Uno de cada cien recién nacidos padece un Trastorno del Espectro Autista (TEA), la mayoría varones. Esto complica bastante sus vidas, dado que los niños con TEA presentan dificultades para comunicarse y relacionarse, además de mostrar conductas repetitivas e intereses restringidos.
¿Pero cuáles son las causas del autismo? ¿Pesan más los factores ambientales o los genes en estos trastornos del neurodesarrollo? Gracias a los estudios de gemelos sabemos que el secreto para entender el TEA se encuentra principalmente en el genoma.
El genoma, nuestro manual de instrucciones
El genoma humano es como un manual de instrucciones que contiene información sobre nuestras características físicas y algunos aspectos de nuestro carácter. Pero en el genoma también reside la información necesaria para afrontar uno de los grandes retos científicos actuales: desvelar las causas genéticas de miles de trastornos y enfermedades.
Gracias al Proyecto Genoma Humano hoy conocemos la secuencia completa de nuestro genoma. Esta secuencia está formada por más de 3 000 millones de nucleótidos o “letras” que contienen unos 27 000 genes. Cada gen tiene asignada una función específica en nuestro organismo.
También sabemos que cada uno de nosotros compartimos con cualquier otra persona del planeta un 99,9 por ciento del genoma. Por tanto, es en el minúsculo porcentaje restante dónde debemos buscar las causas genéticas de lo que nos hace diferentes, en la salud y en la enfermedad.
Descifrando el paisaje genético del TEA
En los trastornos del Espectro Autista existe una enorme heterogeneidad clínica, tanto en los síntomas como en la severidad de estos. Además de los síntomas principales, los niños con TEA presentan con frecuencia otros trastornos, como depresión o ansiedad, a los que llamamos comorbilidades. Y resulta tan importante entender las causas del TEA como las de sus comorbilidades. Muchas de éstas no están presentes de entrada, sino que aparecen más adelante. Prever la posible evolución de la patología puede ayudarnos a anticipar actuaciones terapéuticas.
Gracias a los estudios de gemelos sabemos que el secreto para entender el TEA se encuentra principalmente en el genoma. Si un niño o niña con TEA tiene un gemelo idéntico, las probabilidades de que éste también sufra el trastorno son aproximadamente del 80%. Esto demuestra que el TEA es uno de los trastornos del cerebro con más carga genética.
¿Y el ambiente? Algunos factores externos pueden desempeñar también un papel importante, pero la evidencia científica indica claramente que la genética es el factor principal.
Una fracción muy pequeña de los casos de TEA derivan de mutaciones en un solo gen, al igual que varias enfermedades en las que el autismo es una de las características, como el síndrome del cromosoma X frágil o el síndrome de Rett. Pero, en general, podemos decir que el TEA presenta una arquitectura genética compleja, con decenas o centenares de genes implicados en cada paciente.
Alteraciones en el ADN y genes implicados
Las alteraciones que encontramos en los genes responsables del TEA pueden tomar distintas formas. A veces se trata de variaciones de una única letra y en otras ocasiones está alterado el número de copias de un segmento de ADN o se producen inserciones o deleciones que pueden afectar a uno o varios genes.
Estas mutaciones pueden ser consideradas raras cuando están presentes en menos del 1 por ciento de la población, pero también pueden ser comunes (reciben entonces el nombre de polimorfismos). Las variantes genéticas raras tienden a tener un mayor impacto, mientras que las más frecuentes tienen efectos sutiles. Pero si se juntan muchas de estas variantes comunes, también pueden contribuir decisivamente al TEA.
¿Quién transmite estas alteraciones a los hijos? Los cambios genéticos pueden estar presentes en la madre o en el padre, y ser transmitidos por cualquiera de ellos… ¡o por ambos! Pero, a veces, algunas mutaciones raras aparecen de novo durante la formación del óvulo o, con mayor frecuencia, del espermatozoide.
¿Y qué funciones tienen los genes relacionados con el autismo? ¿Qué hacen cuando no están mutados? Algunos de ellos juegan un papel importante en la regulación de la actividad de otros genes o en la comunicación entre las neuronas. Un ejemplo es el gen SHANK3, responsable de la fabricación de una proteína que tiene un papel crucial en el funcionamiento de las conexiones entre neuronas, las sinapsis. Otro gen, SCN2A, está implicado en la propagación del impulso nervioso.
La genética como herramienta diagnóstica y terapéutica
En la actualidad, el diagnóstico clínico del TEA se basa principalmente en la observación del comportamiento y el desarrollo del niño. La carencia de marcadores biológicos en la práctica clínica es, en parte, un reflejo de la compleja arquitectura genética de este trastorno.
Por otro lado, los únicos fármacos aprobados por la FDA (Food and Drug Administration de Estados Unidos) se utilizan para algunas de las comorbilidades asociadas al TEA, pero no existen medicamentos de eficacia probada para los síntomas específicos del trastorno, como los problemas de interacción social.
Los estudios genéticos están contribuyendo decisivamente al conocimiento de las bases biológicas del TEA, pero todavía queda un trecho para que estos avances se puedan trasladar a la práctica clínica. Esperamos que la genética pueda, en un futuro próximo, ofrecer herramientas para la detección precoz y diagnóstico de este trastorno y facilitar también el desarrollo de nuevas terapias.