Continuando con nuestro viaje a través de la isla de Cuba llegamos a Varadero, cuyo nombre tuvo su origen probablemente entre los siglos XVI y XVII cuando los barcos que se acercaban demasiado a la costa quedaban “varados” debido a la poca profundidad de las aguas. Varadero es hoy un pueblo pequeño, que se extiende en línea recta sobre calles numeradas, que van del 1 al 60.
Lo más conocido del lugar son La Casa del Ron y La Casa del Chocolate
De La Casa del Ron podemos decir que en la puerta de acceso hay un cartel que advierte “no entrar con jaba». Entre los isleños –como una humorada irónica quizás- se dice que las cuatro extremidades del cuerpo del cubano son: las dos piernas, el brazo izquierdo y la jaba; se trata de una bolsa de plástico blanca, que llevan consigo a todos lados para meter en su interior lo que puedan llevar a casa, sea comida o bebida.
Se recomienda comprar habanos y ron en las tiendas estatales porque si los comprás en otros sitios o a vendedores ambulantes, corrés el riesgo de adquirir un producto de dudosa calidad. Por ejemplo, para los habanos se suelen utilizar hojas de plátano. Entonces, puede ocurrir que al salir del país las autoridades aduaneras comprueben que la caja de cigarros no lleva la estampilla del Estado y, consecuentemente, confiscarla. Para ellos es prueba indiscutible de que la caja fue comprada en el mercado negro.
Para escuchar música y bailar estuvimos en La Casa de la Música donde cada noche se presenta un número en vivo diferente. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que es un local muy simpático y divertido. Para música callejera, nada mejor que La Calle 62, local ubicado sobre una cortada y, a un lateral, un bar. Por las noches toca una orquesta que da brillo al baile entre turistas y locales.
Iglesias de culto católico solo hay dos en Varadero. La religión que practica gran parte de la población cubana es la santería, mezcla de costumbres y ritos africanos y europeos que llegaron en su momento a la isla.
El domingo nos pasó a buscar el mismo taxista del hotel, quien nos dijo que ha comenzado la época de los ciclones y, con tristeza, relató que el exceso de lluvia arruina la cosecha del tabaco y la salud de muchos cubanos que empiezan a padecer problemas respiratorios por los cambios de temperatura y humedad constantes.
En los días siguientes quisimos conocer la Cuba que existe más allá de las grandes ciudades o centros turísticos como Varadero, para eso nos pusimos en marcha llevando adelante varias excursiones y paseos por la zona de Matanzas y, de paso, aprender sobre sus comunidades para lo cual mezclamos itinerarios. Así fue que nos alejamos de las afamadas playas de Varadero de arena blanca, saturadas de reposeras y sombrillas, lugar donde muchos viajeros quedaron atrapados por la comodidad que brindaba el hotel.
Una de las excursiones la hicimos en un jeep del tipo Safari. En el recorrido pasamos por el pueblo de pescadores Boca de Camarioca, en la provincia de Matanzas, conocido por ser protagonista del primer éxodo masivo de cubanos hacia Florida. Actualmente el crecimiento de su población se ha visto favorecido por el centro turístico de Varadero y dependen en gran medida de él. Las antiguas casas de madera han sido reemplazadas por pequeñas casas de material y edificios de dos plantas. Según una cubana: "Las casas de material son de los cubanos que trabajan del turismo para el gobierno".
Luego continuamos hasta el rústico y pequeño pueblo de La Carbonera, cruzando el Municipio de Matanzas hasta la Ermita de Montserrat, construida por los catalanes. Muy cerca de allí, a unos 12 km, llegamos a la Cueva de Saturno, que esconde dentro de su montaña un cenote de aguas transparentes y temperatura adecuada para nadar; descendimos por la gruta que tiene una escalera de madera para que la gente pueda zambullirse.
Más tarde, almuerzo típico cubano en la Finca la Arboleda y, después de recorrer unos kilómetros, llegamos a un área protegida: el río Canimar donde nos dimos el gusto de maniobrar la lancha en la que atravesamos las aguas del río, recorriendo sus manglares.
También nos embarcamos en un crucero con destino a Cayo Blanco -en la costa norte de Cuba-, islote a tan solo 40 minutos de navegación desde Varadero. El crucero lo hicimos en un catamarán turístico que incluía, como ya es costumbre, bebidas y música. A mitad de la navegación anclamos en una zona de arrecifes para practicar snorkeling; luego visitamos un delfinario instalado en medio del mar.
Mientras recorríamos Matanzas, nuestro guía me expresó que le gustaba contar cómo se caracteriza a los personajes que se paran a hacer dedo en la autopista. Por caso, a quien viaja gratis en el vehículo de otra persona se le llama botella, denominación que se convirtió en una de las formas más solicitadas de transporte urbano a partir del llamado Período Especial. Al que quiere viajar sin pagar se lo llama botellero y el que ofrece dinero para el viaje tipo ramillete entre sus dedos, se lo nombra como abanico.
La etapa de escasez extrema de los años 90 en Cuba, a la cual califican de Período Especial, surgió cuando desapareció el bloque socialista del este europeo que era el principal socio comercial y financiero de Cuba.
En este viaje a lo largo de la isla he tomado fotos que me han llevado, como un pasaje de regreso, a momentos que de otra manera se hubieran ido. Me voy de Cuba recordando a Hilda Molina, médica neuróloga cubana que en su juventud fue muy cercana a Fidel Castro y llegó a ocupar cargos importantes dentro del partido gobernante. Después de muchos años de trabajo, totalmente desencantada con el régimen, pudo emigrar a Argentina junto a su hijo. Ella habla del pueblo cubano como una multitud sumisa y aterrorizada que vive en situaciones de extrema pobreza.
Mientras que bajo esos cielos del mundo, continúen existiendo personas privadas de su libertad de conciencia, la playa de Varadero seguirá siendo inasequible para sus habitantes y los cubanos continuaran viviendo en una Cuba para extranjeros.