Roberto Piazza es uno de los diseñadores de alta costura más destacados del país con un sello propio que convirtió a sus creaciones en piezas auténticas. En #LaRecetaFamosa de esta semana, se propuso volver a su adolescencia y recordar esos días en los que la repostería era una de sus grandes pasiones, para preparar unos bombones de coco y leche condensada. “Hacer una torta y un vestido era casi lo mismo: artesanía pura”, define al recibir a Para Ti su maisón en el barrio porteño de Belgrano.
-¿Es cierto que cuando vivías en Santa Fe incursionaste en la repostería?
-Mi madre y ella y mi abuela eran grandes cocineras. Me puse a indagar y me encantó la repostería. Una vez hice una torta de seis pisos y era como construir un vestido de novia. Después pasó el tiempo y la vida te lleva por otras cosas.
-¿Estudiaste o solo quedó en algo amateur?
-Si, estudié. Mi mamá y mi abuela tenían libros de la época del 1,900 y yo estudiaba las recetas más complicadas. Las cosas no me salían porque eran difíciles, las hacía y hacía hasta que sí llegaba al resultado. Llegue a engordar hasta diez kilos y, cuando lo descubrí, nunca más toque ni una cucharita.
-¿Te hubiera gustado dedicarte a eso en un rol más profesional?
-Fue una etapa de mi vida en la que lo hacía y después ya empecé a trabajar a los 15 años en la moda así que lo dejé de lado.
-¿Cuál es el tip que si o si hay que tener en cuenta para que nos salgan ricos los bombones?
-En primer lugar hay que usar ingredientes de excelentísima calidad. Aquí en Capital Federal, les soy sincero, a veces es difícil. Distinto es en el campo, por ejemplo, en donde uno puede conseguir huevos frescos. Luego hay que tener los utensilios necesarios: yo recomiendo usar para revolver una cuchara de madera de naranjo.
-¿Hay algún sabor que te remonte directamente a tu infancia ?
-¡Sí! El surubí, que se pesca en el Río Paraná y que es un placer comerlo. También el asado, que los hacía muy ricos, y las tortitas negras que hacía mi vieja… eran maravillosas.
-Desde tu experiencia, ¿encontras factores en común entre la cocina y la alta costura?
-Es todo arte. Una cosa es cocinar porque tenes una familia y otra es como hicimos recién y ver que quede bien, decorar… yo a las tortas las decoraba con una manga, es artesanía pura. En ese momento, hacer una torta y un vestido era casi lo mismo: había que decorarla y poner volados.
Roberto Piazza con dos grandes eventos antes de fin de año
-A fin de mes te presentas en Café la Humedad, ¿con qué se va a encontrar la gente que vaya a ver junto a Walter Vázquez, tu pareja?
-Es el segundo espectáculo que hago este año y se va a llamar “Juntos”. Con Walter hacemos dúos de música romántica, boleros, valadas, tango y un poco de todo. También va a haber humor con Mariana A y Pablo Quiroga. La verdad es que hacemos un espectáculo brutal y los invito a todos a que nos vean el 26 de noviembre porque va a ser el último de este año.
-Y también se viene un mega desfile al aire libre...
-El 14 de diciembre en el anfiteatro del Parque Centenario, voy a hacer el “Desfile de la Decada” con más de 100 personas en escena y 2.000 invitados con entrada gratuita a cambio de un juguete para colaborar con los niños de Casa Cuna y los distintos hospitales porteños.
Ingredientes
- 1 kilo de coco rallado
- 2 latas de leche condensada
- 500 gramos de azúcar impalpable
- Pirotines de papel de seda para colocar los bombones
Preparación
Paso 1: Mezclá el coco rallado, azúcar impalpable y la leche condensada azucarada (puede ser light o tradicional) en un bowl.
Paso 2: Revolvé durante varios minutos hasta que vaya tomando cuerpo. La consistencia de la pasta va a tender a ser espesa a medida que avanza el proceso. Lo ideal es dejar reposarla en la heladera por unos 30 minutos para que termine de endurecerse y pueda armarse con facilidad el siguiente paso.
Paso 3: Con la ayuda de una cuchara y azúcar impalpable, armá las esferas de los bombones y luego colocalos dentro de un pirotín de papel de seda.
Paso 4: Llevar los bombones a la heladera por una noche o al freezer por dos horas.
Fotos y video: Alejandro Carra y Guido Puterman
Edición: Manuel Adaro