Cuando el espacio informativo se agobia por la densa oferta de urgencias, novedades y versiones diferentes, transitamos la realidad de una forma poco saludable. El flujo de noticias se filtra por cada pantalla y llega con un peso que satura nuestra capacidad de asimilar y razonar el concepto de la novedad. Ese ataque a nuestras emociones es el inicio de otros padecimientos graves como ansiedad, estrés, migrañas y hasta enfermedades coronarias, entre otras.
¿Qué es la infodemia?
Cuando el espacio informativo toma temperatura
“Acabo de escuchar que se dispararon los casos, compren todo lo que puedan porque nos van a encerrar…”. Eran los primeros días de marzo del año 2020 y nadie tenía certezas, pero sin embargo todos afirmaban saber lo que pasaba. “Esto va a durar 2 años”, “Ahora empiezan los saqueos”, “Dicen que es una guerra bacteriológica”. Fueron meses en los que escapar de los rumores apocalípticos era imposible. Y detrás de cada noticia confirmada sobre el Covid-19, las emociones de la audiencia se estrujaban, intentando no creer (o sí), lo que se promocionaba como una verdad absoluta.
El término Infodemia tiene su origen en la palabra epidemia: una enfermedad que tiene un gran número de víctimas en un lugar y tiempo determinado. Lo mismo ocurre con la información. Es un enorme flujo de versiones de un tema, verídicas o no, que dificultan que las personas puedan validar la fuente y, peor aún, procesar conclusiones propias. Parte de ese acoso mediático es la desinformación, los rumores y la manipulación con intenciones concretas.
“Todos queremos ser los voceros de la novedad, es parte de nuestra inmanencia, tener ese dato que te valida como dueño de la palabra final. Es una característica perfecta para impulsar una noticia caliente que inunda el espacio informativo. En ese contexto el rumor es certeza y la posibilidad de afirmar un dato incorrecto no tiene costo. Queremos saber, y por eso elegimos creer. Así las Fake News se propagan sin control por las redes sociales”, explica Julio Casalins, Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA).
Es un sistema que se retroalimenta de sí mismo: quienes reciben las versiones de la noticia son quienes las reproducen, acelerando un círculo vicioso con un concepto de la novedad y lo sorprendente es que se refina con el paso del tiempo para poder seguir vivo. ¿Y cuándo pierde poder la noticia? Con el nacimiento de una nueva, fresca y poderosa.
Las fake news y las redes sociales
Lo que se dijo ayer ya no cautiva. La verdad de hoy tiene que ser aún más extraordinaria. “El aspecto más peligroso de la desinformación no es desconocer, sino saberse dueño de una verdad y estar equivocado, porque ese rumor que nunca muere por completo, de alguna boca siempre vuelve a renacer”, explica Casalins.
Una de las características más destacables de la información que propagan las redes sociales es su falta de validación, no porque no pueda hacerse, sino porque con los años ese concepto perdió valor. En el proceso de aceleración del consumo informativo ya no se chequean las fuentes. El receptor mira, analiza y en segundos decide si creer o no hacerlo. Si diera con una fuente sólida de validación, esta pasaría a ser parte de la novedad, de lo contrario sólo asimila el saber tal como le llega.
El licenciado afirma que “en el paneo y escroleo de producciones con el smartphone en la mano, los procesos de producción de sentido son veloces e inconscientes. Lo que no pasa nuestra barrera de validación personal se descarta, y lo que nos resulta interesante lo asimilamos como verdad lista para ser compartida”.
No podemos dejar de lado el ojo del algoritmo de cada aplicación que mide nuestro tiempo y tipos de consumo. Detecta inmediatamente qué creemos y qué no. Así, oculta lo que sabe que no pasa nuestro filtro pero nos retroalimenta con lo que sí.
Julio Casalins, Licenciado en Ciencias de la Comunicación
¿Y nuestra salud?
En la actualidad, desde que se despiertan hasta que deciden dejar el teléfono a un lado para dormir, las personas están hiperconectadas. El trabajo, el estudio, las relaciones y el entretenimiento están mediados por la tecnología y, por supuesto, también lo está la necesidad de estar al día de las novedades que ocurren en todo el planeta.
El comunicador explica que “hoy desconectarse no es gratis, en términos de lo socialmente esperable, si no sabés lo que está pasando ahora, estás cometiendo uno de los nuevos pecados de la modernidad”. El nuevo contrato social determinó que estar offline es extraño e incorrecto: o es una excepción para desintoxicarse o es una postura de alguien que decidió romper con el camino de la lógica socialmente aceptada para marcar su nuevo recorrido en soledad.
Pero, ¿se puede ser saludable atravesando una rutina en la que, indefectiblemente, se recibe un asedio informativo voraz? ¿Cómo se puede mantener en eje el bienestar emocional si una noticia detrás de la otra es una urgencia de un momento crucial de la vida? ¿Qué impacto tienen sobre el cuerpo la ansiedad, el estrés y la tensión que genera la intensidad informativa?
La OMS recomienda escapar de la Infodemia evaluando fuentes, superando titulares, identificando autores, comprobando fechas y datos y, sobre todo, evaluando nuestras propias tendencias para repensar nuestra visión personal de cada tema. “Quizás la vía de escape a la infodemia no sea desde dentro del sistema, sino por fuera, cometiendo ese pecado que hoy está tan sobrevalorado, desconectándonos por algunas horas, encontrando fuera de las pantallas el placer analógico olvidado”, concluye Casalins.