Era una noche de invierno cerrada por el frío y el silencio, cuando Clara confirmó cada una de sus sospechas. Hacía ya tiempo que el destino le mostraba cartas que nunca hubiera querido que aparezcan. Clara no estaba preparada para el fracaso; había alcanzado todas las metas que se esperaban de ella. Era una hjja perfecta, se acomodaba con holgura a todas las reglas y mandatos familiares, siempre estaba dispuesta a cumplir las expectativas que se posaran sobre ella.
En ese corset que fue cosiendo con los años, se graduó en la carrera que quería su padre para seguir con el estudio contable familiar y se casó con el candidato al que menos defectos le encontró su madre. Su vida parecía resuelta y organizada. Vivía con su marido en una casa confortable y trabajaba en el estudio familiar.
Sin embargo, cada mañana se levantaba pensando cómo serían sus días si hubiera audicionado en la obra que su profesor de canto le había ofrecido, si se hubiera anotado en el concurso de canto que cada año organizaban en la televisión, si hubiera aceptado ser corista de uno de los grupos musicales del momento. Clara había sido bendecida con su voz, desde pequeña tomaba clases y se destacaba aún entre sus compañeros, sus profesores le proponían inscribirla en audiciones para obras musicales pero sus padres y Clara no tenían intenciones de dejar que la vida se escurra de una rutina perfectamente prearmada.
Esa noche Clara se animó a romper el holograma de su matrimonio. Deslizó el dedo pulgar de su marido profundamente dormido en su celular y logró leer los mensajes que desde hacía meses se enviaba con su amante. La noche se hizo eterna, cada una de sus lágrimas le recordaban una parte de su vida, recorrió en horas toda su existencia. A la mañana se despidió de su marido sin decirle nada, quería tomarse el día para pensar. No imaginaba su vida de otra forma, todas sus apuestas habían sido en vano.
La única actividad que no suspendió fue su clase de canto por la tarde. Ver a sus compañeros le devolvió, al menos, las ganas de cantar. Ese día tenía un solo de voz muy importante y en medio de la canción se quebró y no pudo parar de llorar. Todos la miraban asombrados ¡como a pesar del llanto su voz se mantenía firme, entonada y con la cadencia que la caracterizaba!
Cuando terminó de cantar un abrazo de sus amigos la envolvió fuerte, en ese preciso instante sintió que su vida tenía valor más allá de su pareja, sus padres y su trabajo diario. Estaba parada en un escenario con lágrimas en sus ojos y arropada por el amor de su gente. Cantar la transportaba a su universo más sagrado, sus emociones. En cada estrofa entonada Clara desplegaba sus alas y por momentos su alma encontraba un lugar donde anidar.
Mientras sus amigos la abrazaban, las lágrimas fueron desapareciendo y de a poco logró esbozar algunas palabras: "Disculpen este mal momento. Hoy es un día muy doloroso para mí. No sé si estoy preparada para tomar una decisión, pero creo que es momento que me apropie de mis sentimientos y aunque duela, dejar atrás todo lo que no forma parte de mi camino".
Sus amigos sin querer saber más se acercaron y le dijeron: "No sabemos qué decisión tengas que tomar hoy, pero estamos convencidos que vas a tomar la correcta y tenés la entereza y amor suficientes para seguir adelante. Sos una gran persona Clara! Tu voz es mágica y vos también!".
La mujer que salió de la clase de canto llevaba la misma ropa que cuando entró, pero era otra persona. Clara subió a su auto con una sonrisa, su alma y su mente se habían encontrado esa tarde. El camino a seguir se abría luminoso e irrefutable. La vida le enviaba flashes de cada uno de los capítulos que aún le faltaban escribir.
Llegó a su casa, se sentó con su marido, hablaron y le pidió que se fuera esa misma noche. Cerró la puerta y se encontró frente a su nueva vida, ya no era un fracaso sino un gran desafío. Llamó a su madre para notificarla de la decisión y ante sus preguntas indiscretas, le dijo: "Me costó años valorarme, hacer pie en el amor propio como paso para construir mi camino. Hoy aprendí a elegirme, aun cuando otros no lo hicieron conmigo, quiero ser mi propio refugio en días de tormenta. Encontré finalmente mi primer y último amor que me acompañará siempre, mi amor propio. Quiero ser la dueña de mis días y cantarle a la vida mi mejor canción!".
Cortó el llamado con su madre, poner límites le resultaba incómodo, pero al mismo tiempo pensaba cuanto más valía su vida haciéndole lugar a los sueños que su alma le susurraba desde niña. Logró descansar, se despertó, tomo su computadora y luego de años de mirar a otros persiguiendo sueños, se inscribió en el concurso de voces que ese año estaban promocionando en la televisión.
Fuente: Alejandra Lanfranqui es autora de "El día después del amor". De profesión abogada, descubrió que su verdadera vocación es escribir y se animó con su primera novela que ya es un éxito y en la cual nos invita a viajar por el amor.
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