La rutina y la cotidianeidad muchas veces nos deja en piloto automático y sucede que, nos percatamos de que pasó la mitad del año y, con ella, los proyectos y metas propuestos al inicio del 2022 parecen no haber encontrado tiempo para materializarse.
Con ese insight de ser consciente de que el tiempo es finito, hacer una pausa a modo de balance de mitad de año, es una buena forma de reconectarnos con nuestros valores y propósitos.
Hacer un "stop" en julio para ver dónde estamos parados -en nuestro hacer y nuestro ser- y así centrar la atención en nosotros mismos, ajustar el foco y reorganizarnos. Si pensamos que no estamos pudiendo trabajar en lo que deseamos o necesitamos, la buena noticia es que tenemos todo un semestre por delante para darle espacio a aquello que es importante para nosotros.
1- En este proceso, lo primero que tenemos hacer es reflexionar sobre los meses transcurridos, para ver desde dónde partimos, dónde estamos ahora y hacia donde deseamos encarar nuestro tiempo y energía en los próximos meses.
Podemos elaborar una lista con lo que pudimos, lo que nos enorgullece y lo que aprendimos. De esta manera veremos qué nos quedó pendiente para reorganizarnos hacia ese objetivo.
Si, por ejemplo, nos propusimos ser más saludables haciendo actividad física, quizás este objetivo se vio entorpecido por tener que retomar el trabajo presencial. En este punto hay que tener en cuenta la importancia de reajustar las metas al contexto, que es puede ser cambiante, para no frustrarnos, algo que se puede traducir en fastidio, donde el pensamiento de intrusivo de “ya va medio año perdido” nos deja desmotivados.
2- El segundo paso es el de reajustar medios para alcanzar nuestro objetivos.
Siguiendo con el ejemplo del gimnasio, en lugar de castigarme por no haber ido tres veces a la semana, puedo buscar alternativas como reorganizar agenda, reducir la cantidad de días, o incluso aceptar radicalmente que en este momento eso es todo lo que puedo hacer. Quizás sea más simple cambiar hábitos nutricionales que, si bien no es lo mismo, está orientado al mismo propósito.
3- El tercer paso es volver a conectarnos con el “para qué” del largo plazo: cuál es el valor detrás de toda acción. De esta manera, podremos tener una mirada más contextual y gratificante de nuestra realidad.
No se trata de no dar lo mejor de cada uno, de no tener ambiciones o de no proponernos grandes metas, sino con tomar conciencia de que nuestro hacer está vinculado a nuestro ser.
Que tenemos muchas más chances de lograr cosas y obtener buenos resultados cuando aprendemos a flexibilizarnos, a ser compasivos y a gratificarnos por el camino transcurrido en lugar del castigo por lo que aún no hemos logrado.
Asesoró: Lic. Melisa Mirabet (MN. 65.390), Psicóloga especializada en gestión emocional y alto rendimiento - Directora de SEPSIAT (Instagram: @melisamirabet).