En un mundo cada vez más exigente y competitivo, centrarse en el desarrollo de nuestro potencial se vuelve indispensable para lograr armonía en nuestra vida cotidiana. Que las crisis son oportunidades, ya lo sabemos, lo que quizás nos falta comprender es cómo crear las oportunidades cuando pareciera que no existen dentro de un contexto socio-económico complejo.
Por momentos, los seres humanos sentimos que los contextos nos determinan como si tuvieran el poder de definirnos y nos quedamos atrapados en una encrucijada que nos impide soñar y alcanzar quienes queremos ser. La angustia, la frustración y el estrés se hacen frecuentes en nuestro sentir y el desafío de reconstruirnos parece imposible.
Por lo general, comenzamos a transitar una etapa que tiene más preguntas que respuestas. Que nos lleva a convivir con la incertidumbre no solo sobre qué va a pasar sino también sobre dónde quedan mis metas por alcanzar. Se vive desde la procrastinación, postergando lo que realmente es importante para nosotros.
Sin embargo, las personas tenemos la inquietud de superarnos y algo siempre nos mueve a buscar más allá de lo que ya conocemos. Así, se nos presenta un gran desafío: ser los creadores de nuestras posibilidades en un mundo donde parece que no las hay.
El punto de partida para ser protagonistas de nuestra vida es la aceptación de las circunstancias. Pero atentos: aceptar las circunstancias es muy diferente a resignarse. No podemos crear ni ver oportunidades desde la resignación.
La diferencia entre aceptar las circunstancias y resignarse puede parecer sutil, pero en realidad tiene un impacto significativo en nuestra actitud, acciones y consecuentes resultados.
En el camino de la aceptación, internamente comenzamos a tener diálogos que con el tiempo se transforman y pasan de la queja a la reflexión. Crear oportunidades no es magia, es un proceso profundo de transformar el observador que somos de las circunstancias.
Aceptar las circunstancias implica también reconocer y comprender que hay cosas en la vida que están fuera de nuestro control. En cambio, resignarse implica rendirse ante las circunstancias adversas. Es una actitud pasiva que nos lleva a conformarnos con lo que sucede, sin buscar alternativas o soluciones.
Por eso, vale que nos preguntemos: ¿estoy resignado o resignada? ¿O acepto lo que no depende de mí? Porque la revolución para cambiar lo que no nos gusta empieza dentro de nosotros. Desde ya, aceptar no es tarea fácil, aunque es posible si nos comprometemos con el proceso de nuestra propia transformación.
Este cambio de posición muchas veces no es posible lograr desde la sola voluntad. En ese sentido, cada vez es más frecuente que las personas se apoyen en distintas disciplinas para alcanzar el cambio interior. Entre ellas, se destaca el coaching ontológico, una profesión que funciona como un puente entre la crisis y nuestro potencial para diseñar el futuro que deseamos.
¿Qué puedo encontrar en el coaching ontológico? Un espacio en el que puedo conversar y planificar cómo lograr mis metas, mejorar mis relaciones, pensar con una mente creativa, tomar decisiones y encausar mis emociones a disposición de quien quiero ser.
En ese sentido, los coaches ontológicos no tienen el rol de resolver los problemas ni de decirte qué tenés que ser ni hacer. No son consejeros. Su rol es el de facilitar, a través de preguntas, un espacio que te permita cuestionarte para descubrirte. Porque al tomar conciencia, podemos abrirnos a nuevas formas de ser, actuar y relacionarnos con el mundo.
En ese marco, cambiar la mirada para ser creadores de posibilidades implica, entre otros aspectos:
- Reflexionar sobre el observador que estamos siendo de la circunstancia.
- Cuestionarnos nuestros modelos de pensamientos recurrentes.
- Desafiarnos más allá de la zona de confort.
- Aprender que el lenguaje genera nuestra realidad y como usar su poder para crear nuestra realidad.
- Conocer y gestionar nuestras emociones.
- Diseñar nuestras disposiciones corporales para que nuestro cuerpo potencie nuestras metas.
- Reflexionar sobre aquellas creencias que nos mantienen en el mismo lugar.
Somos los creadores de nuestro camino. Transitamos las experiencias con diferentes emociones y aprendizajes y una marcada capacidad de entrenar nuestra adaptabilidad con creatividad y pensando más allá de las circunstancias.
Y recordá: en cada ser humano reside un potencial infinito para aprender y reiventarse. Incluso en los momentos más discordantes, siempre tenemos la capacidad de componer una nueva armonía, una nueva partitura, una nueva versión de nosotros mismos: más fuerte, más sabia y más resiliente.
Fuente: Yamila Martorell. Master coach y vicepresidente 1° de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional (AACOP).
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