Todas tenemos “autoimágenes”, es decir, nos vemos a nosotras mismas de una cierta manera en el ámbito profesional. Esta forma de vernos se relaciona con los talentos que sentimos que tenemos, con nuestras habilidades, nuestros valores y nuestra percepción de nuestras motivaciones y necesidades.
Es esencial que ese diagnóstico (cualquiera sea nuestro destino luego) sea sometido a un análisis un poco más profundo y contrastado con conceptos y herramientas que han sido objeto de estudio durante muchos de los últimos años.
Pero antes de entrar en ello, una importante salvedad: una de las idealizaciones más engañosas que encontré frecuentemente en mi carrera tiene que ver con esa idea de que emprender nos permitirá un estilo de vida mucho más equilibrado y hasta más “reposado”...
En realidad, no son pocas los emprendedoras que trabajan muchísimo más que los empleados de una empresa. Creo que, si nuestro mayor deseo es un buen estilo de vida, tendremos que hacer un análisis muy realista que mire la congruencia entre nuestras expectativas de ingreso, responsabilidades, desafío y calidad de vida antes de pensar que emprender será la solución.
Conocernos de verdad es, una vez más, la clave. Antes que a una buena idea de negocio, debés llegar a un lugar de consenso con vos mismo entre tu cuerpo, tu mente y tus emociones para encontrar qué querés hacer en el ámbito laborar que te ayude a sentir esas ganas de levantarte cada mañana e irte a dormir contenta cada noche.
Para poder emprender, hay que poder soñar, pero hay que soñar con los pies en la tierra. Y, desde mi mirada, “tener los pies en la tierra” significa evaluar el proyecto al inicio, saber el tipo de riesgo que implica, y conocer o aprender herramientas de negocios, pero también significa conocernos bien a nosotros mismos.
¿El gen emprendedor?
Con un análisis de sangre podemos saber si estamos o no anémicos. Con una ecografía podemos saber si un bebé que está en una panza será nena o varón. Pero ¿podemos identificar si tenemos lo necesario para ser emprendedores?
Peter Worrell tiene un master en Psicología Positiva en la Universidad de Pennsylvania, es autor de varios libros de negocios y realizó un estudio científico preliminar para descubrir cuáles eran las fortalezas de carácter compartidas por la mayor parte de los emprendedores. En ese trabajo encontró que, de las 24 fortalezas de carácter existentes, hay 5 que son las más usuales en los emprendedores:
- Autenticidad
- Liderazgo
- Ecuanimidad
- Gratitud
- Entusiasmo
El estudio también menciona que características como la creatividad (interpretada como interés en tomar riesgos) no es una fortaleza de carácter usual en los emprendedores, algo que suele creerse como indispensable de antemano.
Grit: un concepto a tener en cuenta
Grit se define como la habilidad de mantener el interés y el esfuerzo dirigidos hacia metas en el largo plazo. Es un concepto que se relaciona con la determinación, la perseverancia y la resiliencia. Angela Duckworth, investigadora y profesora de la Universidad de Pensilvania, creó un test para medir el nivel de Grit, que está disponible en su página, www.angeladuckworth.com. Lo interesante del caso es que el ya mencionado Peter Worrell analizó la relación entre Grit y el éxito emprendedor y encontró que entre ambos había una correlación positiva.
Mentalidad de crecimiento
Carol Dweck, psicóloga y profesora de la Universidad de Stanford, se dedica a estudiar los factores que hacen que las personas sean exitosas. Dweck estudia cómo los conceptos que uno tiene de uno mismo, cómo uno se ve, la mentalidad o modelo mental desde el cual abordamos el mundo, impactan en los comportamientos. Sus estudios incluyen cómo se originan esas mentalidades, su rol en la motivación personal y su impacto en el éxito. Si nuestra creencia es que somos de una forma determinada (nuestra personalidad, nuestra creatividad, nuestra inteligencia) que no puede modificarse Versus si nuestra creencia es que podemos cambiar y crecer, tendremos distintas posibilidades de acercarnos al éxito. Las personas más exitosas tienen una mentalidad de crecimiento desde la cual creen —tienen la creencia— que pueden lograr lo que se propongan, y aprender lo que no sepan para poder lograrlo.
El optimismo: actitud emprendedora esencial
Emprender es desafiante. Nos confronta con muchas situaciones en las que no tenemos las respuestas, no sabemos cómo enfrentarlas, e inclusive, algunas en las que lo hacemos mal. Empecé mis emprendimientos con una hoja en blanco. Sin envase, sin marca, sin
producto, sin propuesta de valor. Al principio, todo estaba plagado de preguntas. Y yo siempre sentía que tenía la posibilidad de encontrar cada una de las respuestas.
Los trabajos del célebre investigador Martin Seligman prueban que todos nacemos con un cierto grado de optimismo o de pesimismo. Él define el optimismo como una forma de explicar lo que ocurre en el mundo. Cuando algo falla, podemos explicar ese evento de distintas formas: un optimista, piensa: “Lo que pasó fue una situación desfavorable puntual (no fue algo que yo generé o de lo que yo soy culpable), y fue un inconveniente de este momento (no permanente), relacionado con este objetivo puntual (no relacionado con todos mis objetivos)”. En cambio, un pesimista diría: “Esta situación desfavorable es culpa mía, yo siempre tengo situaciones desfavorables relacionadas con cada cosa que me propongo”.
Ser o no ser...
Te propongo que resumas tu relación con todos estos conceptos en esta tabla, anotando SI o NO en las dos columnas correspondientes.
*Fabiana Mejalelaty es economista y mentora de negocios. Estudio en San Andrés, tienen un MBA de la Universidad de Chicago y es fundadora de AlumbraLab, laboratorio de negocios felices. "Diseño de Vida” es su flamante primer libro.