Un adolescente de 13 años es acusado de asesinato y durante el primer tramo de la serie Adolescencia, los espectadores tendemos a pensar que seguramente sea un error, que ese niño que apenas ingresa en la adolescencia debe ser inocente. Lo mismo opinan sus padres.
Sin caer en spoiler, nos interesa profundizar en una arista de la serie furor: ¿por qué nos cuesta tanto entender a los adolescentes?
Las brechas generacionales siempre existieron pero la serie marca un punto clave de la actualidad: los usos y prácticas digitales de los chicos y las chicas ensanchan esta distancia histórica. Las personas adultas vivimos suponiendo y asumiendo sus necesidades, prácticas, experiencias, angustias y alegrías digitales sin ocuparnos en entenderlas.
En los talleres que realizamos en escuelas desde la consultora Bienestar Digital durante 2024 tomamos nota de un emergente que nos sorprendió y mucho: los adolescentes reclaman el poco tiempo compartido y diálogo en sus familias.
“Hay muchos temas tabú” “Jamás hablamos de apuestas online” “No tienen idea para qué usamos las redes sociales” “Nunca hablamos sobre influencers en casa”, nos cuentan. “Me gustaría hablar de estos temas en casa”, piden.
¿Por qué no hablamos de estos temas?
Los adultos cuidadores suponemos y asumimos que los chicos tienen experiencias digitales parecidas a las nuestras sin tomarnos el tiempo y trabajo de indagar realmente en qué hacen en Internet y qué impacto tiene este tipo de experiencias en sus vidas.
Algunos ejemplos. Los chicos y chicas usan Tik Tok como los adultos usamos Google. Muchos niños ingresan a grupos masivos de Whatsapp desde los 8 años y quedan en contacto con personas desconocidas. Hay grupos de chicas que están en grupos de Telegram donde les dan recomendaciones sobre salud, belleza y dieta. Cada vez más adolescentes identifican desde los 12 años que ser agresivos en redes sociales es un gran tobogán de interacción que permite recibir likes y followers.
Hoy Internet es un territorio más donde los chicos y las chicas se vinculan con otras personas, acceden a información, se entretienen y aprenden. También es un territorio que impacta en su autoestima, que genera tensiones y que deja huella en su subjetividad.
Lo virtual es real
“Está en su cuarto solo, nada malo puede pasar” es una idea que escuchamos en la serie y que se repite a diario en la crianza actual. Lo cierto es que de un tiempo a esta parte, es una idea totalmente alejada de la realidad.
Hoy con un celular un niño o adolescente puede estar viviendo situaciones iguales o más intensas que en la calle. Con la diferencia de que seguramente durante su infancia nadie le permita transitar la calle en soledad.
¿Por qué los dejamos tan solos en Internet?
Las respuestas son diversas pero sin dudas cala muy fuerte la sensación de que la vida real es la física y que lo que pasa en plataformas digitales es algo virtual sin anclaje real. Es hora de desterrar esta justificación (tan cómoda): lo virtual impacta realmente en todas las personas, especialmente en chicos y chicas.
Si los hostigan, el impacto es real. Si los acosan, también. Si ingresan en un bucle de agresión para recibir likes, esa actitud comienza a moldear su identidad. Claro que las experiencias positivas también tienen un efecto real en su bienestar.
La clave es comprender que hoy, con tantas horas dedicadas a estar en línea, los territorios digitales estimulan formas de ser y estar en el mundo que calan hondo en la subjetividad, en este caso de los adolescentes.
¿Nativos digitales?
Otro punto interesante para pensar por qué los dejamos tan solos en sus experiencias digitales tiene que ver con este concepto que asocia la edad de los chicos con supuestas habilidades innatas. Creemos que no nos necesitan o incluso que nos exponemos al ridículo si queremos meternos. “La tienen clara, yo ni entiendo qué hace”.
Dejémoslo claro: no existen los nativos digitales. Sí: los chicos de la actualidad nacieron en un contexto digital y no se sorprenden con muchos usos o prácticas digitales pero no cuentan con habilidades operacionales ni reflexivas innatas. Nos necesitan y mucho para fomentar miradas empáticas, reflexivas y saludables sobre sus experiencias digitales.
¿Cómo los entendemos?
Es complejo y no hay recetas mágicas. Pero la invitación de esta columna es clara: si seguimos evitando el diálogo sobre las experiencias digitales y su impacto (real) en la subjetividad y vida de los chicos, estamos sin mapa.
- Generemos espacios genuinos, empáticos, cotidianos de escucha atenta sobre lo que hacen, lo que les gusta, lo que les preocupa y lo que necesitan también en Internet.
- Rompamos el hielo hablando incluso de nuestras prácticas, preocupaciones y necesidades. Habilitemos espacios, sin sermones ni dedos levantados.
- Hagámosles sentir que estamos, que los entendemos, validamos y valoramos. No los dejemos solos.
Fuente: Lucía Fainboim, especialista en crianza digital. Directora de la consultora Bienestar Digital. Autora del libro “ Cuidar a las infancias en la era digital”, Ed. Noveduc, 2025.
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