Y sí, volvimos. Un tiempo para nosotras. Regresamos a La Posada del Qenti, la reserva ecológica privada en el valle de Punilla, en cuyo paisaje las montañas y el agua obsequian a los huéspedes silencio y armonía, optimizando descanso y bienestar.
Pasada la pandemia, ya no son pasivos quienes llegan a la posada, sino huéspedes exigentes, con altas expectativas de un cambio de vida más saludable; en este sentido, el spa se encarga de ayudar al cambio con planes integrales de salud brindados por un grupo de profesionales que acompañan y asesoran diariamente. Así convierten la estadía del visitante en una experiencia definitivamente placentera.
Desde el momento en que llegamos contamos con una Hoja de Ruta de las múltiples actividades que podíamos hacer día por día: Por ejemplo, prácticas físicas, clases de flexibilidad, técnicas mindfulness; también caminatas de aire puro acompañadas por profesores del gym, circuitos de hidroterapia, elongación asistida y gimnasia acuática.
Entre los talleres se destaca uno sobre revitalización, alimentación saludable, metabolismo; otro de Salud Energética -Feng Shui, Reiki-, y otro de Infusiones saludables, dictado por Luis Altamirano quien nos confió el arte de combinar hierbas para preparar tisanas y aguas saborizadas. Hay, además, clases de cuidados posturales, de Marmaterapia (similar al masaje Ayurveda) con Jermaine; él nos explicó cómo estimular los diferentes puntos marma guiando la respiración para aportar beneficios a la salud. Clases de estabilidad, equilibrio y coordinación. Clases de Yoga.
Asimismo, también asistimos a una clase de meditación aplicada al buen dormir. Clases de ritmos latinos, noches de cine, shows de humor y cena con el violín de Jada Pedraza. Charlas varias, entre otras, sobre síndrome metabólico, colores en la comida, la importancia del movimiento en nuestra vida. Como corolario, el staff del gym llevó a cabo una exposición acerca de mitos y realidades de la actividad física.
En esta nueva visita a la posada quise hacer hincapié en la alimentación teniendo en cuenta los planes de salud que disponíamos. Y tuve la oportunidad de entrevistar a los dos chefs de la posada: Renzo y Pablo.
Ellos habían terminado recién de preparar el menú de mayo, que incluía la temporada de invierno, y aguardaban presentarlo a los profesionales encargados de supervisarlo antes de su definitiva puesta en marcha. Es de notar que entre los dos menús que se dan habitualmente en la posada hay bastante similitud, pero el personalizado tiene menos calorías.
Puedo decir que Renzo y Pablo son los dueños de la cocina; son los que, con sus recetas, reducen las calorías de las comidas para una alimentación saludable al máximo. Se iniciaron en la nutrición de la vieja escuela aunque, habida cuenta de su incorporación a La Posada Qenti, se fueron formando en nuevos sabores y productos orgánicos.
Un dato importante es que Renzo y Pablo están asesorados constantemente por nutricionistas que colaboran con los chefs con el objeto de calibrar imaginación y valor nutricional en las recetas. Es decir que todo plato nuevo tiene las pautas profesionales respectivas antes de ser sometido al paladar del huésped de la posada. Una mezcla equilibrada entre experimentación y cuidado integral.
Como ejemplo práctico los chefs priorizan el uso de aceite de oliva en lugar de manteca; esto ayuda al descenso de las calorías. Como sabemos, el aceite de oliva tiene menos grasa y, en consecuencia, más saludable. Otra preparación en la que se sustituye la manteca es en los brownies de chocolate. Los cocineros utilizan zucchinis para buscar textura y sabor. Para bajar calorías también reemplazan el azúcar y la leche.
Para agregar más fibra en la preparación de la masa de pizza utilizan ½ kg de harina común y ½ kg de harina integral. Cuando piensan en un carrot cake, antes de presentar la propuesta, investigan, prueban, juegan con los ingredientes y luego sacan la nueva receta. El carrot cake tradicional lleva zanahoria rallada, pero en la posada lo hacen hirviendo zanahoria con jugo de naranja para dulcificar su sabor.
Tener en consideración a los que padecen diferentes patologías –alergia, celiaquía, diverticulosis- es prioritario en la cocina qentiana. No es extraño entonces hallar platos con diversos tipos de harinas: de algarroba, de legumbres, de avena o de maíz.
Los chefs me explicaron que actualmente las personas han desarrollado un paladar nuevo en el consumo de alimentos sanos y van en busca de ellos. La posada posee una huerta orgánica que los provee de verduras, hierbas aromáticas y flores frescas, y un invernadero. Se sirven de los productos que les brinda la temporada de huerta para elaborar el menú diario; ensaladas en verano y guisos y musakas en invierno. De la huerta a la mesa.
¿Flores? Claro que sí. Y comestibles. Las flores se agregan a algunos platos o postres no solo para hacerlos atractivos a la vista sino para darles cierta frescura. Si bien el valor nutricional de las flores no es alto, sirve como condimento. O sea que la huerta orgánica de la posada colabora decisivamente en la preparación de los platos. De allí extraen vegetales de estación, todo tipo de lechugas, zanahorias, tomates, pimientos, hierbas frescas tales como perejil, tomillo, orégano y cebollín.
Ambos saben que la cocina de la posada es el corazón del establecimiento y hacen especial hincapié en el trabajo en equipo. Forman una cadena en la elaboración de recetas de la que participan cocineros, nutricionistas y profesores de gimnasia, evaluando, los profesionales de cada área el grado de satisfacción de cada cliente. Siempre en pos de brindar los tips más saludables.
Al retirarnos del lugar nos quedó la sensación de haber sido acompañadas por un grupo competente y generoso, que estuvo día a día siguiendo nuestra evolución, preguntando cuán cómodas nos sentíamos con las actividades y la alimentación. Y fue así cómo nos volvimos a enamorar de la posada de Qenti, su contexto natural, vida saludable y movimiento.
Contemplamos que, bajo esos cielos, el silencio, la naturaleza y el agua también trabajan en equipo para que las ilusiones vuelen alto y en libertad como las semillas del panadero que, con un pequeño soplido del viento, escapan delicadamente esparciendo magia y armonía por doquier.