La toxicidad en la pareja está vinculada con un incremento de la tensión en las relaciones de poder establecidas, es decir, en el transcurso de los intercambios recurrentes cada vez más tensos (violencia emocional), aparece la (violencia física) en los momentos en que la relación de dominación/subordinación necesita ser reconfirmada.
La violencia de género se manifiesta como vemos en situaciones cronificadas, con características que implican altos niveles de riesgo y un profundo deterioro psicofísico y sexual de la pareja.
Hay mujeres que pasan años lamentablemente en una cronicidad violenta sin darse cuenta, naturalizando los modos comunicacionales violentos, viéndolos como normales, cuando no lo son.
Técnicamente este estado de la mujer se denomina “mujer anestesiada” donde no llega a verse como mujer víctima de violencia, minimizando las conductas de su pareja o bien justificándolas. A modo de defensa, desarrollan conductas de aislamiento, negación y disociación, minimizando los episodios.
El problema de este tipo de parejas radica en que la cronicidad en la cual se manifiesta la violencia se intensifica a tal punto de ser cada vez mayor.
Lamentablemente muchas mujeres siempre tienen esa esperanza de cambio y de que todo lo puede en una relación a costa de continuar al lado de él. Existen esas mujeres anestesiadas y ven en él a ese ideal de hombre por el cual dan todo.
Simone de Beauvoir la llama la mujer narcisista, la mujer que se convierte en “feudo de su soberano”, esa mujer que lo único que desea es consagrar cada pálpito de su corazón, cada gota de sangre, la médula de sus huesos, transformándose todo en un sueño de martirio.
Esa mujer anestesiada, ve con los ojos de su amante, lee los libros que su amante lee, prefiere su música, le interesa los paisajes que ven con él, sus ideas, sus amigos y sus enemigos, se esfuerza por imaginar las respuestas que daría él, desea en sus pulmones el aire que él ya respiró, las flores que no recibe de sus manos no tienen el perfume, ni el sabor. El centro del mundo no es más el de ella, es más bien donde se encuentra su amado.
Claro está, que una mujer enamorada cuando se refugia en una relación narcisista vive en una aparente felicidad. Vive su vida poniendo su destino en las manos de él, sin saberlo quizás porque, viviendo sus días al lado de un enemigo. Ella aceptó el destino estereotipado tradicional femenino quizás: esposo, casa, hijos.
El patriarcado y los estereotipos de género educan a las mujeres a fin que pongamos el amor en el centro de nuestras vidas “el amor romántico”. Para muchas mujeres es un mandato. Para amar hay que sufrir, es natural padecerlo, ser infelices y sumisas a lo que dé.
El amor auténtico debe ser fundado en el reconocimiento recíproco dos libertades, sin renunciar a la propia trascendencia. Cuando la mujer llegue a amar con su fuerza y no con su debilidad, encontrándose a sí misma, sin renunciar a ella misma, afirmándose como mujer libre será el momento en que llegue a amar como el amor es para el hombre fuente de vida y no un peligro mortal.
Fuente: Silvina Bentivegna. Abogada especialista en Derecho de Familia, Violencia Familiar y Abuso Sexual. Autora y coautora de publicaciones sobre temas de su especialidad entre países como Italia, España y LATAM Fundadora de Bentivegna Estudio. Convocada por medios de comunicación entre países como Italia y LATAM a fin de afrontar y emitir opinión en casos de resonancia de violencia de género. @SilBentivegna
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