El éxito de "Envidiosa" y la verdad sobre la envidia según Ghedín
 

El éxito de "Envidiosa" y la verdad sobre la envidia: un especialista explica qué es y por qué se siente

El suceso de la serie de Netflix protagonizada por Griselda Siciliani nos invita a reflexionar sobre qué es la envidia. Según el Dr. Walter Ghedín, se trata de un mecanismo de proyección que representa la dificultad para conocernos y aceptarnos cómo somos.
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La envidia es una emoción presente en todas las personas y el concepto de que existe una envidia “buena” y otra “mala”, es una creencia generalizada en la mayoría de los países. Tanto que en los Países Bajos tienen dos palabras diferentes para cada una.

La envidia se puede definir como una emoción dolorosa provocada por la buena suerte de los demás, un sentimiento de rencor frente al bienestar ajeno, por los logros, por el cuerpo del otro, por el status que ha logrado.

Desde el punto de vista psicológico es una proyección de deseos y capacidades personales no reconocidas por la conciencia propia, pero que son vistas en los demás provocando enojo o angustia. La envidia tiene varios aspectos intrínsecos, como la percepción atenta a los logros ajenos y otras, a saber:

Percepción atenta a los logros ajenos

Esta “mirada” atenta para captar las éxitos y los cambios favorables de los demás, revela que la percepción del afuera tiene sus preferencias, sin darse cuenta la persona está focalizada en detalles, acciones, gestos, comentarios que provienen de los otros. Tal vez no de todos, pero sí de aquellas  personas que se han convertido en referentes de superación y éxito.

En esta caso, cuando la percepción cerrada se sostiene en el tiempo, la envidia deja de ser una emoción (intensa y de corta duración) para convertirse en un sentimiento (persistente y se incorpora como rasgo de la personalidad). Por tal motivo, no es lo mismo sentir envidia ocasionalmente que ser envidioso, en este último caso ya forma parte de la personalidad y es un rasgo reconocible por los demás.

Percepción que provoca ira, angustia, rencor

La percepción del envidioso le provoca una serie de estados afectivos como la ira, angustia, rencor, y conductas: aislamiento social, búsqueda de alianzas contra la persona envidiada, celos, ganas de revancha, conductas impropias, etc.

griselda siciliani en envidiosa
Griselda Siciliani en "Envidiosa", la serie de Netflix.

Justificación del envidioso

Es un mecanismo de defensa que permite racionalizar la conducta con tal de darle entidad moral a la envidia y reducir su efecto indeseable. Por ejemplo: “lo puede hacer porque es joven”, “consiguió el puesto porque el jefe la prefiere a ella”, “yo no sé cómo va a pagar el departamento que compró, seguro lo ayudan los padres”, etc.

Para el envidioso, la persona favorecida no consigue llegar a sus objetivos por sus propios medios, siempre existe un factor externo (Dios, familia, jefe, pareja, etc.) que lo ayuda a conseguir lo deseado. De esta manera defensiva el envidioso consigue bajar su bronca: “si yo hubiera tenido esa suerte lograría lo mismo, pero no nací afortunado”.

Dónde se focalizan los envidiosos

Las personas envidiosas están focalizadas en los demás y no en sí mismas, el otro se convierte en el foco del conflicto. En este punto el envidioso comienza a sentir alarma cuando un par (amigo, compañero de trabajo, familiar, vecino, etc.), sale del trato habitual para pasar a ser “otro”, el que rompió las reglas de la paridad para pasar a ser el afortunado.

Dificultad para la autocrítica y el reconocimiento de sus capacidades

La envidia es una proyección que deposita en el afuera aspectos no reconocidos en uno mismo. La conciencia rechaza aquello que significaría un cambio para el sujeto, es un mecanismo que se arraiga en la infancia e impide su progresión hacia una madurez para enfrentar la vida con todo lo que significa, lo bueno, lo malo, los logros y las frustraciones.

El envidioso prefiere quedarse en ese dolor infantil y no avanzar hacia una adultez responsable con todo lo que implica. Prefiere el dolor a arriesgarse a mostrar las habilidades sociales, al cuerpo que se acepta tal cómo es, a ampliar las relaciones interpersonales y animarse a enfrentar, etc. El envidioso prefiere quedar como una persona complicada a ser reconocida por sus logros. El envidioso teme ser objeto de envidia.

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Griselda Siciliani en "Envidiosa"

La envidia es un sentimiento molesto, tanto en forma episódica o cuando permanece en el tiempo

Existen personalidades más predispuestas a esta emoción perjudicial. Los sujetos pasivo- agresivos, tienen graves dificultades en las relaciones interpersonales; se caracterizan por la conducta obsecuente (frente a figuras de autoridad, amigos, compañeros de trabajo, etc.).

Esto significa que se muestran sumisos, compañeros, solidarios, amables, para luego después, entre las sombras, crear rumores, alianzas, mentiras, contra esas mismas personas. Este tipo de personalidades se ponen en evidencia por la repetición de sus conductas y empiezan a ser reconocidos en los medios sociales.

    ¿Qué hacer ante este tipo de comportamiento?

    La envidia es un mecanismo de proyección que representa la dificultad para conocernos y aceptarnos cómo somos. Estamos más pendientes del afuera que del mundo propio.

    Si esa defensa quedara solo en el enojo, no sacaríamos nada bueno de ese sentimiento. Sin embargo, si le damos una vuelta de tuerca, la envidia puede convertirse en un desafío para mirarnos  y descubrir cuánto de lo que vemos en los demás como logros, también están presentes en nosotros mismos.

    Convertir la envidia en desafío, en descubrimiento de lo propio, es el primer paso para sanarla. Y en el fondo de todos estos mecanismos inconscientes está el miedo, sentimiento que se remonta a la historia pretérita: aquellos tiempos donde la formación de los primeros grupos humanos significó una adaptación interna para incorporar al otro a nuestras vidas y aprender a vivir en sociedad.

    El miedo provoca un estado de alerta frente al otro, y eso mismo ocurre con la envidia: enojarnos por las capacidades de superación ajenas, nos pone en alerta sobre las propias. Pero no muchos dejan de estar pendientes del afuera para concentrarnos en el mundo propio, menos que menos en estos tiempos de redes y virtualidad, con un afuera tan potente y desafiante.

    Por el Dr Walter Ghedín, psiquiatra y sexólogo.

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