Cuando llega esta época del año siento que fue un suspiro, que voló, pareciera que cada situación, cada dolor, cada alegría, cada logro, cada aprendizaje duró segundos, milésimas de segundos… ¿Te pasa?
Y en este empezar a mirarme, a observarme, a darme cuenta cómo fue cada parte del camino llegan Navidad y Año Nuevo. Wow.
Desde hace varios años elegí empezar a vivir las fiestas con más calma, más liviana, sin tanta ostentación y exigencia, estando atenta a qué necesito y qué quiero. Sentir cómo me gustaría pasarlo, saliendo del piloto automático del deber ser familiar formateado en años de viejas costumbres y creencias que establecen (o establecían) qué y cómo pasar fin de año.
Aprendiendo a escuchar cómo me gustaría que fuera mi mejor Navidad y mi mejor Año Nuevo. Y a las personas que quiero cerca mío. Conjugando mis deseos y mis ganas con los deseos y las ganas de esas personas importantes en mi vida.
Cuando era chica y aún cuando estaba casada Navidad era subirnos al auto para trasladarnos a donde mamá proponía con comida, regalos, las chicas. Encontrarme con miles de personas que no veía en años. Modo Campanelli. Nosotros obedecíamos, volvíamos a cualquier hora agotados, sin ganas de nada más, enojada yo sin saberlo por no haber escuchado y validado lo que tenía ganas de hacer: quedarme en casa, enojado Sebastián por pasar una Navidad no sentida.
Ir en contra de lo que realmente querés tiene costos muy altos. Sí, tiene costos no escucharte. Es dejar a un costado lo que sentís, simulando que no existe. Y subirle el volumen al afuera, a las exigencias del afuera, ¿te suena? ¿Cómo será empezar a escuchar lo que necesito? ¿Y validarlo? ¿Y contárselo a los demás? ¿Y hacer acuerdos para que eso que quiero suceda?
Uno de mis grandes aprendizajes – en proceso todavía – fue y es haber aprendido a escuchar cómo querían pasar fin de año mis hijas, no imponer el piloto automático de “las fiestas las pasamos juntas en casa”. Esto que parece tan simple me llevó tiempo de sentir que el otro podía querer otra cosa. Y que debía estar dispuesta a aceptarlo. Aunque doliera.
Desde que estamos con Juan pasamos Año Nuevo solos y es un regalo enorme poner la mesa con flores, escuchar música suave, elegir qué tenemos ganas de comer, pura tranquilidad, pura paz. Sigo aprendiendo a validar lo que siento y a no sentir culpa por eso.
Te invito a hacer una lista con las cosas que te gustaría que pasen este fin de año. Poner por escrito cómo te gustaría pasar Navidad, qué necesitás poner en juego para que eso suceda. Empezar a poner foco en lo que para vos es importante. A poner luz en tu verdadero deseo.
Y otra lista con las cosas que querés agradecer de este año que pronto termina. ¿A quién le querés agradecer? ¿Te incluís en la lista? ¿Cómo será agradecerte a vos misma, a vos mismo por lo que fue, así como fue?
Mi lista toma unos días, la voy masticando, sintiendo. Una de las cosas que sin dudas voy a escribir es que quiero agradecer la posibilidad de compartir en esta columna aquellas cosas que hoy hacen sentido en mi vida. Y que gracias a una persona especial esto sucedió.
¿Te animás a validar lo que sentís? Vale la pena.
Fuente: Zelmira Kroselj, directora de Zelmira K Comunicación y Coach Ontológico Fundación Protagonista de Cambio.