Las relaciones amorosas se construyen gracias a un entramado de acuerdos y desacuerdos, de afinidades y discrepancias, en las que el amor es el estado afectivo que guía cada una de estas líneas de conexión.
Sin ese sentimiento de apego el vínculo estaría sostenido por la costumbre, la repetición de actos, la comodidad y el no innovar demasiado para no quebrar la frágil estabilidad.
“La dinámica de las relaciones de pareja no es la estabilidad, por el contrario, multiplicidad de movimientos envuelven a las partes en distintas situaciones, algunas alegres, pasionales; otras tristes, cargadas de reproches y angustia. Ese vínculo, que en un comienzo goza de pureza y novedad, se profundiza y amplia con las otras experiencias, dando forma a un estilo de relación”, asegura el doctor Walter Ghedín, psiquiatra y sexólogo.
“Sin embargo, este estilo o modelo de relación que las parejas construyen debe ser consecuente con la paridad o igualdad entre las partes (de ahí el nombre de pareja o vinculo de paridad) para que no se convierta en un modelo desigual, en el que uno ejerce una función dominante y el otro se somete”, agrega el especialista.
“Por lo tanto, podemos sintetizar que la esencia de todo vínculo amoroso de pareja que se precie de tal debe ser simétrico (de paridad), sostenido por el amor, la sexualidad, la comunicación y el acuerdo fundamental de ser “dos personas, cada una con su historia e intereses, que desean estar juntos, con acuerdos y desacuerdos””, concluye el doctor Ghedín.
10 características de la terapia de pareja
1) La terapia de pareja es una alternativa de abordaje del vínculo en crisis; no trata a las personas, sino a los diferentes modos de unión que sostienen la relación y los problemas que surgen en el mismo.
2) Por lo general el amor está cubierto por un sinnúmero de capas de desacuerdos, de conjeturas, de historias pasadas que lo ocultan. El objetivo entonces será ir descubriendo cada una de esas capas para reencontrarse con el afecto de base.
3) El espacio terapéutico no debe ser un ring para continuar con el combate, muy por el contrario, la comunicación, la escucha y la reflexión deben primar por sobre el enfrentamiento.
4) El terapeuta no es un juez que dicta sentencia, tampoco establece alianzas con ninguna de las partes. Es un profesional formado para detectar los puntos de conflictos, señalarlos y ayuda a ver alternativas de cambio.
5) Los motivos de consulta son de diferente índole, algunos más leves, otros más graves, casi al borde de la disolución del vínculo. Sin embargo, más allá del nivel de gravedad, lo importante es cómo los conflictos impactan subjetivamente y la capacidad que tiene cada uno para enfrentarlos y superarlos.
6) Existen parejas que se aman, pero no saben cómo acercarse sin conflicto mediante, otras que les cuesta lograr un equilibrio entre la vida familiar y la intimidad, otras que quedaron moldeadas por sus familias de origen e intentan reproducir la misma forma de interacción, en fin, los motivos de consultas son variados, no obstante, los terapeutas estamos muy atentos a las diferentes formas de violencia implícita y explícita que pudieran aparecer.
7) La terapia de pareja no es para relatar con lujo de detalles lo que hace cada uno para provocar al otro. Sirve para atravesar esa barrera de enojos y reproches y detectar los mecanismos que subyacen.
8) El compromiso para trabajar en el espacio terapéutico y fuera de él es fundamental. Todo lo que surge en el afuera o dentro de la terapia puede ser motivo para la reflexión y el cambio.
9) La terapia vincular debe incluir la vida sexual y cómo actúan sobre ella los conflictos. En muchos casos, la sexualidad de la pareja pierde fuerza y los cuerpos se distancian cada vez más; en otros casos, los conflictos esperan la fogosidad del sexo para apagarse (recurso paradójico) reiniciando luego la escalada hasta un nuevo acercamiento sexual.
10) Sostener la paridad o la igualdad no es tarea fácil, sin embargo, es la esencia saludable de toda relación. Todavía el modelo heteronormativo sigue siendo poderoso marcando desigualdades bajo la aparente armonía de la complementariedad. Y cuando una de las partes se revela diciendo “necesito ser yo” o “quiero luchar por lo mío, por lo me gusta. Aquello que postergué durante años”, surge la incomprensión y la crisis. Y una vez que se dice ¡Basta! Esto no lo quiero para mí, el camino es la modificación buscando un vínculo más saludable o la disolución.
Asesoró: Dr Walter Ghedín, psiquiatra y sexólogo