La esposa, la amante y el 'dueño del circo' – Revista Para Ti
 

La esposa, la amante y el 'dueño del circo'

amores random - el dueño del circo
Un nuevo capítulo de Amores Random, la columna de Alejandra Lanfranqui en la que nos habla de vínculos.

Eran las 7 de la tarde cuando Pablo llegó a su casa de su trabajo y le pidió a Cinthia que esa noche no se fuera a dormir después de cenar. Quería hablar con ella. Cinthia sabía que esas charlas eran las tormentas que antecedían al huracán. Pablo le solía plantear la posibilidad de separarse, ella sabía absolutamente todo, sin embargo a pesar de tantos intentos la pareja seguía resistiendo.

Compartían la casa, viajes, eventos, actos escolares pero no se miraban a los ojos ni siquiera cuando, después de algunas semanas, se quedaban despiertos en la misma cama para satisfacer las necesidades fisiológicas del hombre proveedor de la casa. Mientras Pablo saciaba sus instintos sexuales, Cinthia repasaba mentalmente la lista del supermercado del día siguiente.

El hombre proveedor había logrado alcanzar un bienestar económico cómodo, se ocupaba de absolutamente todo: planificaba finanzas, vacaciones, compra de inmuebles y autos a sola discreción y a modo de terapia ocupacional, para mantener ocupaba a Cinthia y menos pendiente de él, llegó a instalarle un pequeño emprendimiento.

Pablo provenía de una familia de clase media con algunos altibajos económicos que llevaron a sus padres a mantener fuertes discusiones aún frente a sus hijos pequeños. Ya con 10 años y cargando heridas ajenas, había tomado una decisión: si algún día formaba una familia, iba a tener una mujer que no le recriminara nada, que no le discutiera nada, que no opinara sobre sus decisiones, ni le preguntara más que temas de la diaria familiar. Quería una especie de mascota humana socialmente presentable y disponible.

Por momentos, cuando escuchaba historias de parejas que sostenían la dinámica familiar como pares, le fastidiaba tener todo el peso sobre sus espaldas pero esa dependencia servil le garantizaba su decisión de niño; su vida transcurría sin que nadie tuviera la altura intelectual y emocional de cuestionar sus ideas ó poner a flor de piel sus emociones. Vivía en piloto automático, desactivando cualquier intento de conexión de sus deseos más profundos, salvo para sentir pasiones ocasionales en historias con finales anunciados.

Todo parecía estar bajo su estricto control, hasta que una noche, a minutos de haber recibido el nuevo año rodeado de los personajes de siempre, tomó su celular y, como nunca en su vida, su alma comenzó a escurrirse en palabras: “Feliz año nuevo Mariana. Celebro que nuestras vidas se hayan cruzado, Disfruto tus sonrisas, tus charlas, tus miradas … me hace muy feliz tenerte en mi vida. Sos una mujer hermosa, admiro todo de vos. Deseo que este año nos siga encontrarnos juntos. Te quiero cada día más”.

Mariana y Pablo se habían conocido años atrás cuando él contrató a su Agencia para llevar adelante una campaña de marketing. Mariana era una mujer radiante, con luz propia; su sonrisa y calidez destacaban aún en momentos de tensión laboral. Pablo no podía dejar de mirarla y admirar a esa mujer que se había cruzado en su vida. Luego del mensaje revelador del año nuevo, soltaron amarras, se enamoraron perdidamente; una magia especial los envolvía en cada encuentro, hablaban hasta la madrugada, reían hasta doler la panza, habitaban en cuerpo y alma la existencia del otro con un magnetismo único.

Pasaron algunas semanas, las suficientes para que la realidad se instalara irremediable en tan entrañable historia de amor.  Pablo, sin que Mariana se lo planteara, le dijo que si bien había intentado separarse de su mujer esta vez sentía que era su momento, sus hijos ya no eran niños y su mujer iba a tener que aprender a sostenerse.

Mariana estaba separada hacia años y nunca antes había sentido las ganas de volver a intentarlo todo de nuevo, de arriesgarse a abrir su alma y su universo nuevamente. Sentía que esta historia era la que quizás el destino le tenía guardada para disfrutar hasta el último día de su vida.

Se despidieron con un beso dulce y quedaron abrazados largo rato.

Al día siguiente, a las 7 de la tarde Pablo llegó a su casa, le pidió hablar a Cinthia y le planteó su decisión de separarse. Cinthia lloró hasta el amanecer, le dijo que lo amaba, que perdonaba cualquier infidelidad, que no imaginaba su vida sin él. El ego de Pablo se alimentaba con cada lágrima, en cada ruego de Cinthia aquel niño de 10 años volvía a asegurarse tener el control, aunque esta vez el hombre le pedía ser feliz.

Pablo tenía claro que Cinthia no podía vivir sin él, no justamente porque lo amara sino porque necesitaba seguir teniendo ese hombre proveedor que le asegurara su supervivencia en todos los aspectos. 

A la mañana siguiente, Pablo le escribió un mensaje a Mariana: “Todavía no puedo terminar la relación con Cinthia”. Mariana, hundida en una tristeza desoladora y antes de dar bloquear su contacto para siempre le respondió: “Tomate tu vida entera para adueñarte alguna vez de ella. Dudo que te animes a hacerlo. Yo soy una mujer, no una mascota de compañía, no necesito patrones de circo. No necesito de vos de ni de nadie, por eso estaba convencida que te amaba realmente.”

Fuente: Alejandra Lanfranqui es autora de "El día después del amor". De profesión abogada, descubrió que su verdadera vocación es escribir y se animó con su primera novela que ya es un éxito y en la cual nos invita a viajar por el amor.

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