Cuántas curiosidades descubrí caminando con Pablo, guía especializado en Historia del Arte, mientras paseábamos por uno de los barrios más visitados de la ciudad, que cuenta con infinidad de talleres y tiendas vintage: el Born y sus "carassas".
En épocas en que España libró diferentes batallas, la ciudad condal estuvo ocupada en varias ocasiones por soldados que desconocían el lugar y, teniendo en cuenta el nivel de analfabetismo reinante en esa época, se guiaban por las carassas -caras de piedra gigantes- para ubicar los burdeles en calles concretas, sobretodo en la zona del Raval.
En las ciudades medievales, la práctica de la prostitución era legal y Barcelona, al ser una ciudad portuaria con entrada de mercancías para el resto de Europa, tuvo estrecha relación con el oficio. Según una leyenda, los marineros le hacían la promesa a la Virgen de hacer feliz a una mujer para salvarse de alguna feroz tormenta en el mar.
Mientras caminábamos, Pablo me comentó que aún existen unos pocos elementos arquitectónicos que sobresalen en las esquinas de los edificios donde antiguamente había prostíbulos.
La carassa -carota en catalán- era definida con cara de mujer esculpida en la piedra de las fachadas, un símbolo evidente que indicaba que en esa calle por la que transitaban los marineros y habitantes comunes, había un burdel.
Una de las carassas que sobrevive a pesar de las reformas urbanísticas es la que se encuentra en la esquina de la calle Mirallers y Vigatans. Al levantar la vista hacia el cielo es posible encontrarse con su mirada esculpida en la pared. Tal vez no sea la más atractiva estéticamente, pero es la que ha sido testigo de una historia singular.
Cuando el pintor Pablo Ruiz Picasso tenía 17 años comenzó a frecuentar una modesta taberna donde se escuchaba sonar un piano, se trataba del Els Quatre Gats. Picasso vivió cerca de esa esquina y solía frecuentar los prostíbulos de la zona, sobresaliendo el Ca la Mercé, en la calle Avinyó 44, donde dio comienzo los primeros bocetos de la época cubista de su obra.
En el transcurso del tour, el guía nos explicó cuál fue el origen del cuadro cubista de Picasso "Las señoritas de Aviñón". El nombre que lleva su obra probablemente se trate de una confusión entre la calle del prostíbulo y la ciudad francesa. Las cinco mujeres del cuadro -prostitutas del lugar- no son de la comuna de Avignon, ya que Picasso visitó Francia cinco años después de firmar el cuadro.
Entonces deberíamos nombrar la obra como Las señoritas de Avinyó. Se sabe que el mismo Picasso reconocería en los años cincuenta haber pintado cuadros en esta calle catalana.
Picasso pintó el cuadro entre 1906 y 1907. En dicho período frecuentaba el burdel que se hallaba dentro de un edificio señorial, de picaportes con leones y noble puerta de madera que lo llevaba directamente al interior de una Barcelona oculta, una Barcelona que le permitía retratar a cinco mujeres desnudas.
Bajo esos cielos del mundo, donde la historia de Barcelona se conserva en su totalidad, debes darte prisa para conocerla antes de que los cambios urbanísticos la hagan desaparecer.