, debemos asumir el compromiso individual y colectivo de ir revisando las violencias que subyacen en la base de nuestras relaciones que antes se consideraban amorosas.
El amor confía, habla claro y deja ser. Otra cosa, no es amor.
Fuente: Lic. Analía Lilian Pereyra, Sexóloga Clínica y Educativa. MP: 221.773. IG: @licenciadaanaliapereyra