En este Día del Padre y en un momento donde estamos dispuestos a revisar el estereotipo de familia, y no dar por sentado que la llamada “familia tipo” es garante del desarrollo integral de los hijos, vale la pena desmenuzar la idea de qué es ser padre.
La paternidad es una construcción social que, como tal, sufrió transformaciones a lo largo de la historia. De ninguna manera es un concepto encasillable con facilidad. Sin embargo, se puede afirmar que, por más de un siglo, algunos elementos constitutivos de la identidad paterna, estuvieron presentes con relativa constancia. La figura del Padre encarnó el sostén económico, la autoridad, la voz de los veredictos y la fuerza del control del resto de los integrantes del clan.
Es indiscutible que, desde los discursos dominantes del siglo XX, “El Padre” fue sinónimo de Ley y centro de la familia como pieza fundamental de la arquitectura social.
Existe una inercia que nos lleva -sin curvas- a la idea de que estos conceptos pertenecen a un tiempo pasado, pero es tramposo pegarse a un análisis centrado en “lo generacional”. No es una cuestión netamente de época: en este mismo momento, conviven paternidades sentadas en la punta de la mesa, con paternidades más blandas y hasta “más femeninas”. Estas últimas, se sienten cómodas en mesas redondas, pero todavía no encuentran su exacta performance.
Resulta fácil (como desplegamos al principio de esta nota) enumerar los componentes de la paternidad clásica, pero el agua se pone turbia cuando queremos pescar los ingredientes comunes de la paternidad actual.
Es evidente que muchos hombres cuestionan los modelos imperantes y que embanderan el cuidado maparental compartido. No sienten que “ayudan” a sus pares co-cuidadoras. Tampoco apuestan al sostén económico unilateral e intentan acercarse a las tareas domésticas.
Sin embargo, los datos demuestran que (todavía) no son modelos representativos. Si nos detenemos en lo puramente observacional, veremos que la (paradójicamente) llamada “reunión de padres” está representada por un 95% de madres. También veremos números similares, sino peores, en el demoníaco “chat de mamis” (ahí sí que la calificación “de mamis” es correcta!) donde se encuentran papis como agujas en pajares.
Capítulo parecido tiene locación en los consultorios de pediatría. O sea que las tareas vinculadas con educación y salud (nada menos!), son llevadas adelante por las madres en la amplia mayoría de los casos.
Todo lo anterior, demuestra que estamos en un momento sociológico complejo, donde los roles de género, complican el armado de estructuras afectivas cómodas para criar. Las maternidades no están cuidadas para cuidar y las paternidades impresionan desbrujuladas. Hasta que no se sacudan fuerte los mandatos de masculinidad, las paternidades difícilmente encuentren tono propio.
La pregunta central que surge es si existen suficientes espacios de hombres para la reflexión. No hay dudas de que las mujeres organizamos redes, tribus, sacamos del closet al puerperio, buscamos referentes sobre maternidad y diseñamos coreografías para pensarnos. Pero ¿dónde está el universo masculino para cocinar el caldo de las nuevas ideas sobre paternidad? ¿En qué espacios, por ejemplo, trabajan sobre lo extranjeros que pueden sentirse en el puerperio? A dónde viaja lo no dicho, lo no elaborado?
Quizás ahí esté la apuesta al cambio: en la construcción de redes masculinas propias para paternar, de cara al nuevo mundo que queremos.¿Feliz día del Padre!
Fuente: Evangelina Cueto, médica pediatra (MN 120230), @eva_pediatra