La sal es una roca mineral y fue uno de los condimentos más antiguos utilizados por el hombre. Así adquirió un carácter esencial para la conservación de alimentos, tan esencial fue que se la conocía como el oro blanco, y hasta servía como moneda de pago. También se la usó como base para abonos y explosivos.
¿Qué se sabe de esta mina de sal y del castillo? ¿Quiénes eran los Cardona y cómo influyeron en la vida de los pobladores?
Ocurrió un fin de semana en Barcelona. Abrimos el mapa para visitar un lugar que estaba a poco más de una hora de la ciudad de la Sagrada Familia. Se dio que podíamos concertar dos visitas a la vez: la Mina de Sal de Cardona, de las minas potásicas más importantes del mundo, y el Castillo del mismo nombre, propiedad de los Duques de Cardona, que fueran conocidos en una época como los Señores de la Sal, cuyo trabajo en las salinas transformó la vida del pueblo.
Cuando llegamos al municipio de Cardona nos encontramos con una villa fundada en el siglo X que no ha perdido su idiosincrasia medieval: calles angostas, viejos zaguanes y aristocráticas casas que reflejan la riqueza de la época producida por la explotación de la mina de sal. Se sabe que familias de diferentes puntos de España se acercaban al municipio de Cardona en busca de trabajo y futuro mejor.
Luego de conocer el pueblo, nos encaminamos hasta la mina para comprar entradas y realizar una visita guiada que nos permitiera ver como se había desarrollado la explotación de sal, las formas de extracción y los tipos diferentes que existen. Desde 2003, la mina se ha transformado en el Parque Cultural de la Montaña de Sal. En el exterior hay un Monumento al Minero que honra a los trabajadores de la mina y a los que perdieron la vida en ella. También se pueden apreciar paneles que explican cómo se explotaba la sal entonces.
Para disfrutar del mundo subterráneo de las minas abordamos un pequeño tren que circula serpenteando por un sendero que avanza entre antiguos pozos de la cantera hasta el pie de la montaña donde comienza la aventura.
Antes de iniciar el paseo subterráneo nos dieron unas breves explicaciones sobre la prohibición de tocar las estalactitas que caen del techo de las galerías internas y la orden de ir siempre con el casco colocado en la cabeza.
Hicimos el paseo guiado, llegando a 86 m de profundidad por las antiguas instalaciones y galerías. Este camino es el reservado a los turistas porque las galerías más subterráneas se hallan a 1.000 m de profundidad.
Dentro de la mina las imágenes que captaban nuestros ojos eran las de un paisaje de fantasía, congelado, con tonos rosados, rojizos, arcillosos y traslúcidos. A medida que avanzábamos por cámaras, túneles y galerías, las paredes aparecían llenas de sal de color blanco; gran cantidad de estalactitas se desprendían de techos, túneles o galerías.
La variedad de colores es creada por los distintos tipos de sal; si es sódica, el color será blanco y si se trata de sales magnéticas o ferrosas el color será rojizo.
Luego de ese viaje de ensoñación, fuimos a uno de los castillos medievales destacados de Cataluña: el Castillo de Cardona. Se lo ve imponente sobre la montaña y aún más al atardecer cuando las sombras y últimos reflejos del sol lo hacen sentir el “Señor de la Villa”.
Forma parte del mismo recinto la Colegiata de Sant Vicenç, la iglesia del antiguo castillo, como así también, cantidad apreciable de dependencias del palacio de los antiguos señores, los Duques de Cardona y la Torre de Minyona, que tiene una antigua leyenda.
El nombre de Minyona significa muchacha en catalán, y obedece a una leyenda cuyo origen se pierde en la bruma de los tiempos, ademas de existir múltiples versiones.
Una de ellas afirma que en las fiestas del castillo, Adelaida, la bella hija de los condes se enamoró de un alcalde musulmán de otro pueblo vecino. Pese a que el joven pretendiente se convirtió al cristianismo, los padres y hermanos de la doncella la condenaron a vivir encerrada en la torre, donde únicamente era atendida por un criado mudo. La tradición detalla que el pretendiente incluso construyo una cruz con piedras del rio para demostrar el fervor con el que abrazaba la nueva fe.
Sin embargo su familia no transigió y las penas terminaron mermando la salud de la muchacha que falleció durante el cautiverio.
En la actualidad, parte del castillo está ocupado por un Parador para turistas. Si ustedes deciden pasar una noche allí, estén atentos porque bajo esos cielos del mundo, hay otra leyenda, que cuenta que a las doce de la noche se puede ver a Abdalà cabalgando hacia la torre en busca de su amada Adalés.